Los pueblos nunca son derrotados

Un nuevo aniversario del asalto cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, es el recuerdo de una acción más de lucha entre los innumerables episodios en que los pueblos de América se han rebelado. ¿Por qué un revés, uno entre tantos, habría de servir de hoy de inspiración? Sirve para probar que, para los pueblos, las derrotas no existen.

Esto iba mal.

Fidel Castro, a punto de cumplir 27 años, de profesión revolucionario, aunque sus documentos decían que era abogado, grita “¡Adelante, adelante!” a sus compañeros. Pero éstos, en medio del tiroteo, no entendían la instrucción. Estaban bajo nutrido fuego de un contingente de soldados, muchos de ellos, a medio vestir -era poco después de las cinco de la madrugada – pero perfectamente armados con fusiles Springfield.

Y todo ese rato, esa maldita alarma, que no dejaba de sonar.

Fidel observa, alarmado, que el enemigo emplaza una ametralladora .30. Desesperadamente, le dispara con su escopeta. Sin resultados. La distancia es demasiado grande para los perdigones que despide su arma.

En otro edificio cercano, el palacio de justicia, su hermano Raúl, -que se había sumado a la operación sin a avisarle a Fidel- ya sabía que la misión de su grupo, dirigido por Lester Rodríguez -apoderarse del techo del inmueble para neutralizar una ametralladora emplazada en el club de oficiales del cuartel- estaba destinada al fracaso. La alarma de alerta taladraba en sus oídos. La sorpresa, el factor principal de operación, se había perdido.

Abel Santamaría, uno de los líderes del movimiento, pudo constatar lo mismo en el hospital Saturnino Lora. Su tarea era golpear desde allí la retaguardia del enemigo, pero éste concentraba su fuego en contra de su posición.

La retirada era necesaria, pero fue caótica.

Abel y otros más se quedaron atrapados en el hospital. Fueron apresados, torturados y fusilados. Muchos de los demás fueron capturados en los días siguientes. El fracaso había sido rotundo. El asalto al cuartel Céspedes, en Bayamó, realizado en paralelo, tampoco había tenido éxito.

Los hombres y mujeres del 26 de julio de 1953, que pretendían desatar una rebelión popular en contra de la dictadura de Batista, que debía comenzar en la combativa Santiago de Cuba y cuyo iniciador sería la conquista del cuartel Moncada, no repararon en sacrificios. Vendieron sus casas y herramientas de trabajo, usaron sus ahorros y consiguieron préstamos para adquirir las armas, los uniformes y el resto del material que se emplearía en la acción.

Seis de ellos murieron en el combate. 55 fueron asesinados en la venganza de la tiranía.

Y sabían que eso podía ocurrir. Poco antes de salir de la granja Siboney rumbo a la fortaleza, Fidel les había dicho lo siguiente:

“Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos, pero de todas maneras -¡óiganlo bien, compañeros!- de todas maneras, el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertad o Muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna, es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche, debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar si no por última necesidad”.

Fidel mencionó, años después, que cuando iba, en la madrugada del 26, en una caravana de autos robados, en dirección al cuartel Moncada, rumbo a la derrota, que sentía que ese era el mejor día de su vida.  

A 69 años de aquel monumental revés, el cuartel Moncada ya no es una fortaleza. Es una escuela, la Ciudad Escolar 26 de Julio.  

¿Qué podría resumir mejor el sentido de una lucha?

¿Y qué podría servir de mejor testimonio de que los pueblos nunca son derrotados, sino que siempre vencerán?