Están nerviosos y saltones. La obsesión de los partidos del régimen por cerrar un nuevo “acuerdo por la paz” choca con sus temores e ineptitudes. Todos están de acuerdo, pero a la hora de la verdad, siempre hay uno que se jode al otro y todo vuelve a fojas cero. En este capítulo: Carolina Tohá.
Toda cocina tiene un horno.
Eso lo sabe muy bien Carolina Tohá. Porque en toda su -extensa- carrera política, los bollos, kuchenes y el pan masa madre se le han quemado en la puerta del ídem.
La ex dirigente de la Fech y protegida de Ricardo Lagos ha pasado por muchas partes, pero siempre hubo algo o alguien que le impidió dar el gran salto.
Y eso que no es la más incapaz de todo el personal concertacionista. Al contrario. Es habilosa; es mujer, lo que significa que ha tenido que trabajar el doble; pero, al final, nada le resulta en la vida. Baste con decir que estuvo emparejada con Fulvio “¡ay-ay-ay-me-acuchilló-un-negro!” Rossi. Triste, pues.
Cuando tuvo la genial idea de sellar una alianza corrupta -algo había aprendido en el laguismo- con Julio Ponce Lerou, el yerno de Pinochet y dueño de Soquimich, para asegurar la continuidad de la Concertación, con ella, digamos, si no al frente, al menos en una posición expectante, todo se fue al carajo.
No porque la descubrieran; eso ocurrió después, cuando se reveló que, a través de una “ONG amiga”, Ponce Lerou coimeaba al PPD, del cual Tohá entonces era presidenta, con millonarias sumas. Para tapar los ingresos en la contabilidad, el tesorero de la colectividad, Luis Matte, hizo figurar a la minera como un militante del partido.
¡Genial!
Lo único malo es que no podemos preguntarle al señor cómo se le ocurrió esa idea, porque está… ehhh… muerto -fue asesinado a cuchillazos hace un par de días en Bogotá, Colombia.
¿En qué andaría?
Pero mientras estaba vivo, Matte juró y rejuró que Tohá no tuvo nada que ver con estas movidas. Eso, a pesar del intercambio de mails con Tohá que confirmaban las tratativas con el gerente de Soquimich, Patricio Contesse, las reuniones de Matte y Tohá con el operador de Ponce Lerou y, finalmente, las firmas de Tohá sobre los documentos que validaban los millonarios y muy extraños ingresos de aquel dedicado “militante” corporativo.
No, no fue eso lo que frustró los planes de Tohá. Fue el hecho de que, en paralelo, el grupo en torno a Michelle Bachelet cerró su propio trato sucio con Soquimich. Así, Carolina Tohá quedó off side, mientras las Bachegirls y Bacheboys armaban su propio cuento, la “Nueva Mayoría”, sumando al Partido Comunista y al grupo del entonces dirigente estudiantil Giorgio Jackson a lo que quedaba de la Concertación.
A Tohá no le quedó otra que mirarlo por TV. Otra vez, segundona.
Había zafado, como casi todos los otros, de las investigaciones judiciales gracias a un oportuno, e igualmente corrupto, pacto de impunidad del régimen. Pero sus ambiciones políticas se fueron al tacho de la basura. Perdió la reelección a alcaldesa de Santiago frente al cognitivamente desafiado Felipe Alessandri y luego de una gestión marcada por la represión en contra de profesores y estudiantes secundarios de la comuna. Y tuvo que refugiarse en algún lado.
Ese lugar, fue el famoso bar Liguria, en Providencia, el preferido de los periodistas y de la escena progre local.
Allí iban todos, la Javiera Parada, el Miguel Crispi, el Gabriel Boric, el columnista Cristóbal Belollio, el economista Óscar Landerretche y, muchos, muchos, más. El punto es que, entre conversa y conversa, en torno a los negronis y los Campari naranja, Tohá fue armando, como pudo, un nuevo plan, apoyada por el hijo de “El Presidente”, como ellos le dicen a Ricardo Lagos.
