Miles llegaron a Lima desde el sur. 127 carreteras se encuentran bloqueadas a lo largo del país y hoy, la muerte de dos pobladores elevó a 49 la cifra de asesinados por la represión policial ordenada y justificada por la dictadura. No quieren escuchar.
En la capital, el régimen se armó hasta los dientes. Se desplegaran 12 mil policías en el centro histórico de Lima y sus principales calles. Se “plastificaron los monumentos”, se cerraron los aeropuertos y se bajaron las cortinas de los boliches.
También el Congreso cerró sus puertas. Pero no en respuesta al grito de “que se vayan todos”, sino a la espera de que la policía haga lo suyo este jueves y viernes en la capital. Que pase la furia de la población, la “Toma de Lima”, como le han llamado, y la Marcha de los Cuatro Suyos, hoy y mañana viernes.
A ver si de una vez se cansan y se vuelven al sur pobre de dónde llegaron, a pesar de los controles policiales, desde Arequipa, Puno, Cusco, Apurimac, Juliaca, Cajamarca, los aymaras y quechuas, pobladores, estudiantes, profesores, trabajadores formales e informales, jefas de hogar, jóvenes sin futuro. O, acaso, lo que temen es eso: el futuro que este pueblo insurgente ha abrazado.
A su paso los movilizados, bloquearon las carreteras en Ica, Cajamarco, Huancayo, Arequipa. En total, 127 puntos en todo el país. También aprovecharon de dejar señales. En el norte, PetroPerú paso susto con uno de sus oleoductos, que estuvo a punto de ser quemado.
Y los que no viajaron a Lima, en sus pueblos, bloquearon los ingresos y calles principales desde muy temprano a pesar de que la jornada del miércoles ya había sido dura. Hoy, dos pobladores heridos durante la jornada de protestas murieron. Ayer, los movilizados quemaron la casa de un gobernador en Huancavelica y una comisaría y la sede del poder judicial en Macusani, Cusco.
Llegando desde la estratósfera, el presidente del Poder Judicial, Javier Arévalo, se decía: “esto es realmente preocupante. Habría que preguntarse por qué estas olas violentistas buscan los locales judiciales, la fiscalía o los locales de la PNP. Parece que hay un interés en destruir algo. Las justas protestas del pueblo de ninguna manera pueden llevar a quemar sedes judiciales”.
Pero está tan claro. ¡Que se vayan todos!
Pero ninguno se quiere ir. Y para dejarlo claro, coparon Lima con policías.
A los miles que llegaron desde el sur se sumaron los miles de los suburbios populares de la capital. Desde la universidad de San Marcos salieron los estudiantes, que desde temprano recibieron a los otros estudiantes, los que llegaron de lejos. Todos marcharían hacia la plaza Dos de Mayo, punto central de la convocatoria. A eso de las 16 hrs columnas avanzaban por la principales calles de la ciudad.
Al mediodía, el régimen había desplegado a miembros del Poder Judicial y fiscales para verificar in situ, “para prevenir la comisión de eventuales delitos y garantizar los derechos de los ciudadanos que participarán en movilizaciones previstas durante el día”.
A las 18.30 se reportaba el inicio de la represión.
En el sur, la situación no era distinta. Por ejemplo, en Arequipa, a pesar del resguardo policial, unos dos mil pobladores nuevamente ingresaron al aeropuerto Rodriguez Ballón. Los hechos dejaron tres heridos. También sucedió en Juliaca, Cusco, tras un intento de tomarse el aeropuerto. Allí fue asesinado un manifestante y dos personas quedaron gravemente heridas.
A la movilización general, se sumó el anuncio de la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP) que mediante conferencia de prensa ratificó la realización de un paro nacional cívico-popular con movilizaciones pacíficas.
Luis Gonzáles Posada, ex canciller peruano durante el gobierno de Alan García, consideró que hoy “será una fecha definitoria para saber si el paro ha fracasado”. “El 88 por ciento de las actividades en Lima están funcionando muy bien. Esperemos que hoy día termine, finalmente, esta pesadilla porque no se puede ceder al chantaje y porque una turba no puede decidir que cambien al presidente, se clausure el Congreso y se convoque a una asamblea constituyente sabiendo que es un mecanismo ilegal… si el gobierno peruano cede a la turba, la democracia habrá terminado”.
Gonzales Posada solo se equivoca en un punto. Aquí nadie va a ceder. Cada paso que de el pueblo unido, es un paso hacia el fin del régimen burgués de explotación.