¡Que se vayan todos!

Después del golpe parlamentario que terminó con el gobierno de Pedro Castillo en Perú, surgen las primeras protestas populares. Su exigencia es que se vayan todos. Los dirigentes del régimen, sin embargo, lo único que quieren es quedarse.

12 de diciembre de 2022

La prensa peruana e internacional tiene un solo relato, una sola idea, un solo problema a desentrañar. Se trata de un asunto intrigante, es verdad. Pero también es el menos importante en la crisis política peruana: ¿qué le pasó a Pedro Castillo? ¿Por qué decretó la disolución del Congreso y estado de excepción, sin haber preparado en nada esa trascendente decisión política?

Su asesor personal narra que, tras la cadena nacional en que comunicó la disolución del Congreso, se encontró con un Castillo “asustado”, que no respondía a las preguntas, al igual que otros consejeros y ministros que lo acompañaban. Otros, como Guido Bellido, quien fuera el primer jefe del gobierno, aventuran que el mandatario fue “drogado”.

Sin embargo, nadie se pregunta qué hicieron los jefes militares en las horas previas a sesión del Congreso en que se iba votar la destitución del gobernante. ¿Qué papel tuvieron en qué planes? ¿Qué conversaciones realizaron con el general en retiro y ministro de Defensa, Gustavo Bobbio, recién nombrado y cercano, según se dice, a los círculos nacionalistas de Antauro Humala? ¿Por qué renunció ese mismo día o en la víspera, no está claro, el jefe del ejército?

Nadie ausculta tampoco qué rol tuvo, si alguno, la nueva presidenta, ungida por el Congreso, Dina Boluarte. Si caía Castillo a través del procedimiento de vacancia presidencial, ella sería su reemplazante. ¿Ninguno de los que habían optado por esa estrategia se preocupó de sondear antes la postura de Boluarte?

Y así, habría más y más preguntas que requieren de esclarecimiento y que constituyen jugosas tareas periodísticas. Pero no.

La consigna oficial, repetida una y otra vez, parece ser que Castillo se volvió loco solo, solito, y nadie más en el mundo tuvo algo que ver en absolutamente nada.

Así las cosas, la nueva presidenta se permite declarar que no habrá elecciones anticipadas, a menos que “la situación lo amerite”. Está claro que la nueva cúpula gubernamental no se siente segura, pese a todo, de su poder. Y hay un indicador al que habrá que poner atención: si o, más bien, cuándo decrete un indulto en favor de Alberto Fujimori.

Ajeno al relato único, las movilizaciones en contra del golpe ya van tomando fuerza. Sobre todo, en sur del país, pero también en el centro de la capital.

Los bloqueos de carreteras en la región de Ica obligaron a la suspensión de los viajes terrestres entre Lima y las ciudades de sur del país. En Andahuaylas, Chimpote, Cuzco, Arequipa, Chiclayo, entre otras localidades, miles de personas se congregaron bajo una sola consigna: “¡Que se vayan todos!”

En efecto, la maniobra golpista en contra de Castillo sólo dejó al descubierto la verdadera faz de un régimen que concentra el repudio popular.

Los conspiradores hicieran cuentas apresuradas. Ahora tendrán que vérselas con el pueblo.