No se confunda, querido lector, finísima lectora, no nos dio por titular como “La Tercera”. La historia de la filtración masiva de antecedentes del Estado Mayor Conjunto es realmente oscura, tirando pa’ color hormiga. Por eso, todos, empezando por los milicos y siguiendo por el gobierno, lo único quieren es protegerse las espaldas.
Malvados. Eso es lo que son, los de Guacamayo, el colectivo de hackers que literalmente se chupó todos los correos electrónicos del Estado Mayor Conjunto de la Fuerzas Armadas de Chile y los publicó en el Día de las Glorias del Ejército, justo a la hora en que se formó la banda de guerra del ídem frente al palco presidencial, al son de, obviamente, “Los Viejos Estandartes”.
Hay que ser muy malo.
Hasta se dieron el gusto de subir un video en que el usuario “weichafe” ejecuta sobre su máquina, bautizada “cibermapu”, los comandos para copiar los susodichos archivos. De fondo suena Anita Tijoux y otros temas estadillistas.
Malos, malitos.
Si este grupo Guacamayo de verdad es todo lo anti-extractivista, anti-militarista y plurinacional que dice ser, no se puede saber. Esa duda es, simplemente, parte de la naturaleza misma de la actividad que realizan.
El hecho concreto es que sostienen haber robado un total de más 10 terabytes de material de varios organismos armados de América Latina: El Salvador, Colombia, Perú y México, además de los archivos militares chilenos.
Pero sólo estos últimos han sido publicados, hasta el momento.
La filtración fue dada conocer por la periodista Emma Best, que dirige el sitio DDoSecrets, que ya ha divulgado otras filtraciones, desde compañías mineras, bancos en las islas Caimán y mucho, mucho, material ruso.
Best, quien fue parte de Wikileaks, de hecho, publicó correspondencia interna de esa organización, a la que había tenido acceso, y en la que se coordinaba la campaña para la liberación de Julian Assange, detenido desde 2019 en una cárcel inglesa, luego pasar siete años recluido en la embajada de Ecuador en el Reino Unido, debido a la persecución estadounidense en su contra.
Según ella, su acción, digamos, un tanto desleal, estuvo motivada por el hecho de que Wikileaks habría perjudicado a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016 al dar a conocer los mails internos de la candidata y su equipo de campaña; mensajes que revelaban un montón de manejos turbios, pero eso es otra historia.
Los documentos del Estado Mayor Conjunto reflejan su carácter: un organismo creado de acuerdo a la doctrina estadounidense que a ninguna de las ramas de las Fuerzas Armada,s en realidad, le gusta mucho.
Es lógico: por separado, Armada, Fach y Ejército, tienen mejor acceso a la plata del Estado.
Por eso, los mails muestran antes que nada lo que es el EMCO, como le dicen los milicos: mucha, mucha burocracia.
Y como ese organismo no manda a nadie, los informes tratan, no sobre movimientos de tropas o material bélico, sino sobre lo que pasa en la oficina. Los reportes atmosféricos los sacan de la internet (www.meteochile.cl), las novedades no son maniobras extrañas enemigas, sino que se les cayó el sistema o que los técnicos de Entel no les atienden el teléfono fuera del horario de oficina.
La función primaria del EMCO es supervisar dos operaciones conjuntas en Chile, el despliegue de militares en la frontera norte y la dotación en el territorio Antártico; además del personal asignado a misiones de paz y de observación de la ONU. Adicionalmente se dedica a elaborar manuales y a informar al gobierno de los descubrimientos de la “inteligencia militar”. Pero esa, los milicos no la comparten con nadie, al menos no la de verdad.
Los mails, por esa razón, pueden parecer bastante insulsos para quien busque revelaciones espectaculares. Los periodistas de la prensa comercial se quiebran la cabeza buscando algo llamativo.
Y, sin embargo, los datos filtrados, para un organismo especializado –otro ejército, por decir algo- son una mina de oro. Porque revela, no secretos específicos, aunque también los hay, sino algo más importante: procesos, métodos, procedimientos, capacidades, relaciones y, aparte, nombres, muchos nombres, con sus funciones, tareas, direcciones, teléfonos. Todito.
Y no sólo de las Fuerzas Armadas, sino también de otros organismos estatales: los sapos de la PDI, de la ANI, de los pacos, los enlaces con los ministerios, tratativas con agencias extranjeras.
En la escala Richter es como el terremoto del 2010, es decir, menos destructivo que el de Valdivia de 1960, pero bien catastrófico.
Y como ocurrió con aquel sismo, el problema no fue el pencazo, sino el tsunami. Y de ese corren todos para ponerse a una distancia segura.
Resulta que el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Paiva, presentó su renuncia. El gobierno lo felicitó por haber asumido la “responsabilidad del mando”. Pero el mismo gobierno, y sin tomar respiro entre los elogios y la acusación, declaró que Paiva les mintió sobre la filtración.
En vez de reportar el robo de los datos, este milico -según la versión de la ministra del Interior, Carolina Tohá, que nada tiene que ver con estos asuntos, porque para eso hay otra ministra, que se llama Maya Fernández Allende y que dirige una cartera denominada “de Defensa”, a la cual responde directamente el famoso EMCO este- el general Paiva, entonces, informó que tenían unos problemitas cibernéticos, unas “vulnerabilidades”.
En suma, pidió platita; probablemente, para tratar de tapar el asunto, encubrir las responsabilidades o…, en fin, ni nos atrevemos a pensarlo, ¿pagarles a los presuntos hackers para que devolvieran los archivos? Ransomware, le llaman a eso en la jerga computín.
Todo es posible.
El gobierno, siempre según el propio gobierno, le facilitó los recursos requeridos, sólo para que el 19 de septiembre, pasaditas las 12, Guacamayo soltara el pastel en la internet, para que todo el mundo lo viera.
Si lo que dice el gobierno -estamos hablando del gobierno de Chile, por si hay alguna duda- es cierto, Paiva no debería estar renunciado, sino preso e incomunicado.
Los que deberían abandonar sus cargos son los comandantes en jefe de las tres ramas de las Fuerzas Armadas, varios mandos más y la ministra de Defensa.
Pero así cómo nos costará dilucidar qué y quiénes están detrás del ataque cibernético, porque los verdaderos motivos se mueven en otras esferas, tendremos notables dificultades en identificar que alguien que se haga realmente responsable del desastre en este régimen de cartón piedra.
Aunque sí debería tocarle alguna sanción al sargento primero… bah, léalo usted mismo. Está todo en la red.