“Tres veces te engañé”

Es la misma historia. La misma desde que asumió este gobierno. Hace una concesión tras otra, con la esperanza de ser felicitado por sus opositores. Pero no. Éstos piden más y más. Hasta que la humillación sea mayúscula. Ahora le rechazaron el proyecto de «infraestructura crítica». Y por puro joder.

Esto ya parece una relación tóxica, como en un bolero de Paquita, la del Barrio. La diferencia es que, eventualmente, Paquita manda a mejor parte al galán abusador. Y de eso, finalmente, tratan sus canciones.  

“¿me estás oyendo, inútil, bueno para nada?/¡Pa’ puras vergüenzas!”  

Convengamos una cosa. El gobierno lo hizo todo mal.

Tomó el plan de militarización legal, denominado eufemísticamente de “infraestructura crítica”, propiciado, en su momento, por Piñera, y lo hizo suyo.

Existe, por supuesto, una miríada de declaraciones de los actuales miembros del gobierno y parlamentarios oficialistas en que, también en su momento, denunciaban indignadamente el proyecto como el peor de los abusos. Pero eso no importa. Es gente de principios flexibles.  

“tú que me dejabas/yo que te esperaba/yo que tontamente/siempre te era fiel”

El problema es que entre tanto hacerle caso a la derecha, también tuvieron que considerar los deseos militares.

Esos reclamaron porque no había en el proyecto, que ya se había aprobado en el Congreso, una “cadena de mando clara”

A lo que se refieren es que no contemplaba la figura del “jefe de defensa nacional”, como existe en los estados de excepción. Ese jefe de defensa, según las normas constitucionales, asume la totalidad del poder y en ningún lado se explicita su subordinación a las autoridades civiles.

En otras palabras, una cadena de mando poco clara.

Pero eso es lo que pedían.

El problema es que el proyecto ya estaba listo para ser promulgado. ¿Qué hacer?

El gobierno presentó un veto sustitutivo, en que introduce al famoso jefe de defensa y autoriza a las Fuerzas Armadas a efectuar “acciones de control de orden público”, es decir, la represión directa, algo que los autores derechistas del proyecto original habían desechado expresamente.

La ministra del Interior, Izkia Siches, en su inimitable uso del castellano explicó, -o más bien confundió- sobre lo que llamó los “escenarios naturales” de la represión que tiene en mente. “Por ejemplo”, dijo, “una cantidad de personas que protesta en contra [quiso decir: ante, cerca, frente o en] de una infraestructura crítica, pongamos un ejemplo, un hospital: lo más probable es que no va a ser [no va a ocurrir] justo en el perímetro y va a haber que existir [se requerirán, serán necesarias] algunas acciones de control del orden público que son de esa naturaleza [¿cuál naturaleza?]”.

Traduciendo: no se trata de “defender infraestructura” con milicos, sino de reprimir manifestaciones y protestas con el pretexto de que se protegen instalaciones importantes.

Eso estaba claro desde el inicio, pero, al parecer, a los abogados de los milicos –“los jurídicos”, en el hablamiento de la doctora Siches- les pareció que se debía poner expresamente en la ley, para asegurar su impunidad.

De nuevo Siches: “el uso eventual… [¿de qué? Lo que quiso decir es: “de las armas en contra de manifestantes”] y la judicialización posterior de eventos [quiso decir: de acciones] en donde [en las que] estén involucradas las Fuerzas Armadas, planteaba [planteaban] una exposición [¿de qué? ¿de pinturas? Quiso decir: un riesgo] por parte de quienes [quiso decir lo contrario: a quienes] estamos a cargo, como gobierno, en [de] su implementación… que no podían [podía] ser”.

No podía ser eso ¿no?

En la sala, la ministra abundó que es lo que pretende el gobierno. Citamos a la doctora: “Entender que [hay que entender que] un instrumento como éste nos puede permitir, en la perspectiva actual [ahora], pero, sobre todo, futura [en el futuro], entender que [ya lo dijo] algunos de los desafíos que encontramos en materia de seguridad ya no son, lamentablemente, de carácter excepcional, sino, más bien, se han  transformado en problemas que son estructurales y que requieren de nuevos instrumentos que permitan dar una continuidad [¿a qué?], sin hacer lo que hacen [sin los efectos de] los estados de excepción constitucional, por ejemplo, en torno [eso sobra] a vulnerar [debe decir: suspender, restringir, aunque quizás sea una confesión involuntaria] las libertades individuales”.

“dices que me quieres/y que me perdonas/pero lo que tu hagas/no me importa ya”

El Senado aprobó, como es debido, el veto presidencial. El único voto contrario, de la decencia, fue de la senadora Fabiola Campillai.

Pero en la cámara, y hagamos corto este trámite, la derecha lo rechazó. Ahí quedó todo.

Lo dijimos al inicio. El gobierno lo hizo todo mal.

¿A quién se le ocurre presentar un veto a última hora, con improvisación, un día miércoles, justo antes de la semana distrital? Como contexto: jueves y viernes no trabajan nunca.

Obligó a los honorables diputados a quedarse en la tarde, después de la sesión del Congreso Pleno en que se presentaron las cuentas públicas de los presidentes de ambas cámaras legislativas.  

Mal hecho.

Así las cosas, ya estaba el ambiente para que la derecha se inclinara a hacerle una pequeña maldad al gobierno, especialmente, luego de que se dieran cuenta de que quería reemplazar el estado de excepción en contra del pueblo mapuche con el “estado de alerta” que preveía este proyecto de militarización permanente.

No, les dijeron. Ustedes hagan lo que nosotros queremos y, además, paguen, cada 15 días, el costo político de tener que renovar el estado de excepción. Nos gusta más así, concluyeron.

Ay, Dios.

“tres veces te engañé/tres veces te engañé/tres veces te engañé/la primera por coraje/la segunda por capricho/la tercera por placer”