La jornada en huelga general en Francia de este jueves sacó a millones de personas a las calles y detuvo las actividades económicas del país. Como queriendo avivar la ira, el presidente Macron había dicho en la víspera que las protestas sólo representaban a una multitud sin legitimidad. Debió comerse sus palabras.
En las calles de París volvió a resonar una canción antigua que, al fin y al cabo, es originalmente francesa: La Internacional.
Acá en Chile, la forma actual de ese himno la conocemos como una desganada recitación ceremonial en ciertos círculos –para qué nombrarlos-en que, para más remate, muchos de los noveles funcionarios del Estado deben servirse de un torpedo para cantarla:ni conocen la letra.
Pero en Francia, las palabras de Eugène Pottier cobran un especial sentido a la actual “muchedumbre de esclavos”: “le peuple ne veut que son dû”-el pueblo no quiere más de lo que se lo debe- y, sobre todo, “soufflons nous-mêmes notre forge, battons le fer quand il est chaud” -soplemos nuestra propia fragua, forjemos el hierro mientras está caliente.
Porque el hierro, en efecto, está al rojo vivo.
Tras la aprobación por decreto del aumento de la edad de jubilación, el presidente Emanuel Macron ha hecho lo suyo para avivar ese fuego. En la noche del martes, mientras en las calles de las ciudades de Francia se sucedían los choques entre la policía y los manifestantes, Macron se quiso mostrar como triunfador, luego del rechazo en el parlamento a la moción de censura en contra de su gobierno.
Ante los parlamentarios de su partido, “Renacimiento”, el mandatario señaló que “cuando se cree en el orden democrático y republicano, la revuelta no puede prevalecer sobre los representantes del pueblo, y la muchedumbre no tiene legitimidad frente al pueblo que se expresa soberanamente a través de sus representantes elegidos”.
Un pueblo mudo que sólo existe a través de sus representantes o la multitud, ese el dilema que dibujó Macron.
La multitud respondió a su propia manera: demostró que es el pueblo, sin necesidad del régimen que lo domina. Y lo hizo, como siempre ocurre, a través de la acción.
La huelga general de este jueves alcanzó su máximo nivel de participación desde el inicio del movimiento a inicio de año y duplicó, con tres millones y medio de manifestantes en todo el país, la anterior “jornada de acción” del 15 de marzo.
A la paralización del transporte público, de refinerías y puertos, el bloqueo de carreteras y de zonas industriales, su sumó, con más fuerza, la participación de la juventud.
Los enfrentamientos con la policía, especialmente las odiadas fuerzas especiales CRS o Compañías Republicanas de Seguridad, se han vuelto más cruentas, en la medida en que las manifestaciones se vuelven constantes.
En rigor, las manifestaciones del jueves sólo fueron una culminación provisional de movilizaciones que no se han detenido desde el fin de semana pasado.
Para el próximo martes, las organizaciones sindicales que ofician de convocantes han llamado a una nueva jornada de acción, la décima.
Y este domingo, Macron recibirá al rey Carlos de Inglaterra en lo que iba a ser una fastuosa visita de Estado. “Van a ir Versalles. Eso no se ve bien. Es muy 1789”, comentó el biógrafo de la realeza Stephen Clark. “Very bad timing”, concluyó. Uno de los huelguistas comentó entre risas que, si el monarca pretende usar el transporte público durante su gira, no le irá muy bien.
La imagen del rey esperando inútilmente en el paradero, en todo caso, es más benévola que las alusiones a esa antigua herramienta anti-monarcas, la guillotina, que se han multiplicado en estos días.
El pueblo, definitivamente, se ha reconocido a sí mismo.