¡Oh, no! ¿Otra vez la pandemia?

No lo sabemos. De lo que sí nos podemos dar cuenta es que, tres años después de la aparición del “nuevo coronavirus”, los gobiernos actúan igual que al inicio: calculando, especulando, usando el virus para sus propios fines.

Nos habíamos olvidado ya del covid. Excepto para las visitas al consultorio -donde exigen una mascarilla que, con suerte, yace arrugada en lo más profundo del bolsillo- nadie se acuerda ya de la pandemia.

Por lo pronto, donde menos piensan en eso de la pandemia -o endemia, como le dicen ahora- es en el gobierno. Curioso, porque, cuando estaban en campaña electoral, se les veía muy atentos e, incluso, críticos con el asunto.

Ahora, sin embargo, el asunto del virus nadie lo menciona. O, más bien, de un modo muy especial.

El Minsal, durante Navidad, sólo tuvo buenas noticias sobre los nuevos contagios. Informó que había habido una baja de 14% en la semana precedente y de 5%, en las dos últimas semanas.

La información era un poco rara, porque la positividad, o sea, los casos de covid medidos en proporción a los exámenes efectivamente realizados (unos 20 mil, casi nada en comparación con los años precedentes) era de más de 17%. Bien alto.

Y, en efecto, se habían equivocado. Los casos subían y no bajaban.

O como lo expresó el Ministerio de Salud de manera inimitable: “los datos son correctos; sólo la interpretación es errónea”.

Los expertos y burócratas del Minsal quizás sepan más que el común de los mortales sobre los soplos al corazón o como mover las listas de espera, pero al parecer desconocen lo que hasta un niño sabe: sumar y restar no son operaciones sometidas a “interpretaciones”.

También en otro plano las autoridades de salud del gobierno actual muestran un cierto desinterés. Chile es -más o menos- campeón mundial en vacunación contra el covid. Pero la nueva etapa, las llamadas vacunas bivalentes que sirven para coronavirus original y las variantes del ómicron, va lento, muy lento.

Y eso, que sólo se aplica a personas mayores de 60 años, enfermos crónicos y al personal de salud. De esos últimos menos de la mitad está vacunado; los mayores, poco más del 20%; y en el caso de los enfermos crónicos, es de sólo 3,44%.

Pero no hay problema, porque lo mismo, dicen en el Minsal, pasa en otros países también. Claro. Eso sí que es un consuelo.

Aunque es verdad. En otros países, suben los contagios y las autoridades sanitarias hacen como si llueve.

Y, además ocurren otras cosas raras. Los sistemas hospitalarios siguen bastante exigidos -menos que en el peak de la crisis, se entiende- pero no con enfermos con covid, sino con pacientes que sufren otras enfermades respiratorias parecidas, causadas, por ejemplo, por el virus de la influenza.

Nadie sabe bien por qué.

Y a esto se suma la decisión del gobierno chino de reducir las medidas restrictivas que habían marcado su política de “covid cero”. La decisión tiene motivaciones, como ha ocurrido en todos los países durante la pandemia, tanto sanitarias como económicas.

De hecho, muchos países industrializados que dependen de la producción china habían estado exigiendo que Beijing hiciera exactamente eso.

Las consecuencias inmediatas no son sorpresivas: los contagios subieron abruptamente; además, con una variante del ómicron, llamada BF-7, que es bien “competitiva”, como dicen los biólogos. Es decir, no le hace mucho caso a las vacunas y a los anticuerpos, sino que se propaga, nomás.

Y, ahora, súbitamente, nos volvemos transportados a inicios del 2020.

Los medios internacionales agitan la ola de contagios en China, mientras mantienen riguroso silencio sobre la situación en casa.

Estados Unidos, en respuesta a la decisión china de eliminar las cuarentanas obligatorias para viajeros que entran a su país, volvió a imponer la obligatoriedad de los tests de covid, pero sólo a pasajeros provenientes de China.

Nadie puede saber qué va a pasar con el o los virus en los próximos meses.

Pero hay una cosa que ya va quedando clara. Al igual que con la irrupción del covid-19, los gobiernos emplearán la pandemia para sus fines políticos, económicos y, sólo en el último lugar, sanitarios.

Como dicen en la tele: el llamado es cuidarse y, sobre todo, a estar bien, bien, atentos.