En el capitalismo, los niños no están primero

Alarmante son las cifras respecto al descenso escandaloso del número de niños y niñas inoculados con las vacunas esenciales. Según UNICEF España y la organización Political Watch, más de 23 millones de niños no recibieron estas vacunas y los casos de sarampión aumentaron un 79% a nivel mundial en 2022 respecto al año anterior.

Toda esta situación se da en el contexto de la pandemia, que al parecer ya enfila su retirada, pero que durante los últimos 2 años ha causado estragos en diversos sistemas sanitarios del globo, sin distinción entre los llamados países desarrollados y los en vías de desarrollo.

En los países más pobres, sin embargo, los sistemas de salud se vieron afectados de forma más directa, puesto que antes de la pandemia ya eran deficientes y sobrevivían en base a las aportaciones internacionales de gobiernos y ONG’s. Estas aportaciones habían logrado importantes avances en las condiciones sociosanitarias de estos países durante los últimos 30 años. Es así como, por ejemplo, en la región de África subsahariana se pasó de 181 fallecimientos por 1000 nacidos vivos en 1990, a 74 por 1000 en 2020. Este logro se debe en gran medida por la inmunización de los niños menores de 5 años, lo que permite limitar las posibilidades de contraer enfermedades que, sin los servicios de salud pertinentes, pasan a ser mortales, como el mismo sarampión.

Al ser los países ricos quienes mantienen a flote las ONG’s y organismos internacionales como la Alianza para las Vacunas (GAVI), estos obviamente priorizaron resolver sus problemas sanitarios internos e hicieron grandes recortes a estas organizaciones que permitieron durante los últimos 30 años, mejorar las posibilidades de vida de los niños y niñas más desfavorecidos del mundo.

El capitalismo funciona así, en los tiempos de bonanza entrega migajas a los pobres, tampoco muchas, sólo lo necesario para que algunos puedan subsistir, pero en periodos de crisis prima el interés individual o sectario, dejando de lado sus mascaras de buenos samaritanos. Es así como se dejaron de financiar estos programas sanitarios históricos y, además, comenzaron a lucrar y acaparar las dosis de vacunas contra el COVID, dejando con menos posibilidades de acceder a ellas a los países pobres.

Profesionales cubanos de la salud, llegando a África en medio de la crisis sanitaria del Ébola en 2014. Fuente: AFP.

Es aquí donde ejemplos altruistas y solidarios como los de Cuba, cobran relevancia internacional, ya que a pesar de todas sus limitaciones económicas a causa del bloqueo criminal, durante la pandemia y desde el inicio de la revolución hace más de 60 años, se ha puesto al servicio de la humanidad y de los niños y niñas del mundo.