Los senadores han de estar exhaustos de tanto trabajar en un solo día. Pero cuando se trata de vender a la patria, se afanan: cerraron el triste espectáculo del TPP-11. Poco antes, habían confirmado, por novena vez, el estado de excepción en contra del pueblo mapuche.
¡Qué día!
Pocas veces, los senadores tienen oportunidad de, no sólo perseguir sus negocios particulares, sino fregarse al país entero en general. La primera parte de la jornada fue una nueva extensión del estado de excepción en el sur. Algo que ya es rutina, porque la excepción es la regla bajo este gobierno y los muy bien dispuestos parlamentarios.
Fue aprobado con un solo voto en contra, el de la senadora Fabiola Campillai.
La ministra del Interior, Carolina Tohá, informó durante la sesión que ya están en marcha las negociaciones para un nuevo estado de excepción que le evite al gobierno incluso este tenue control parlamentario y pueda convertirse en una militarización permanente del país.
En la tarde, tocó el plato fuerte, el TPP-11 o CPTTP, el nombre oficial. Los muy avisados senadores insisten en traducirlo como “Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico”. ¡La palabra es progresivo, ahuevonados! ¡Progresivo, como en “que avanza o aumenta gradualmente”! Es, justamente, la característica más nefasta de ese pacto comercial.
El debate fue sumario. Los defensores del tratado insistieron en que liberaba de aranceles a “3.000 productos”. Claro, 3.000 productos que Chile no exporta, porque carece de una base industrial.
El beneficio de una rebaja de aranceles, según un documento de la propia Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales, es principalmente un mejor acceso al mercado japonés para ciertos productos alimenticios.
El mayor ganador, según el Ejecutivo, resulta ser… la miel. ¡Bravo! Las tarifas bajan de 25,5% a 0% con el TPP-11. Único problema: el negocio es pequeñito. El año pasado, las exportaciones sumaron 13 millones de dólares. Por alguna razón, el gobierno no quiso destacar una industria mucho más grande que se beneficiará de la eliminación del arancel actual de sólo 3,5%: la del salmón.
Pero esas son menudencias (otro producto beneficiado: “despojos de bovinos, frescos o refrigerados”) en las que los senadores no entran.
Seguramente, para no revelar que los únicos que realmente ganan, en lo inmediato, con la parte comercial del TPP-11, y no mucho tampoco, son un par de empresas agroindustriales; además de los ya mencionados salmoneros, una compañía cuyo nombre empieza con Agro y termina con Súper.
La otra posibilidad es que los honorables sean, simplemente, ignorantes.
Así, el representante UDI por Aysén, David Sandoval, se maravilló ante el hecho de que los pescadores artesanales en su región vendan el kilo de erizos a $1.600 (está rebueno ese precio), mientras que en las Europas se comercializa en una latitas de 120 gramos por 30 euros. Sandoval exagera: la conserva de lo que los españoles llaman “caviar de erizo” cuesta poco menos de 20 euros. Pero se entiende la idea, igual.
No deja de ser casi tierno cómo una persona ya crecidita descubra, así de golpe, el intercambio desigual que caracteriza las relaciones comerciales entre los productores de materias primas y las potencias económicas que los explotan.
Y que ese descubrimiento lo haga a propósito de un tratado que busca perpetuar esa relación de dependencia, no en la simple compraventa o exportación de los productos, sino en las ventajas, lesivas a la soberanía nacional, que entrega a las compañías extranjeras que se instalan en Chile para profundizar ese saqueo, es… bueno, muy, muy, desconcertante.
¿Es o se hace?
El TPP-11 fue aprobado con apenas unos murmullos críticos de parte del oficialismo, que se limitó, como el senador del Partido Comunista Daniel Núñez, a reclamar por la oportunidad en que se sometió a votación, es decir, sin esperar la conclusión del teatro de las llamadas cartas bilaterales que el gobierno negocia con algunos países miembros del TPP-11.
Entre medio, el presidente del Senado, Álvaro Elizalde se sintió mal y se fue para la casa. ¿Por vergüenza? No, no. Por Covid.
Y listo. Eso fue todo.
Tan fácil es vender la patria.