Lo que parecía una intriga palaciega más, se convirtió en una trama internacional de narcos, agencias de inteligencia y sucios, sucios, intereses nacionales e internacionales en el corazón del gobierno. O sea, lo de siempre.
Cristián Bofill, ex director del diario La Tercera, de Canal 13 y, ahora, del blog Ex-Ante, debe haber despertado con un sobresalto. ¡Al fin, un dato! Y, además, weno, weno. Las primicias y exclusivas son importantes, son el alimento que nutre la influencia, son la comprobación de que se está conectado con el poder.
En eso, este gobierno ha sido bastante mezquino con Bofill. El anterior era distinto. Bastaba un telefonazo para que Cristián Larroulet o, a veces, incluso, el propio Piñera, soltara toda la pepa. Pero el grupo de Boric, a Bofill, lo mira feo. Le da apenas un par de migajas.
Pero esta vez, la tenía, la exclusiva: “Se va Lucía Dammert hoy”, le avisan desde Palacio. “¿pero, pero, pero… eztá ezo confirmado?” Bofill tiene un leve, digamos, acento, además de atropellarse al hablar: hay tantas palabras que quieren salir de su boca al mismo tiempo. Y las que pujan ahora para abrirse paso, son las siguientes: “pero ¿zeguro? ez porque llega Crispi, ¿verdad?” “Sí, sí” confirma, cansado, el interlocutor. “Ya, exzelente, pero ¿eztás zeguro no? ¿No me vaz a dejar colgando como la otra vez, con el cambio de gabinete?” “No, tranqui, traqui”.
Pero nada de tranqui, Bofill desató toda la artillería, explotando todos los ángulos de la noticia de la renuncia de la asesora personal del presidente de la República, la “experta en seguridad” de origen peruano, Lucía Dammert, de amplias conexiones con… “todo el mundo”.
Las razones, según Bofill, eran peleas antiguas: de cuando formaba parte del oscuro grupo en torno al operador represivo Mahmud Aleuy durante el gobierno de Michelle Bachelet; o las miradas raras que le daban de pacos y milicos por ser extranjera; o, dentro del gobierno, porque siempre, siempre, estaba al lado del Boric y no los dejaba hablar con el presidente para plantearle sus inquietudes, problemas e ideas.
Todo iba bien, hasta que a Bofill le llegó un mensaje por Telegram: “¿viste Interferencia?”
Ese medio electrónico había lanzado su propia exclusiva, citando a fuentes del FBI y del Departamento de Estado de Estados Unidos, que señalan a Dammert como “persona de interés” en una investigación de narcotráfico, debido a sus vínculos con el ex hombre fuerte del gobierno de Felipe Calderón en México, el muy súper corrupto y, hasta algún momento, mega vendido a Washington, Genaro García Luna. Léalo todo aquí.
La renuncia, según Interferencia, se habría precipitado porque Dammert quería aprovechar el viaje oficial de Boric a la Asamblea General de la ONU en Nueva York para rendir declaración ante el US Attorney en Brooklyn; total, sólo hay que cruzar el puente.
Y todo podría haber funcionado así, según plan, eficiente, si alguien no le hubiese avisado a Paula Narváez -¿se acuerda de ella? quiso ser presidente de Chile- quien oficia en la Gran Manzana como embajadora ante la ONU.
Cuento corto: Narváez, atacada de nervios, llama a Houston, no, a Santiago: “tengo una noticia muy delicada y urgente”. “¿De qué se trata, Paula?” “No te lo puedo decir por teléfono.” “Ya.” “…” “Paula, si no me lo puedes decir por teléfono ¿cómo voy a saber cuál es el problema?” “Ay, nosenosenosé”.
Finalmente, el mensaje, de algún modo, llegó, y Dammert se fue. Y ahí es cuando llamaron a Bofill, a ver si podían despistar.
Cuando se destapó todo, los involucrados desmintieron todo, todo, excepto lo principal, como suele ocurrir cuando los pillan con las manos en la masa; en Ex-Ante limpiaron el sitio, borrando las 20 frenéticas notas sobre Dammert, reemplazándolas con otra noticia bomba, obviamente mucho más importante: un lío diplomático con el embajador de Israel que, dentro de todo, les venía bien a ambos, a Bofill y al gobierno.
Que la asesora personal del jefe de Estado sea una figura reconocidamente ligada a todo tipo de manejos sórdidos, corruptos, oscuros y seguramente, criminales -incluso, sin contar al cartel de Sinaloa- debiera merecer una explicación.
Pero en nuestro país, todo eso es normal. Los, en sentido estricto del término, agentes de intereses foráneos, de trenzas militares y policiales internas y externas, de redes de corrupción, se pasean a sus anchas por los pasillos del poder. No son un agregado extraño, representan el alma, si es que tuviera, de este régimen de vendepatrias.
Con esa triste constatación, sólo queda decir ¡Salud! ¡Feliz 18!