Una “asamblea constituyente” muy especial

A estas alturas, el “gran acuerdo nacional” entre los partidos del régimen ya debía haberse convertido en el anticucho más preciado de las ramadas republicanas. Pero los cocineros, simplemente, son muy pencas. Tienen todo lo que querían, pero, aun así, no les da el cuero. Ahora, trataron de darle un marco más solemne a sus tratativas; quisieron escenificar su propia asamblea constituyente. Obviamente, todo salió mal. De nuevo.

Esta vez, el lugar lo habían elegido con pinzas y anticipación. No debía repetirse el lío de la semana pasada, en que ni siquiera pudieron acordar un lugar donde reunirse. Esta vez, decidieron juntarse en Santiago, en el hemiciclo del antiguo Senado, a pasos de la sala en que sesionó la fenecida convención constitucional.

Ahora, les tocaría a ellos echar los “cimientos de la casa de todos”, blablablá.

La tarea impuesta, al menos en la superficie, es generar un nuevo acuerdo del 15 de noviembre, luego de que ellos mismos malograran el original. Y, ostensiblemente, el contenido de este acuerdo es, nuevamente, “un proceso constituyente”.

Obviamente, todo eso es puro cuento. Lo que quieren es protegerse a sí mismos en medio de la crisis que vive el país. Sobre todo, quieren evitar que algún sector se descuadre cuando las cosas se pongan difíciles.

Y difíciles, se van a poner.

Lo inmediato, sin embargo, debiera ser simple: un nuevo proceso constitucional, luego del resonante rechazo a la propuesta sometida a plebiscito el 4 de septiembre. En eso, supuestamente, estaban de acuerdo, incluso antes de que la convención terminara su trabajo. Por eso, los partidos del régimen fueron cambiando, uno por uno, su opción de Apruebo a Rechazo. Creían que eso les facilitaría las cosas.

Y ahora están con el pastel. Tienen que hacerlo todo de nuevo.

Y para sus fines, las instituciones y la constitución vigente, poco les importan. El cuadro de hoy en la sala del Senado, el mismo organismo que antes del golpe de 1973, había emitido una proclama sediciosa e ilegal, es insólito.

En la testera, el presidente del Senado, Álvaro Elizalde, y su colega de la Cámara de Diputados, Raúl Soto. ¿Se trata de una sesión del congreso pleno? No. Primero, porque no estaban todos los parlamentarios; segundo, porque varios de los presentes no los son, como la presidenta del PS, Paulina Vodanovic, o del PC, Guillermo Teillier, o la señora de Evopoli, la que sale en la foto arriba. Tampoco es senadora o diputada la ministra Ana Lya Uriarte o varios otros que pulularon por ahí.

¿Dónde está previsto, en orden jurídico vigente, una asamblea semejante, que se atribuya la facultad de ordenar un cambio constitucional?

En ningún lado.

¿Quién les dio derecho para sus manejos?

Nadie.

De hecho, para prevenir que alguien se suba por el chorro, el artículo 7º de la constitución del ’80 establece que: “Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de personas pueden atribuirse, ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes. Todo acto en contravención a este artículo es nulo y originará las responsabilidades y sanciones que la ley señale”.

Pero eso, obviamente, no se aplica, cuando se trata de ellos. La constitución y las leyes y, sobre todo, sus sanciones, sólo le tocan al pueblo. El régimen puede hacer y deshacer a su gusto.

El problema surge cuando ese régimen ya está en el piso. Porque haga lo que haga, todo sale mal.

Mientras las calles de la capital se remecían con las movilizaciones de los estudiantes y infestaban de gas lacrimógeno, los singulares asambleístas trabajaron -con pausas, no hay matarse- hasta la hora del almuerzo. Para entonces, los presidentes de esta asamblea constituyente ad-hoc celebraban un inicio de acuerdo, que consistía en que básicamente repetirían la convención constitucional, pero sólo con ellos… de algún modo… eh… los detalles los vemos después… estos son grandes principios.

¿Qué hacemos? ¿qué hacemos, por Dios?

Brillante.

En el gobierno estaban exultantes. La ministra Camila Vallejo, contenta de poder anunciar su propio acuerdo nacional, ya que en el del 15 de noviembre de 2019 el PC no alcanzó a salir en la foto, señaló: “la suma de voluntades de los distintos partidos ha logrado encauzar democráticamente este nuevo proceso constituyente que tendrá un órgano electo, con independientes, pueblos originarios, paritario y con apoyo de expertas y expertos”.

¡Ay! Lindo, lindo, lindo.

Pero al rato, los partido de la derecha salieron con que… ¡no había ningún acuerdo! ¡Nunca lo hubo! “No aceptamos que pretendan imponer un curso de acción y mucho menos torcer mezquinamente las conversaciones en marcha. Hemos concurrido de buena fe a todas las instancias que nos han convocado, pero vemos con preocupación de que de vuelta no estaríamos recibiendo similares intenciones”, sostuvieron en una declaración oficial.

¡Uh! No tan lindo.

No se preocupe, esta comedia continuará. Al menos, hasta que alguien les baje la cortina a tan pobres artistas.