Hace unos días “Revolución” visitó la casa de Luisa Navarrete, madre de Manuel Rebolledo Navarrete, más conocido en su población como el “Polera”. A tres años y cuatro meses de su asesinato, las cosas están peor que antes para esta familia que, al día de hoy, no ha encontrado justicia ni reparación.
El caso de Manuel Rebolledo Navarrete, joven oriundo de la población Libertad de Talcahuano, quien fuera asesinado por un camión militar el 21 de octubre de 2019 en el contexto del levantamiento popular, es uno de los más emblemáticos en que la injusticia se hace visible.
A pesar de las promesas de campaña de Boric, a sólo un mes de asumido, supieron que el marino que lo asesinó – Leonardo Medina Caamaño- fue condenado por cuasidelito de homicidio simple, lo que se tradujo a una “pena” de firma mensual por un período de 540 días.
La infamia no terminó ahí. En el mes de septiembre los medios anunciaron – con bombos y platillos- que la familia recibiría una millonaria indemnización, luego de que el Juzgado Civil de Concepción condenara al Estado de Chile a retribuirles con 220 millones de pesos.
Luisa nos señala que ellos no estaban al tanto del fallo y que se enteraron por los mismos medios -que anteriormente se habían encargado de desprestigiar la imagen de la familia- y que comenzaron a agobiarlos para confirmar la sentencia y así lavar nuevamente la imagen de la justicia chilena y, por supuesto, de Boric, quien había empeñado su palabra en tiempos de campaña.
Si hay algo cierto en esta historia, es que ellos, debido a esa noticia -que no fue efectiva, pues la familia no aceptó la indemnización – han sido objeto de innumerables cuestionamientos provenientes de todos lados, incluso de la municipalidad y entidades públicas, quienes hoy, cuando la carestía de la vida apremia, les han negado ayuda para resolver un tema de vivienda que hoy les aqueja.
Ni las mesas de reparación, ni las promesas de los politiquillos que deambulaban en busca de votos se han cumplido . “Cuando Boric estaba en campaña llegó hasta nuestra casa, sin ser invitado”, nos señala con rabia Luisa. Los asesores y todo el séquito de operadores que antes hacían nata para lograr agarrar votos de la gente sencilla, hoy no contestan correos, ni los llamados telefónicos. Todos los que antes declaraban a voz cantante que ahora sí habría justicia, hoy los evaden.
“Antes nos llovían las invitaciones y llamados de apoyo. Todos nos decían que nos apoyarían. Todos nos usaron para sus campañas políticas, usaron la imagen de nuestro hijo y prometieron justicia. Hoy no hay nada de eso. Y las cosas siguen peor aun para nosotros”.
En síntesis, lo cierto de esta historia es que el asesino nunca pisó la cárcel, que la justicia no juega a favor del pueblo, que su hijo Manuel ya no está con ellos y su nieta ha crecido sin su padre, que la situación económica apremia, que, por las declaraciones de la prensa, todos piensan que son prácticamente unos magnates y les vuelven la espalda, y que tampoco existe ningún tipo de reparación psicológica ni económica para ninguno de los integrantes de la familia.
La moraleja, entonces, es: no crea en los lobos disfrazados de oveja. No crea a los políticos del régimen. Ellos no cumplen. Ellos mienten para llenarse los bolsillos de plata. Ellos no están en nuestros zapatos, no saben lo que es sacrificarse para tener cómo parar la olla. Lo que nos queda hoy, es sólo confiar en la fuerza del pueblo organizado en la calle, quien será el que expulse a esa manga de rateros y embusteros y construya una nueva sociedad en la que nosotros, los más sencillos, seamos el centro de todo.