El Banco Central nuevamente subió la tasa de interés, aumentando así la tendencia a un declive de la economía. Las autoridades pretenden que los trabajadores paguen -y fuerte- el ajuste que va en beneficio del gran capital. Y ningún bono invierno va a compensar eso. Habrá que pelearla, nomás.
Están lanzados. El Banco Central superó las apuestas de los operadores financieros y elevó la llamada tasa de política monetaria a 9,75%. Hace un año estaba en 0,5%. En su comunicado, los consejeros anuncian que todavía les queda mucho. “Serán necesarias nuevas alzas” de la tasa de interés, indicaron.
El comunicado emitido por el instituto emisor pinta un cuadro negro: “las condiciones financieras se han estrechado tanto para economías desarrolladas como emergentes, resaltando las caídas en las bolsas y una apreciación global del dólar. Las perspectivas de mercado sobre el crecimiento mundial se han deteriorado […] los precios de las materias primas han descendido más que lo esperado, en parte importante por los temores respecto de una recesión mundial.”
En su monserga, sin embargo, pero eso es algo habitual, los miembros del directorio del Banco Central no explican por qué todo eso sería inesperado.
Y tampoco ofrecen razones de por qué las medidas que han aplicado hasta ahora han fracasado, en particular, en contener la inflación galopante, que llega a 12,5 por ciento anualizado.
Y menos se proponen una reflexión de cómo la misma política fallida lograría ahora un resultado distinto.
Debe ser por eso que ese grupo de economistas ligados a los grandes intereses financieros y, en el caso de su presidenta, Rossana Costa, a Sebastián Piñera, son tan respetados. Es obvio: sus decisiones son, en un sentido literal, irresponsables.
Las consecuencias del ajuste se expresan en la caída de los salarios reales, la continuación de las alzas y un apriete a la economía.
¿Por qué los grandes capitales habrían de favorecer una recesión, como la que se avizora, con la inestimable ayuda del Banco Central? Es simple, así funciona el sistema. Para los grupos económicos dominantes, el aumento de la tasa de interés significa una protección de sus capitales. Para las empresas no dominantes, en cambio, es la quiebra.
La gracia de todo este procedimiento de ajuste es que en esta crisis sean los trabajadores los que salgan más perjudicados. Así, cuando las condiciones repuntan, los capitalistas se embolsan jugosas ganancias y los trabajadores parten una lentísima recuperación de sus condiciones salariales desde una base convenientemente deprimida.
El gobierno juega en la misma cancha y para los mismos intereses. También aplica una política de ajuste, disfrazada con algún bono por ahí.
Todo esto se llama lucha de clases. Y así, la llevan los capitalistas.
Los trabajadores tenemos otros métodos, la organización, la movilización. Es urgente que empecemos a usarlos.