Hace 14 años desaparecían 43 normalistas de Ayotzinapa, ante el requerimiento popular de que aparecieran vivos, el gobierno mexicano inició una investigación que llegó a la conclusión que habían sido quemados por el narcotráfico, deslindando responsabilidades estatales.
Parece ser que la verdad en el caso de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa es más macabra que lo esclarecido por el gobierno de turno anterior, tratando de entregar un “relato ficticio” de los hechos que llevaron a su desaparición. En el presente gobierno de López Obrador, han tratado de descubrir cuál fue la secuencia de los hechos y qué sucedió con los estudiantes de pedagogía.
En México, aquellos que luchan por sus demandas no solo deben protegerse de la represión orquestada por el Estado, sino que además deben estar atentos a los intereses del narcotráfico en los territorios en que están. Este es el caso de los alumnos normalistas, que ese día trataban de llegar a manifestaciones que harían en Ciudad de México y en el transcurso del viaje son interceptados y hechos desaparecer en Iguala.
Todo sucedió entre el día 26 y 27 de septiembre del 2014, cuando son detenidos los buses en que viajaban y obligados a descender. Lo que sucede posteriormente es lo que no está muy claro. Algunos antecedentes indican que todo el trayecto que hicieron los estudiantes y el lugar de destino eran conocidos por los militares, pues tenían infiltrado a un soldado que indicó todos los datos. Parece ser que hicieron un operativo donde intervinieron militares, policías y miembros del cartel de narcotráfico Guerreros Unidos. Además, también intervinieron en este caso las autoridades gubernamentales que buscaban dar un escarmiento a aquellos que se movilizan, y qué era mejor que hacerlo con violencia. Hacían esto porque son parte del entramado de corrupción que tiene el narcotráfico, que, en países como México, llega a todos los ámbitos de la política, justicia y a todo tipo de autoridades.
Para sacarse el problema de encima, el gobierno anterior presentó una investigación donde se presentaba que la desaparición de los estudiantes habían sido un “hecho fortuito” y que sucedió sin ser planificado, de manera que habían sido apresados, asesinados y quemados en el vertedero de Cocula. Hecho que resultó ser falso. La verdad es que fueron individualizados, seguidos, cercados y aprisionados, luego con ayuda de militares y policías fueron entregados al grupo de narcotráfico Guerreros Unidos. Incluso, se tiene certeza que cuatro días después del suceso, continuaban con vida seis estudiantes y que fueron asesinados por orden del coronel del ejército José Rodríguez, que tenía a su cargo el 27º batallón de infantería en Iguala. Aún, la historia es más escalofriante, pues el informante que era un soldado que estaba infiltrado entre los estudiantes también fue asesinado.
Como corolario a la investigación se han acreditado la participación de diversos acusados y su orden de captura, entre ellos están 20 militares entre oficiales y soldados, 44 policías, 14 miembros del grupo Guerreros Unidos y, 5 autoridades del gobierno del Estado de Guerrero.
Respecto de los sucesos, podemos ver como los enemigos tanto de los narcotraficantes como del Estado son los estudiantes, parte del pueblo y contra ellos unos y otros tratan de infringirle el máximo de daño al reprimirlos. Que las fuerzas armadas, en la suposición que actúan protegiendo al país y con sueldos en muchos casos superiores al pueblo, sucumben como moscas ante el dinero, pagarles solo los hace más susceptibles de corrupción, como lo vemos en nuestro país. Que en todas las latitudes los políticos actúan en pro de quien tiene dinero, no importa quién sea, en el caso mexicano los narcotraficantes forman parte de esa burguesía. Finalmente, los únicos que pueden luchar y vencer a esta corrupción es un pueblo que toma el poder y que transforma la sociedad para el bien general de su población.