En todos lados igual, el alza sostenida en el precio de los alimentos, la luz, los combustibles. En todos lados igual, la gente no está dispuesta a pagar el ajuste mientras los funcionarios del régimen se roban la plata vía sueldos o corrupción. En todos lados igual, la gente sale a la calle y le ofrecen “mesas de diálogo”. Y en todos lados igual, la gente ya no les cree nada, es cosa de tiempo. Tic tac, suenan las manecillas del reloj.
Al lado, en Argentina, o más arriba, en Panamá, o al otro lado del globo, en Sri Lanka. En todos lados el pueblo se despabila, se agita, estira los brazos y las piernas, pre calienta, porque la calle llama, se viene el ajuste, la escasez y para variar, quieren que la paguemos nosotros. Pero nosotros ya no queremos más ajustes, con lo que hay, es suficiente. Así hemos dicho.
En Sri Lanka, el presidente se fugó y renunció por mail. Ahí está el régimen viendo cómo sale del entuerto mientras la gente recién comienza a sacar una patita de la piscina que estaba tan rica. En Argentina, con la inflación más alta en décadas, el pueblo ya se prepara para salir a la calle. Y en Panamá, tras una semana de protestas, llega el ofertón, con promesas en mesas de diálogo.
Laurentino Cortizo, el presidente panameño, llama al pueblo a que “encontremos juntos soluciones viables y factibles a los problemas que aquejan a la sociedad”. Así, como si viviéramos en un mismo techo y el pasara el mismo hambre que el pueblo al que le habla tan bonito.
Lo que disparó las movilizaciones en Panamá es lo que las ha disparado en otros puntos del globo, el alza de los combustibles. En Panamá subió un 40%.
Pero entonces, deje el auto y vaya en micro, pensará alguien. Es que si sube el combustible sube todo, porque todo se transporta. Entonces también suben los tallarines y el pan de cada día.
La cosa es que, aunque Cortizo anunció a principios de esta semana el congelamiento del precio de los combustibles, las protestas continuaron. ¿De qué sirve que las congele si ya subieron tanto? No, no sirve. Además anunció que eliminará un 10% de trabajadores de la planilla de empleados públicos.
Eso porque, allá como acá, el Estado es un botín para amigos y familiares del gobierno de turno, y vaya que se pagan bien y que son hartos amigos y familiares. Pero a los que quieren echar, son siempre a los suches de medio pelo. Entonces los movilizados dijeron que eso no les conforma. Que solo aumentarán los cesantes en las calles.
Así está el régimen, en la encrucijada en la que ya no sirven ni las mesas de trabajo, ni las ofertas maquilladas de última hora. Para nosotros, en cambio, no hay encrucijadas. Nuestro camino está claro, es sólo uno, la unidad y la lucha. El resto es elongación.