Se le ocurrió, por razones difíciles de dilucidar, que el mentado Landerretche, ex presidente ejecutivo de Codelco, sería un excelente candidato presidencial para una nueva coalición, que abarcaría desde la DC hasta el sector más elegante del Frente Amplio, pero sin el PC, en que ya mostraba su ambiciones el pesado del Daniel Jadue, una bestia negra para ese selecto grupo.
Pero algo siempre anda mal con Tohá.
Porque, al rato, ya todo el mundo estaba preguntándole al niño Landerretche si quería ser presidente.
Y, también, todos ya sabían quienes estaban metidos en la delicada -y secreta- maniobra política: Ricardo Lagos Weber, como ya sabemos; Felipe Harboe; Álvaro Elizalde; Guillermo Larraín, un DC ligado a las AFP; la infaltable Javiera Parada, Lucía Dammert (hoy, la principal consejera del presidente Boric) y como sesenta personas más que se coordinaban a través de un grupo de Whatsapp, llamado Deep State.
Así no se puede. Si todos pueden prever la jugada, no resulta.
Y así fue. El amigo Landerretche que, de por sí, ya andaba un poco tenso, ansioso, duro -mintindís, como diría Alexis Sánchez (se entiende, en todo caso: le habían mandado un paquete bomba a la casa que casi, casi, lo hace volar por los aires) fue demostrando que le faltaban cien pesos para la luca presidencial.
Además de que se anduvo ofreciendo de candidato a destiempo, mucho antes de que culminara la cocina que lo iba ungir, tiene un problema, digamos, de personalidad. En términos simples, el hombre es -o se pone- muy mechita corta. Alguien le pregunta la hora y el tipo saca un bate de beisbol y con la cara roja como tomate por la ira grita de vuelta: “qué te pasa, CTM, la hora me vai a pedir ¿no tenís reloj, muerto de hambre?”.
No servía.
De nuevo en cero. Y justo cuando Tohá trataba de rearmar su grupo o algo… viene el levantamiento popular de octubre o, como ella le diría, el estallido, por que así lo sintió, como aquel paquete nefasto que le habían mandado a su fallido candidato.
Y después vino la pandemia, y el plebiscito constitucional, y la convención, y la Narvaéz, el Jadue, la Provoste, el Boric…
Y Tohá, siempre afuera, mirándolo por Zoom. Entremedio, trató de fundar un blog que defendiera “los 30 años” de la Concertación -lo bautizó, muy aptamente, Entrepiso, que nadie leía y nadie pescaba.
Hagamos fast forward, porque ya se va entendiendo el patrón. Poco antes de las elecciones presidenciales, Tohá reaparece públicamente en las tertulias de canal 13 -en la radio, más bien- junto al ex director de La Tercera y de la propia estación televisiva del grupo Luksic, Cristián Bofill. Allí, Tohá, inicialmente, poco tenía que decir, excepto lamentarse, y mucho, de la suerte política de lo que fue la Concertación.
Pero la victoria electoral de Boric cambió todo. Había renacido la esperanza, se sentía en el ambiente: “la alegría ya viene”. La Concertación no había muerto, después de todo.
Pero eso, aparte de falso, en general, no incluía a Tohá, en particular, si no fuera por la inestimable intervención de Ricardo Lagos Escobar a inicios de junio. Éste impuso la doctrina del “Rechazo para reformar” con una variante retórica que ha sido acogida con entusiasmo por el oficialismo y, en especial, por el presidente Boric: da lo mismo el resultado del plebiscito, lo importante es el acuerdo de los partidos del régimen.
Con esa idea, de la sutileza de un taladro chino, el gobierno pretende enfrentar la cocina por un nuevo “acuerdo por la paz” que, esta vez, lo salve a él, arropado en el reencuentro de todos los sectores del régimen, inoculados y protegidos de inoportunas intromisiones de la población.
¿Y Tohá? Si lo hace bien, si no se equivoca, si no se adelanta, si mantiene abajo la cabeza con el corte de pelo pixie, podría jugar, finalmente, un papel estelar.
Chef de chefs, reina de la cocina: los títulos son tentadores.
