Ahí es donde encontraron a Ángel Valencia, nuevo fiscal nacional. El Senado aprobó la nominación del gobierno, un hombre que asegura impunidad, corrupción y muchos, muchos, negocios.
“¡Alejandra, Alejandra, acuérdate cuando necesites un favor!” A grito limpio, como en la feria, los honorables senadores discutían sobre los detalles del procedimiento de la sesión. Iván Moreira había pedido la unanimidad de los presentes para realizar la votación del nuevo fiscal nacional inmediatamente después de leído el informe de la comisión.
“Alejandra”, esto es, la senadora Alejandra Sepúlveda, se negó, lo que llevó al parlamentario a exclamar amargamente y a todo pulmón: “¡si hoy se casa mi hijo!” Quería irse temprano, pero no lo dejaban, los malditos.
En el fondo, Moreira, tenía razón. Para qué aparentar, si todo ya estaba listo. Y hablar en público, exponer razones y argumentos, sólo empeoraba las cosas.
Los senadores fundamentaron su apoyo a Ángel Valencia en que era un exitoso abogado que podría ganar, fácilmente, “cinco o seis veces más en el sector privado” que los 10 millones de pesos mensuales que percibirá como fiscal nacional; en que habían quedado “convencidos” de sus promesas de que perseguiría a los delincuentes, “pise a quien pise”; o que había sido víctima de una campaña de desprestigio que, de no ser frenada, “no quedaría nadie que quisiera a postularse a cargos públicos”.
Además del oscuro currículum de Valencia como representante de violadores, milicos ladrones, pacos asesinos, oligarcas tránsfugas y políticos corruptos, entre ellos, la propia ministra del Interior, Carolina Tohá, que defendió su postulación en el Senado, se le había conocido otra gracia, en las horas previas a la sesión.
Valencia había sido sometido a arraigo nacional debido al no pago de la pensión alimenticia. El interesado, sin embargo, se justificó que todo había sido una confusión. Perfecto. Aclarado el malentendido.
Tan bien dispuestos estaban los parlamentarios a las aseveraciones de inocencia de Valencia, que éste se tomó la libertad de mentir de manera directa, al asegurar que nunca había trabajado y, ni siquiera, conocía al ex intendente y ex alcalde de Lo Barnechea, Felipe Guevara, otro excelso ladrón de recursos fiscales. Enfrentado a un escrito judicial que probaba exactamente eso, Valencia se las sacó flojamente: “No, lo que pasa es que la firma, esa lo ve el notario, nunca lo vi a Guevara, es que usted no entiende, las reglas procesales son muy complicadas, todo esto es muy normal”. Ah, bueno, si usted lo dice.
Finalmente, se hizo la votación y Valencia fue aprobado con 40 votos.
De verdad, los involucrados podrían haberse ahorrado el espectáculo y haberse todos juntos al casamiento del Moreira chico.
Allí, con ron y cerveza, whisky y piscola, podrían haber sellado de manera más adecuada sus respectivos negocios mafiosos.