Desde hace meses, los milicos están en una guerra de baja intensidad con los estudiantes del INBA. Provocaciones, agresiones, ataques; hoy decidieron hacerse las pobres “vístimas” para tapar sus atropellos. El gobierno su sumó a la persecución de los alumnos con una querella.
No hay duda de que el Internado Nacional Barros Arana es “emblemático”. Esa categoría se debe a un diseño. Si el Instituto Nacional reunía a sabios nacionales como docentes y el Liceo de Aplicación atrajo a educadores alemanes, el INBA fue marcado por una importación de profesores suizos, serios y metódicos, cabe suponer.
En el internado convergieron, de acuerdo con su propósito declarado, jóvenes de todo el país. Muchos de ellos se convirtieron en figuras significativas en sus campos profesionales, sobre todo en el ámbito científico y literario. Pero también se formaron allí importantes dirigentes políticos nacionales, como Patricio Aylwin o altos oficiales de las Fuerzas Armadas, como el general Alberto Bachelet.
Y fue inbano también un inolvidable luchador popular y líder revolucionario: Norberto Nordenflycht, Aurelio o Eduardo, por sus nombres de guerra, pero al que todos los que lo conocieron le decían “Huevo”, un apodo adquirido, justamente, en los patios del INBA.
El famoso himno del colegio –“buenos hijos seremos primero/ciudadanos conscientes, después”, prestos a combatir en “las lides del bien” y “a adorar” a “América, nuestra patria mayor”- refleja un espíritu especial.
La dictadura militar se ensañó con el liceo. Lo convirtió inmediatamente después del golpe en un campo de concentración y de tortura.
En los años posteriores, el ejército se robó la mitad de sus extensos terrenos. Eventualmente, estableció en el sitio la central del Cuerpo Militar del Trabajo, dependiente del Cuerpo de Ingenieros.
Y desde ese lugar vienen atacando a los estudiantes del INBA movilizados. En rigor, habría que decir “estén movilizados o no”, porque la agresión que ejercen es indiscriminada. Disparan bombas lacrimógenas, se paran en los techos para tirar piedras, los mojan con agua, y amenazan, insultan y provocan todo el día, sin parar. Porque, pese el nombre de la unidad militar, el “trabajo” no es lo que distingue a estos milicos.
No son los únicos. Los estudiantes del INBA deben lidiar con matones de la municipalidad, que les disparan balines con rifles de aire comprimido, los persiguen por el barrio; todo esto, sin contar a los carabineros, cuya idea de seguridad pública es golpear y detener a jóvenes, mientras, el resto del tiempo, hacen negocios sucios con las bandas delincuenciales del sector que, esas sí, actúan a sus anchas, bajo la generosa protección policial.
Este martes, el coronel Juan Retamal, el segundo de la División de Ingenieros, salió a denunciar que cuatro de sus hombres, dos oficiales y dos suboficiales, habían sido heridos: “tuvimos que resistir el violento ataque de estos jóvenes escolares”, declaró el muy mentiroso, rodeado de una guardia ataviada con cascos, escudos y equipos anti-motines.
En el hospital militar, estas pobres, pobres, víctimas fueron visitadas por la ministra de Defensa, Maya Fernández. Habrá sido una escena entrañable, quizás con té y galletitas, en vez de gasa y catéteres: el comunicado oficial añade muy al final y en la letra más chica disponible que los efectivos se recuperan satisfactoriamente de sus heridas “leves”.
Retamal no dijo nada sobre las “bajas enemigas”, dos muchachos que resultaron lesionados por la acción de los milicos. No parece ser ese oficial el más adecuado redactor de un parte de operaciones.
Pero, hablando en general, tampoco parece toda esa tropa la más preparada para cumplir con la tarea militar.
Sus máximos mandos son vulgares ladrones, los que les siguen, hicieron carrera al amparo de esos maleantes, y el escalón que está un poco más abajo, como el mentado coronel Retamal, carece del criterio suficiente que le aconsejaría no presentarse frente a todo país como un triste cagón que llora porque unos pingüinos le plantan cara a la manga de inútiles que él supervisa.
Los valientes soldados, esto lo deja claro una vez más, son nuestros jóvenes, los muchachos y muchachas que no se rinden y van todos los días a la pelea por una causa justa.
Ahora, los persigue el gobierno represor, con querellas y amenazas.
Ya viene siendo hora de que no se lleve la juventud toda la carga.
Ya es tiempo que los defendamos a estos “buenos hijos y conscientes ciudadanos”, y que les demos combate sin cuartel a este régimen corrupto, saqueador y mentiroso.