Hoy el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso ha decretado nuevamente el Estado de Excepción en cuatro provincias, estas vez, en la Amazonía. Ayer Lasso cortó el diálogo con Conaie y hoy la retomó con mediación de la iglesia. El petróleo está en juego.
Lasso anunció hoy un nuevo estado de excepción. Esta vez en cuatro provincias, Azuay, Imbabura, Sucumbíos y Orellana, durante 30 días por “grave conmoción interna”. Tres de ellas se encuentran al oriente de la capital, en la Amazonía, donde están los pozos petroleros del país y donde se han producido los hechos más violentos por la represión de la policía para el despeje de las rutas.
Además, se estableció una Zona de Seguridad alrededor de los campos de explotación petrolera y de la infraestructura, ubicadas en las provincias de Orellana y Sucumbíos.
“Entre las medidas en el marco del estado de excepción, se restringirá la libertad de tránsito en Azuay todos los días desde las 21:00 hasta las 05:00. En Sucumbíos y Orellana, todos los días desde las 19:00 hasta las 05:00. Y en Imbabura no habrá restricción de este tipo”, señala el dictamen.
Según un comunicado del Ministerio de Economía “en 15 días el Estado dejó de percibir 166,4 millones de dólares solo en el sector petrolero. Hasta la fecha, se han cerrado 1.199 pozos, alrededor del 85% pertenecen a Petroecuador”.
“Esta decisión tiene el objetivo de recuperar el orden público, controlar situaciones de violencia, proteger áreas reservadas, asegurar la provisión de medicamentos, gases medicinales, oxígeno para hospitales y clínicas, combustibles y alimentos, y la integridad de la ciudadanía”, reza el comunicado emitido por la Secretaría General de Comunicación de la Presidencia. Seguro que sí, seguro que lo que quieren es asegurar la provisión de medicamentos.
¿Provisionar qué medicamentos y a quiénes? ¿Combustibles y alimentos para quiénes? Allá como acá, no hay ni una jeringa en los hospitales y la mayoría de la población sobrevive con apenas tres dólares diarios ($1.800). ¡Pero vaya que el papel aguanta tanto!
En las calles, los movilizados se organizan. “Si el gobierno quiere guerra, pues guerra hay que darle”. Pasan hambre y pasan frío. Debaten si detener los camiones con alimentos que van a dar a los mercados de la ciudad, mientras ellos pasan hambre en estos. Ya van 17 días de movilización. No parece tentarles regresarse a la sierra o a la selva o a la pobla con las manos vacías.
Se preguntan los movilizados, ¿Qué carajo me importan las riquezas del petróleo y si se detiene la producción? Sacando cuentas, más vale quedarse en la capital hasta lograr el cometido, sacar a Lasso y votar al régimen. Tal vez, entonces, de algo sirva para el pueblo, el petróleo de Ecuador.
Hacia el final de la jornada el gobierno anunció que continuará las conversaciones con la Conaie con la mediación de la Conferencia Episcopal de Ecuador y llamó a los manifestantes a no entorpecer con desmanes este intento de diálogo.