Se puede decir que la historia del pueblo mapuche es en extensión y sentido histórico análoga a la historia de la clase trabajadora.
Nos unen el despojo, el éxodo, el sometimiento y el disciplinamiento de la mano militar. Cada avance en su capacidad política, ideológica y fortalecimiento de su condición de pueblo y clase, los enfrenta a un mismo enemigo. En este sentido, la acumulación de fuerza de la clase obrera y el pueblo mapuche, en la historia común, ha desencadenado la respuesta fulminante de la burguesía. Así como existen las matanzas de la escuela Santa María, de la Plaza Bulnes, de Pampa Irigoin, que quisieron apagar el ímpetu popular, también están las matanzas de Neuquén, Forrahue o Ranquil, que buscaron aniquilar al pueblo mapuche. La nueva pacificación, asumida por el gobierno actual, con su estado de excepción en Biobío y la Araucanía, tiene como actores principales a los mismos que gestaron el acuerdo del 15 de noviembre, sobre los muertos y mutilados del levantamiento popular de octubre.
Un destino común que también se puede constatar en el rito y costumbre de la burguesía de hacer de sus asesinatos, abusos y atrocidades, una epopeya, un relato orientado y conectado con el progreso y un destino manifiesto otorgado por la Providencia y el imperio de turno al que responde la falaz burguesía y los sectores medios que gobiernan.
El contexto del asesinato de Yordan Llempi Machacan es un correlato de esta historia. Ocurrió el 3 de noviembre del 2021 en el Cesfam de Tirúa, tras haber recibido un impacto de bala de grueso calibre, realizado desde un arma de infantes de marina, mientras se encontraba en el patio de su casa en Huentelolén. El asesinato ocurrió bajo la Militarización del Wallmapu, lo cual se materializa a través de la imposición del estado de excepción constitucional.
La responsabilidad política es, como siempre, del gobierno, bajo la clara intención de manejar la crisis interna del régimen y escoger a sus aliados entre militares, policías y políticos corruptos. Es lo que le queda a su miseria.
Yordan Llempi Machacán fue asesinado a sangre fría. El weichafe se elevó por encima de sus enemigos. Se entrelaza con su historia y sus ancestros, que al igual que ellos se rebelaron contra los verdugos. Murió en lucha reconstruyendo el espacio material y espiritual de su pueblo. Nos dejó el aprendizaje aleccionador. La lucha es para los revolucionarios un estado continuo, un llamado ferviente de la tierra a no dejarse avasallar ante las distintas formas de dominación. Los verdaderos revolucionarios sabrán ver y sentir en cada muerto su propia muerte y en cada lucha su libertad.
Kuñe tranapule, mari Witrapürayayngun: si uno cae, diez se levantarán.