La farsa y sus farsantes

Como gato de espalda quedó el gobierno, luego de destituir a la ministra de Desarrollo Social, Jeannette Vega, por intentar dialogar con el dirigente de la Coordinadora Arauco Malleco, Héctor Llaitul. No, como gato no. Porque esos, al final, igual se levantan.

Gabriel Boric tiene la columna vertebral de un equinodermo o de un nemátodo, es decir, inexistente. Su flexibilidad política es similar a la de aquellos animalitos, los erizos de mar y los gusanos, respectivamente. Pero hubo una cosa que repitió y repitió antes de ser elegido que, casi, casi, uno creía que era verdad.

¿Qué decía Boric? Que había que terminar con lo que llamó la “militarización del Wallmapu”; que se trata de un conflicto entre “el Estado de Chile y el pueblo nación mapuche” y que promovería “el diálogo”.

Como es manifiesto, pronto después de asumir como jefe de aquel Estado que está en un conflicto con… etcétera, etcétera, profundizó la militarización al declarar el territorio mapuche bajo estado de excepción y desplegar a las fuerzas armadas para reprimir.

¿Y el diálogo? Bueno, cuando se supo -de manera y de fuente inesperada, eso es cierto- que alguien de su gobierno intentó entablarlo, la echó del gabinete con escándalo y escarnio.

Ahora lo niega todo.

Bueno.

Definamos, antes de seguir, brevemente el significado de una palabra que se impone con la misma incivilidad de un pasajero que salta al vagón repleto del metro justo antes de que se cierren las puertas: mentira. Digamos, para ser bien estrictos que es una afirmación falsa, proferida a sabiendas de su falsedad y con el fin de engañar.

¿Cuándo mintió, entonces, Boric? ¿Cuando prometió determinada política e hizo exactamente lo contrario? ¿O miente ahora, cuando dice que nunca intentó realizar lo que prometió?

Es chistoso, porque lo notable de este gobierno es que es capaz de hacerlo en los dos casos.