El gobierno va a gastar la plata que no tiene para mantener los beneficios de los grupos económicos que controlan el negocio de la salud. Ya inició la sangría de recursos fiscales con un pequeño truquito que “nadie” vio.
El drama de las isapres no va a terminar pronto. El llanterío de sus propietarios y lobbyistas continuará hasta que sus deseos hayan sido satisfechos plenamente.
La decisión de la Corte Suprema que, en vez de castigarlas por sus prácticas ilegales y robos a los afiliados, transfirió el problema al gobierno, es el origen inmediato de la voceada crisis.
En un reciente seminario desarrollado en la Universidad del Desarrollo, estrechamente ligada a la UDI, el superintendente de Salud, el ex diputado DC Víctor Torres exclamó que no estaba “loco” y que no permitiría que las isapres quebraran a causa del costo que les significaría de compensar a sus clientes por las sobreprecios de los planes y la obligación de realizar sus negocios ahora sin violar la ley.
Torres acudió a esa frase tan singular, sin duda, debido a la presión que sintió en ese momento. Más que una actividad académica, parecía un tribunal y él era el inculpado. Incluso lo hicieron esperar media hora hasta que llegara el expresidente Sebastián Piñera y se sentara en primera fila para observar el “debate”.
Y Torres ya demostró que no está loco. Este martes autorizó a las isapres a omitir de sus balances las provisiones por los costos de las compensaciones que tendrán que pagar, luego del fallo de la Suprema.
¿De qué se trata? Las provisiones son gastos que se tendrán que pagar en el futuro inmediato, pero cuyo monto exacto se desconoce (o la fecha en que hay que pagar). Las compañías lo que deben hacer es poner un cálculo aproximado en sus estados financieros como pasivo o, digamos, deuda.
Los contadores le llaman a eso “prudencial”. En realidad, es simplemente no hacerse trampas jugando al solitario.
Torres, que es médico y, según cuentan, un gran galán parlamentario (no pregunten), de eso no tiene idea. En una circular les dice a las isapres que no se preocupen y que hagan la trampa, nomás.
Basta que, por ahí, le pongan un asterisco y una nota al pie de página en que reconocen que deben un chingo de plata, pero que no saben cuánto.
Obviamente, las isapres saben hasta el último peso cuánto deben o, mejor dicho, cuánto deberían, si es que tuvieran la más mínima intención de dejar de robar. De hecho, son las únicas que saben.
“Cuando existe una acción que pudiera irrogar un pasivo y el pasivo no se conoce, o sea, el alcance o la dimensión de este no se conoce, para efectos contables y de las auditorías de contabilidad de las isapres, se genera esta nota explicativa, reconociendo que existe un pasivo denominado contingente, pero no se tienen que provisionar”, señaló el funcionario.
Bueno, el “pasivo contingente”, cuyo “alcance o dimensión no se conoce”, querido doctor Torres, es como la definición de libro de… provisión.
Omitirlas es falsificar los balances.
En este caso, sin embargo, con autorización del gobierno. Todo legal.
Es cierto, las trampas en el solitario, tal como se cometen, se detectan. Es decir, “el mercado”, o sea, los especuladores accionarios y los bancos no se van a dejar engañar por el truquito que beneficia a las isapres.
Pero blanquea -o intenta hacerlo- una acción muy, muy, específica de sus dueños, los dividendos que cobraron y las utilidades que retiraron, a pesar de enfrentar tan dramáticos peligros como la quiebra de la empresa.
Esta medida, a primera vista, sólo contable, es el primer paso de una nueva rapiña de los grupos económicos que controlan la salud privada, gracias a autoridades que les son sumisos.