Reformar para rechazar

El gobierno y los partidos políticos, contrario a lo que dicen las encuestas, parten del supuesto de que va a ganar el Apruebo en el plebiscito. Por eso, llevan harto tiempo cultivando la idea de que la nueva constitución debe ser reformada, aún antes de que entre en vigencia. Ahora, a última hora, como siempre, están cerrando su pacto espurio.

El vespertino “La Segunda” hace tiempo que ya no es lo que era. En su época de gloria, lanzaba la consigna diaria de la burguesía, que aparecía después de almuerzo en todos los kioskos de Santiago. Ahora ya casi no hay kioskos en ningún lado y del diario se imprimirán, con suerte, unos 300 ejemplares, que terminan en los escritorios de los ministerios y las salas de redacción de los otros medios de comunicación. Que esos, sí siguen leyendo “La Segunda”.

Pero, hay que reconocerlo, en su decadencia, el periódico perteneciente, como El Mercurio, a la familia Edwards, a veces le acierta con su portada. Así fue hoy: “Cocineros del Aprueblo aún negocian la receta” dice, sobre una foto de Boric con un enorme fondo.

En efecto, la cocina está con los quemadores a tope, el vapor ya empaña las ventanas, y quedan pocos ingredientes por agregar: el puro zapallo y un último toque de sal.

Pero ya es un hecho. En cualquier momento, el oficialismo va a declarar qué normas de la nueva constitución se van a reformar en el Congreso. ¿Nueva constitución? ¡Pero sí todavía no se ha aprobado! dirá usted, excelsa lectora, eminente lector.

Ya lo hemos dicho antes. La idea de una nueva constitución es el resultado de las medidas aplicadas para impedir el avance del pueblo luego del levantamiento popular del 2019. Fue la mano de salvación que el régimen se prodigó a sí mismo.

Pero al poco andar, ese proceso comenzó a hacer agua. Los partidos de la derecha que habían suscrito el acuerdo del 15 de noviembre, de repente, declararon que rechazarían todo lo pactado. Chuecos.

Después, la elección a la convención constitucional fue en una dirección inesperada e incómoda: fueron elegidos un montón de independientes que no estaban al tanto de las maquinaciones y acuerdos. Mal, mal.

Pero con el paso del tiempo, se impuso el peso de los partidos políticos en la constituyente, por presiones y por miedo de causar problemas al régimen y, también, digamos las cosas como son, por prebendas y compra de convencionales, a través de ONGs extranjeras con fondos bien aceitados y, seguramente, algún maletín con dinero cash.

En resumidas cuentas, el proyecto de nueva constitución no es, como se dice, ni radical ni transformador. Al revés, su estudio detallado y su carácter general muestran una faz más bien conservadora, pues, como otras que ha tenido el sistema chileno, sigue privilegiando a la burguesía.

Es cierto, hay algunas innovaciones más contemporáneas, derivadas de los textos jurídicos de otros países o de ciertos planteamientos académicos. También es verdad que contiene, dentro de estrechos límites, algunas normas más democráticas que la actual constitución.

Y es eso lo que causa la gran polémica de ahora, la pelea por el Apruebo y Rechazo.

La derecha llama a desechar el proyecto totalmente. Es lógico, quiere preservar la constitución de la dictadura, hecha para proteger los intereses de los ricos y para premiar a las fuerzas armadas por traicionar al país.

En el centro o la centro-izquierda -o sea, el oficialismo, que incluye al Partido Comunista, a los liberales de Boric y a los cada vez más ínfimos PS, PPD, PR, a parte de la DC, en lo más íntimo, también rechazarían, si pudieran. Su sueño, como el de la derecha es volver al “oasis” chileno que regía antes del 18 de octubre de 2019.

Pero, claro, no pueden plantear eso abiertamente, porque significaría su muerte política instantánea. La derecha también tiene que matizar su Rechazo con promesas de elaborar, en el futuro, una nueva constitución.

Así, estamos en el gran juego de la simulación del Apruebo y Rechazo.

