Las estadísticas confirman, a su modo, lo que todo el mundo sabe cuando va a comprar las cosas de la casa. La canasta básica de alimentos aumentó 28,2%, más del doble del aumento del IPC. El asunto no pinta bien para los trabajadores, mientras los ricos están de lo más contentos. Está claro: guste o no, este 2023 habrá que dar la pelea por lo que es nuestro.
Cuando autoridades, expertos, banqueros y empresarios celebran lo que llaman “una menor presión inflacionaria”, uno puede preguntarse sobre qué mundo habita esta gente. Y, en esta materia, se trata supuestamente de algo objetivo, medible. ¿Cómo pueden decir que las alzas se van frenando, si uno comprueba todos los días que los precios suben a todo ritmo?
Las cifras dadas a conocer por el gobierno explican parte del misterio. En ciertos sectores de la economía eso puede ser verdad, por ejemplo, en los servicios. También se ha frenado el aumento de ciertas materias primas y productos elaborados que deben ser importados. El dólar ha estado algo más bajo en estos meses, lo que también contribuye.
Pero lo que todo ser humano necesita para sobrevivir, la comida, ha aumentado más del doble que la inflación general. Eso es lo que indica el nuevo cálculo de la canasta básica familiar. Se trata de un índice que supone que, con módicas 64 lucas al mes, uno se hace de unas 2.000 calorías diarias. Hay una dieta para adelgazar que se llama exactamente así, pero, en este caso, se supone que no es para estar flaco, sino para no morirse de hambre.
Como todo índice, tiene sus cosas raras. Contempla una -y ni una más- marraqueta al día; para el desayuno tendrá que ser; 13,1 gramos diarios de porotos, pero sólo 1,7 de lentejas; 0,2 gramos de vienesa, pero 4,2 de longaniza. No lo olvide, estamos hablando de ¡gramos!. Si le gusta el plátano y es pobre, puede empacharse con las bananas: ¡más de cien gramos!
Digamos que, para alimentarse, la canasta vale champignon royal (no están incluidos, por si acaso, al igual que las callampas). Para calcular la variación de los precios y compararlos, podría ser. Y el aumento es súper alarmante: casi un treinta por ciento en un año, comparado, se entiende, con los datos del mismo índice.
Si a eso sumamos que, de nuevo, siguiendo las estadísticas oficiales, los salarios reales han bajado durante los últimos 14 meses, el panorama está claro. No es que sea novedad tampoco, porque esta información la posee toda persona que trabaje para vivir.
El problema de esta sociedad es que está dominada por los otros, que viven del trabajo ajeno. Esos hacen cuentas muy distintas. Es sólo ver los resultados anuales de los bancos. El Banco de Chile, del grupo Luksic, por ejemplo, se anotó un aumento de sus utilidades de 77%, 1.640 millones de dólares.
Cosa curiosa, nadie se pregunta por el efecto de estos mega aumentos de las utilidades en la inflación.
Es lógico. Esa relación ha de mantenerse escondida y guardada bajo siete llaves. Es preferible atribuir, en contra de toda lógica y evidencia, el alza de los precios a la caída del nivel de ingresos de los trabajadores.
Lo hemos dicho aquí: el ajuste practicado por el gobierno y el Banco Central busca debilitar a los trabajadores y favorecer al capital. En ese trance, sin embargo, lo único que logra es hundir más a la economía, acelerando la recesión que ya ha comenzado.
La conclusión es clara: habrá que ponerle el hombro, nomás. Y eso significa salir a pelearla este 2023, con organización, con independencia, con convicción, con lucha.
Esta confrontación es por el pan de cada día.