Hacia un nuevo “acuerdo por la paz”

Primero estuvieron “los amarillos”, después Lagos, después un grupo de la DC. Ahora gobierno, a su modo, también se cambió del Apruebo al Rechazo. A su modo, es decir, oportunistamente. El presidente Boric dijo que no hay problema si gana el Rechazo, porque, en ese caso, habrá otra convención y otra propuesta y otro plebiscito… ¿El plan es seguir con el cuento hasta que quede contento el último reaccionario?

Los acólitos del oficialismo, en las redes sociales, su hábitat natural, estaban especialmente exultantes.

Ahora, el jefe de Estado no sólo les inspiraba profundos sentimientos de amor, sino que los impresionaba con sus dotes de estratega y conductor político. Ya no saben con quién compararlo: Alejandro Magno o el emperador Augusto, Federico II de Prusia o Luis XIV, Napoleón o Wellington, Roosevelt o Churchill,… o, simplemente, los grandes referentes políticos del presidente: Frei o Aylwin.

En efecto, el gobierno, ante uno de los principales problemas políticos que enfrenta, el plebiscito de septiembre, encontró el modo de hacer que un círculo fuera un cuadrado.

La solución desarma hasta al más cínico de los observadores: da lo mismo el resultado del plebiscito constitucional. Si gana el Rechazo, dice, no pasa nada, porque entonces el gobierno propondría que se eligiera una nueva convención. O sea, se repetiría todo el proceso.

El ministro Giorgio Jackson explicó las razones del anuncio presidencial. “Durante meses se estuvo, desde la oposición política y también desde los medios de comunicación, consultándole al presidente y al gobierno en prácticamente todas las pautas, cuál era la decisión del gobierno respecto a uno u otro escenario.”

Claro, insistían en eso porque buscaban darle legitimidad política a la defensa de la constitución de Pinochet. Así quedaba como que el Rechazo no era sólo una consigna perdedora de los exánimes partidos de la derecha, sino que sería la opción de todos los partidos del régimen.  

“Obviamente”, continúa Jackson, “nos negamos a esa pretensión que sólo favorece a los enemigos de un cambio constitucional. Podrían insistir mil veces y nosotros nos mantendríamos firmes, porque tenemos convicciones”.

No, mentira.

No fue eso lo que dijo el ministro.

Aunque pudo haberlo dicho. Hace apenas un mes, la vocera del gobierno había juzgado duramente a “quien trate de generar mayores incertezas o especulaciones sobre otros procesos que no existen están faltando a la verdad y generando mayor incertidumbre, porque no hay mejor y mayor certidumbre que saber que el proceso que ha abierto la sociedad chilena, a través de este proceso constituyente, culmina el 4 de septiembre con el Apruebo o Rechazo”.

Pero no. Lo que señaló Jackson fue: “obviamente que, en algún momento, después de tantas veces que se insistió en preguntar, el presidente termina -con el liderazgo que lo caracteriza- manifestando un camino que es democrático”.

Obviamente.

Entonces, cabe deducir, que este nuevo “camino democrático”, que contradice las afirmaciones tajantes de hace sólo un par de días, no es una decisión política razonada, sino la reacción al choreamiento que les producía que siempre les preguntaran cuál era el “Plan B” del gobierno, lo que suponía, a su vez, que éste se sumara a las alambicadas pretensiones de los sectores más reaccionarios.

Pero ese detalle no figuró entre las preocupaciones del ministro Jackson, quien no pudo evitar deslizar que -pese al “liderazgo político que caracteriza” al presidente Boric- toda esto fue una idea de él, del Giorgio, pues. “Nos han preguntado tanto, que me parecía a mí razonable, que esto él lo pudiera transmitir de manera abierta a la ciudadanía”. Entremedio agregó, por si acaso, “y el presidente así lo estimó y con el comité político también lo conversamos”.

Muy hábil.

Ahora ¿qué tiene todo esto de “estratégico” y brillante? Según los seguidores del oficialismo, no se trata de que el gobierno vaya por el Rechazo, o por alguna “tercera vía” -que es lo mismo en la febril construcción política de los partidos de la derecha- sino de un truco magistral.

Si la perspectiva es que el proceso constitucional seguirá durante “un año y medio más”, todo el mundo va a querer votar Apruebo. ¿Por qué? Porque, al igual que Boric y Jackson, la gente también está cabreada de que le insistan constantemente con la misma pregunta.

Sí, brillante de verdad. Una finta de antología. Si no puedes convencerlos, cánsalos.

Pero, hablando en serio, la movida del gobierno nada tiene que ver con el Apruebo o el Rechazo. Es simplemente una garantía que entrega a los partidos del régimen de que todo será negociado y nada que toque, ni con el pétalo de una rosa, a los intereses del capital, será puesto en práctica. Nunca. Jamás.

Es su oferta formal de celebrar, nuevamente, un gran acuerdo nacional.

Ante el fracaso del “acuerdo por la paz y la nueva constitución” en cerrar la crisis del régimen, a sus dirigentes no se les ocurre nada mejor que hacerlo de nuevo. O, al menos intentarlo.

El oficialismo haría bien en preparar un verdadero “Plan B”: cómo evitar que, ante un triunfo del Apruebo, no queden, junto al pinochetismo y la ex-Concertación, en la vereda de los derrotados.

Está difícil. Porque el plebiscito del 4 de septiembre -hasta ahora, al menos- no lo realiza la Cadem.