Cada uno pretende querer algo opuesto a la contraparte. Pero, en realidad, coinciden en consignas similares, aprobar para reformar y rechazar para reformar. Lo que se repite, y no por casualidad, es reformar.

¿De qué se trata, entonces? ¿Qué está cocinando el gobierno con sus partidos y, por extensión necesaria, con la derecha?

Hay varias cosas que son sólo para la galería, para embolinar la perdiz, para evitar que se noten los puntos que verdaderamente les importan. Entre esos fuegos artificiales están especialmente modificaciones al estatuto de plurinacionalidad o cambiarle el nombre de “Sistemas de Justicia” a “Poder Judicial”, cosas que no les importan, pero, creen, podrían servir para confundir a la gallada.

No. Lo que cuenta en esta cocina está expuesta de manera bastante clara en la lista de ingredientes que presentó la facción pro-Apruebo de la Democracia Cristiana.

Veamos:

  • Se debe devolver la iniciativa absoluta del presidente de la República en materia de gasto fiscal. Así se evitan problemas como los retiros de las AFP o que se presione al gobierno a dedicar más recursos a educación o salud.
  • Se debe anular la presencia de las llamadas “organizaciones políticas”, que podrían incluir listas de independientes u otras formas de asociación política no disciplinadas en el sistema electoral. Se trata de asegurar el monopolio de los partidos del régimen en el Estado.
  • No se debe permitir la reelección del presidente de la República, es más, debe alargarse su mandato a seis años. Eso es para propiciar la “alternancia” al estilo Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera-Boric-… Piñera (¡ay! se nos salió ese secretito) que ayuda a la armonía entre los distintos sectores del régimen.
  • Se debe reincorporar el estado de excepción de emergencia, pues ¿de qué manera se podría reprimir al pueblo en otro levantamiento? Es obvio ¿no?
  • Transformar la Cámara de las Regiones y llamarla “Senado” de las Regiones. Esto es simple y es, en verdad, lo más importante: que siga el Senado, el órgano de control del régimen por excelencia, y que es donde más se cobra: ¿quién quiere mojar a 60 o 70 diputados, si basta concentrar las coimas a un par de senadores? Es más eficiente así.
  • “Arreglar” el capítulo del agua para eliminar todo riesgo potencial de que se vean afectados los intereses de forestales, especuladores, agro-capitalistas y terratenientes.

Hay más, por supuesto, hay algunas variantes y otros puntos. Por algo están negociando. Pero por ahí van los tiros.

En suma, se trata de que nada les impida o, más bien, pudiera hipotéticamente impedir que sigan robando.

Pero hay un problema. Todo esto tienen que arreglarlo antes del plebiscito del cuatro de septiembre. Así, pueden plantear que ya todo está pactado, sellado y sacramentado. Un hecho consumado. La democracia, bien gracias.

Anticipan una victoria del Apruebo y quieren conjurar el peligro de que alguien exija el efectivo cumplimiento de las normas de la nueva constitución, que los poderes del Estado, conformados aún bajo la antigua constitución, queden en entredicho, incluyendo al actual presidente y su gobierno.

Para eso, los “Aprobar para Reformar” intentarán presentar su cocina como una medida para revertir las encuestas y asegurar el triunfo del Apruebo.

Y eso va a ocurrir. Aunque lo presenten el domingo en la tarde, la Cadem, esa misma noche, va a mostrar un “muy sorprendente” repunte del Apruebo. Se lo apostamos, querido lector, querida lectora: cinco lucas en la triple con alargue.  

El hecho, en todo caso, de que semejante acuerdo del oficialista confirme el cavernario discurso de la propaganda del Rechazo, en el sentido de que la propuesta constitucional no sería “güena”, sino “mala”, se les escapa a estos brillantes dirigentes.

O, quizás, no les importa, a estas alturas. Llevan ya harto tiempo desesperadamente buscando soluciones mágicas para salvarse.

Es un pálpito, nomás, pero algo nos dice que, esta vez, tampoco les va a ir bien.