Texas fue el lugar del hallazgo de 50 inmigrantes muertos en el interior de un camión abandonado. En tanto, otros 35 fueron los asesinados el pasado viernes en la masacre inmigrante en Melilla, el enclave español en África.Así, queda expuesta la crisis migratoria. Eso que se trata de ocultar y que pasa con millones de seres humanos que inician largas travesías buscando el fin de sus penurias. Al paso se les oponen, racismo, clasismo, delincuencia, oportunismo político y muchas veces la decadencia de los regímenes capitalistas actuales.
Las personas que emigran lo hacen, generalmente, por razones económicas. Las condiciones de vida en sus países de procedencia, como guerras ingentes, disputas raciales, sanciones económicas o golpes de Estado, les impulsan a migrar. Van buscando mejorar sus circunstancias y las de sus familias.
Ejemplos en nuestra América hay muchos.
En los años setenta y ochenta cientos de miles de chilenos abandonaron el país buscando mejores condiciones de vida, temporal o permanentemente se trasladaron a Argentina donde debieron hacer frente al racismo y la aversión hacia la clase trabajadora que les construyó la infraestructura vial que hoy día gozan.
En Venezuela, golpeada por las sanciones económicas por parte de Estados Unidos, millones de habitantes buscaron el camino hacia diversos países. En el camino serían golpeados por estafadores, gobiernos corruptos, aprovechamiento laboral, y otras lacras.
Sucedió lo mismo con los colombianos, haitianos y peruanos, en diferentes momentos.
El caso en las fronteras mexicanas es de suyo lo más patético que podemos ver en nuestro continente, ya que por allí pasan millones de desamparados buscando el “sueño americano”. Por alli también desaparecen decenas de miles de personas antes de llegar a la frontera con Estados Unidos. Allí florece el tráfico de estupefacientes, el tráfico de armas, la prostitución, la delincuencia y el tráfico de personas. Lo que degenera en autoridades corruptas, surgimiento de carteles de drogas, la trata de personas y el aprovechamiento de los inmigrantes en general. Los mismos que se quejan porque entran latinos a sus fronteras, necesitan que les limpien sus oficinas o que labren los campos de cultivo, justamente lo que hace esta fuerza de mano de obra barata.
Lo que sucede en América Latina, no es para nada exclusivo de estas tierras, se reproduce en diversas partes del mundo.
En Europa, tomó fuerza en los medios de comunicación la inmigración de los ucranianos, debido al conflicto con Rusia. Europa abrió sus fronteras amparándolos, mientras auspiciaba la guerra. Este tipo de inmigración resulta anecdótica, pues los canones tomados por los europeos se basaron en que eran igual a ellos, físicamente o diciéndolo más burdamente racialmente. Esto dista mucho de las barreras que hasta hoy día tienen contra los inmigrantes que proceden del medio oriente en guerra o del África sempiternamente pobre.
Las medidas que toman los países de Europa es pagar a terceros países como Turquía, Marruecos o Libia para que detengan en sus fronteras el flujo migratorio. Desembolsan millones de dólares para alejar su responsabilidad sobre seres que ellos mismos han volcado a deambular buscando una vida mejor. Es el caso de la guerra en Siria o en Yemen, la inestabilidad política y económica en África que aún hoy funciona como colonias, sin ese estatus, y los países europeos que depredan sus recursos naturales sin ninguna contemplación. Asi ocurrió en la destrucción política y económica de Libia por parte de los occidentales, y las repercusiones fueron la inmigración masiva a Europa por este país, lo que se paró con el pago a las autoridades actuales de “ayuda en dólares” para que restrinjan de cualquier manera el tráfago de personas al viejo continente. Como lo hacen los libios, ese ya no es asunto europeo.
Esta semana, sucedió en Marruecos o mejor dicho en un territorio colonial de España situado en Marruecos, en Melilla, un hecho aberrante. Murieron cerca de 35 inmigrantes tratando de saltar una reja de por lo menos 7 metros de alto. En casos anteriores, la misma represión marroquí dejaba pasar a los inmigrantes para que el problema lo tuvieran los españoles. Esta vez no fue así. Las relaciones políticas se han estrechado. El gobierno español ratificó que Marruecos podía tener autoridad sobre un territorio en disputa en el ex Sahara Español. Lo hizo movido por la necesidad de España de tener quien lo provea de combustible en la actualidad. Esto generó un desencuentro con los sarahudies y argelinos que son la contraparte en este problema. Pero más allá de esta dificultad, el gobierno español saludo con beneplácito la labor represiva de los marroquíes sobre los que querían ingresar al territorio español en Melilla, lo impactante es que se mostró en imágenes los estertores de muchos y la indiferencia hacia los que morían, que incluso eran golpeados en sus momentos finales de vida. Como en otros casos, la responsabilidad no es europea, sino de Marruecos, pues le pagan millones de dólares por impedir que los inmigrantes crucen a la Europa civilizada. Argelia acusó a este país de “ejecuciones sumarias”, pues los muertos eran subsaharianos.
El traslado de millones de personas de un lugar a otro, principalmente está dado por las condiciones de pobreza, inequidad, desamparo y por la codicia sin límites de los países capitalistas. Que resuelven todo, no atacando las causas del problema que originan, sino los efectos que provocan para ellos.