Sólo hace falta un poquito de paciencia, un mínimo de disciplina. Calleuque el loro, es la consigna. No mostrar las cartas antes de tiempo.
¿Y qué hace Carolina Tohá? Lo de siempre.
Luego de ver que Boric le pega una repasada pública a la ministra del Interior, Izkia Siches, revela toda la jugada. En el blog de su aliado Bofill, Ex-Ante, manda a decir que ella está lista para asumir ese ministerio. Y lo hace de la peor manera: quemando a otro aliado, el lobbyista empresarial Eugenio Tironi, otro consejero de nuestro presidente.
El artículo es una delicia: “[Confidencial] Cómo se forjó el nexo de Eugenio Tironi con Boric y las posibilidades de Carolina Tohá de entrar al gabinete después del plebiscito”. Y eso es sólo el título.
Después sigue: “Personas muy cercanas a Tironi niegan tanto que sea una de las personas más influyentes frente a Boric como que esté impulsando el nombre de Tohá, aunque sí reconocen que le agradaría ver su nombre en el gabinete, ya que consideran que tiene las condiciones para tener un buen desempeño. El lugar donde más suena Tohá —que en los últimos tres meses se ha desplegado mucho en los medios— es en Interior, como sustituta de Izkia Siches. Ella ha señalado que se trata sólo de rumores y que no está pensando en el cargo”.
No, no, no, claro que no.
Está bien. Supongamos que “las personas muy cercanas a Tironi” fueran, bueno, Tironi mismo, que, presionado por las maniobras de otras opciones, decide adelantar el movimiento.
O sea, que esta vez, no es culpa de Tohá.
Pero ella sí es la que devela de antemano cómo concibe su papel en esa cocina.
Para ello, celebra el acuerdo, apenas encubierto, de Boric con los DC Ximena Rincón y Matías Walker de rebajar el quórum de la constitución del ’80 a cuatro séptimos, que regiría en caso de que se imponga el Rechazo. Como ya dijimos aquí, esa medida, que es presentada como prueba de un supuesto afán reformista, sólo favorece a la derecha y… a la DC.
¿Por qué Boric haría algo así? Bueno, porque su contribución a la cocina, la ensalada papas-mayo que él aporta a la gran comilona del nuevo acuerdo por la paz, es la conservación de la constitución de Pinochet o de sus disposiciones medulares.
Obviamente, eso no puede decirlo así con todas sus letras, porque… porque… ¿qué diría la gente, si eso se supiera?
Y aquí entra Carolina, como siempre. En una entrevista con La Tercera se refiere al papel de la Derecha después del plebiscito: “estoy constatando un hecho de la causa. Ellos tienen la mitad del Senado. Lo que estoy diciendo no es que no se va a hacer un proceso, estoy diciendo que se va a hacer el proceso que ellos estén dispuestos a aceptar. Ellos van a poner el límite, las reglas, decidir cuánto abren la puerta”.
Y, entonces, agrega la parte crucial. “Vamos a ponernos en la hipótesis pesimista”, de que el Partido Comunista, parte del oficialismo, al fin y al cabo, no sea parte de “los acuerdos”, dice. “Sin el PC, estos acuerdos se aprueban igual. Incluso, sin el PC y el Frente Amplio, se aprueban igual”, concluye.
Es decir, el acuerdo de los partidos del régimen podría llevar a un cambio de la coalición del gobierno elegido hace apenas nueve meses. Un cambio que, naturalmente, en la mente de Tohá, significa el regreso de la Concertación y de la “política de los acuerdos” con el pinochetismo de los años ’90.
Lo interesante de las declaraciones de Tohá es que son aplicables tanto en el caso del triunfo del Rechazo como del Apruebo. De hecho, ella confunde deliberadamente la rebaja a un quórum a cuatro séptimos, ya aprobada para la constitución del ’80, con las reglas para reformar la nueva constitución.
Como diría el presidente Boric: “es lo mismo”.
Y con Carolina Tohá, también: lo mismo de siempre. En la puerta del horno, malogrando todo.