La decisión del directorio de Codelco de cerrar la fundición de Ventanas fue presentada por el gobierno como una medida en favor del medio ambiente y de los habitantes de la castigada zona de Quintero-Puchuncaví. Pero los discursos no pueden tapar que los verdaderos favorecidos son los capitales privados.
Una serie de nuevos episodios de contaminación que han golpeado a los vecinos de la zona industrial de Quintero aceleraron los planes para cerrar fundición de cobre perteneciente a la división Ventanas de Codelco. Pese a que las faenas se habían detenido hace dos semanas, continuaron las emergencias de salud entre la población.
El fin de la fundición ya había sido anunciada durante el gobierno de Piñera, en 2019, que, finalmente, no se decidió a hacer nada. Pero este viernes, el directorio de la minera estatal, encabezado por el conocido operador de intereses transnacionales, Máximo Pacheco, anunció la medida, que se implementará en un plazo de cinco años.
La decisión es concordante con las amplias garantías que entregó el presidente Boric a capitales mineros extranjeros durante su reciente gira a Norteamérica, en que alabó “los estándares” de las compañías canadienses y en que prometió seguridades a empresas de Estados Unidos.
En un discurso televisado, Boric vistió el cierre de la fundición en un manto ecologista e invocó reiteradamente “la salud de los niños y niñas de Quintero”.
Sin embargo, omitió el hecho de que la decisión no se debió a consideraciones ambientales o sanitarias, sino a la política comercial seguida por Codelco, que incluye, al menos desde hace dos décadas, la deliberada desinversión en la planta de Ventanas.
También calló que hay más de una decena de industrias altamente contaminantes en Quintero que, en conjunto, contribuyen a convertirlo en una “zona de sacrificio”.
No se refirió tampoco a las propuestas de realizar inversiones urgentes para que la planta pueda, al menos, cumplir con las normas de emisión vigentes desde 2018.
Las fundiciones de cobre constituyen una etapa intermedia entre la producción del llamado concentrado y el cobre refinado. En su primer estado, el concentrado, el material contiene sólo 30% de cobre. El resto es denominado escoria, pero que incluye otros metales valiosos, como oro. El cobre refinado es exportado en forma de cátodos, y tiene una pureza de un 95%.
No es difícil darse cuenta de la diferencia del valor que tiene el mismo “cobre”, dependiendo de su grado de procesamiento.
Codelco y las principales mineras privadas han optado, sobre todo en las últimas dos décadas, por la forma más primaria de producción, la de concentrado. Ello, en la medida en que el principal comprador del cobre chileno, China, posee la mayor capacidad mundial de fundición y refinación.
Como no existe en Chile ningún otro uso industrial del cobre refinado, no puede competir con la capacidad productiva de China, cuya expansión de la industria pesada marcó su período de ascenso a una potencia industrial, especialmente, a partir del inicio del siglo.
No es raro, entonces, que, en los cálculos de Codelco, los rendimientos aislados de sus cinco fundiciones sean deficitarios, debido a que sólo representan una etapa intermedia de un proceso que, en el caso de los países que superan su atraso, termina en aplicaciones de alta tecnología.
El saqueo de los recursos naturales realizado por capitales transnacionales y que es seguido por Codelco -la mayor compañía de cobre del mundo- se ha profundizado en estas últimas dos décadas, al aumentar proporción de cobre concentrado, la forma más elemental y atrasada, sobre el total de las exportaciones.
Ese saqueo se manifiesta también en aumento del daño ambiental y a la salud.
La fundición de Ventanas, en su estado actual, es insostenible, porque ha sido objeto de una sistemática política de obsolescencia programada, tanto industrial, como ambiental. El cierre, entonces, no viene de ahora, sino que se ha venido fraguando a lo largo de varias administraciones serviles a los capitales extranjeros.
Luego de que fuera convertida intencionalmente en un desastre, la actual administración completa la tarea: “es un desastre”, exclama.
¿Así? ¿O más neoliberal?
Se trata del mismo mecanismo empleado durante la ola privatizadora de los ’80 y ’90: se hunden las empresas estatales, se denuncia su estado crítico y se venden. Por arte de magia -y con las inversiones que habían sido retenidas- esas mismas compañías “le hacen la América” a los capitales extranjeros y grupos económicos nacionales así premiados.
Las promesas de que los trabajadores de la fundición no serán abandonados son vacías. Sólo cubren a una minoría de los trabajadores, los que tienen categoría de planta. La mayor parte son subcontratados que, de acuerdo al gobierno, encontrarán ocupación en el desmantelamiento de la fundición.
Los sindicatos de los trabajadores del cobre, tanto los de Codelco, como los que agrupan a la gran masa de trabajadores subcontratados, han anunciado un paro nacional. Sus dirigentes, seguramente, se dan cuenta de que el episodio de Ventanas es sólo un paso en una estrategia más vasta del traspaso de los recursos naturales de nuestro país a capitales extranjeros.
Es de esperar, entonces, que actúen conforme al problema nacional que plantea esta política vendepatria y no se engarcen en negociaciones espurias. En esa medida, contarán con el amplio apoyo de toda la clase trabajadora y de todo el pueblo.
El gobierno hace un uso cínico de los sufrimientos de los pobladores de las zonas afectadas por operaciones industriales basadas en el saqueo, a los seres humanos, a los recursos y a la naturaleza.
Es necesario desenmascarar ese discurso falso, propalado con insistencia por los seguidores-clientes del oficialismo. No hay duda de que el propio pueblo de Quintero tendrá un papel destacado en contra de la manipulación y el engaño, que se cierne como una nube tóxica sobre todo Chile.