Mientras el gobierno intenta vincular la protesta con la violencia del narco, hoy en Quito 50 mil marcharon por las calles. Dos columnas recorrieron la ciudad, por el norte y por el sur. Han dicho, no bajarán el paro mientras no retiren a los militares de las calles.
Hoy miles marcharon por Quito. Dos gigantes columnas recorrieron la ciudad de norte a sur. Ya no son sólo los indígenas, venidos como una marea hacia la capital, se ha sumado al paro el pueblo en su totalidad. Y no sólo es en Quito, también en Guayaquil, Cuenca, Ambato, Guaranda y Loja.
Los movilizados, a través de la vocería de Leónidas Iza, el líder de la Conaie, han señalado que si el gobierno quiere dialogar, primero tendrá que sacar a los militares de las calles. Guillermo Lasso decretó el estado de excepción en seis provincias del país, al norte y en las aledañas a la capital.
Pero Lasso prefiere jugar con bencina cuando la calle arde. A través de su Ministro de Defensa, Luis Lara, ha tirado sobre la mesa la teoría conspirativa de moda para justificar un diálogo con fusil en mano.
En cadena nacional, Lara ha señalado que “la democracia del Ecuador está en riesgo, ante la acción concertada de personas exaltadas que impiden la libre circulación de la mayoría de los ecuatorianos… y las acciones de grupos violentos cuyo único objetivo es crear pánico agrediendo y extorsionando a las empresas, a las instituciones y a las autoridades.”
No se ha quedado ahí, al contrario, ha deslizado la relación de la protesta con el narco.
“Las fuerzas armadas contemplan con enorme preocupación la manipulación de la protesta social, el crecimiento de la violencia por parte de quienes han rechazado el diálogo, principio fundamental de la convivencia en libertad y democracia, para intentar imponer al Estado sus peticiones. Pero existe un hecho aún más grave. Estas acciones coinciden con el brutal ataque criminal que el país ha venido sufriendo por parte de los narcotraficantes y el crimen organizado”
Mientras el gobierno ocupa los medios para jugar con lo del enemigo interno, las gentes salen a la calle sin temor, porque no hay mucho que perder y más bien todo por ganar. La jornada fue relativamente pacífica, si es posible hablar de paz en una ciudad tomada por la rabia.
No hubo enfrentamientos mayores, salvo los conatos habituales cuando llega la policía a provocar. Entonces, bombas lacrimógenas van y vienen. Hoy una de ellas llegó directo al cráneo de un manifestante.
Los disturbios más violentos se dieron en Quito, luego de que una turba atacara el edificio de la Fiscalía General, que en ese momento se encontraba con funcionarios en el interior, y en Guayaquil, la noche del martes, cuando fue destruido el edificio del Banco Guayaquil, de propiedad del presidente Lasso, como represalia de la muerte de un manifestante durante la jornada del martes.
Ecuador se levanta cada día un poco más. Hoy, miles de miles recorrieron la capital. Es el mismo pueblo que salió en 2019. El mismo al que le ofrecieron diálogos, mejoras, avances. El mismo pueblo del 2019 es hoy y al mismo tronar: el pueblo unido, jamás será vencido.