Más desenchufados que plancha de campo. Bastó el mismo truco de siempre: un afectado escándalo y una pataleta llorona en los medios, para que los constituyentes se arrepintieran e invitaran a los ex presidentes a la ceremonia final de la convención. Muy tarde. Igual no van a ir.
¿Será justo decir que actúan como niños? Pues no, no es justo. Por definición, los niños no conocen de peligros. Pero estos convencionales se asustan hasta de su propia sombra. Una espantada del régimen y se echan para atrás. En este caso, revirtieron su decisión de no invitar a los ex presidentes a la ceremonia de cierre de la convención constitucional, el 4 de julio.
O quizás fue un olvido, nomás. En cualquier caso, no había ninguna razón para resucitar a esas damas y caballeros. Pero la presión fue más fuerte. No querían quedar como “poco republicanos” o “maximalistas”.
Gaspar Domínguez, vicepresidente de la convención, aclaró muy temprano que no era idea de nadie dejar fuera a los ex mandatarios. Que por el aforo tenían cien y tantos cupos y que, obviamente, la mayoría era para autoridades en ejercicio. Pero que él, sin duda, quería que fueran los ex presidentes Frei, Lagos, Bachelet y Piñera y que eso se iba a arreglar.
¿A quién le explicaba Gaspar?
Porque en un universo paralelo, el de la vida real, a esa hora de la mañana el pueblo se sobaba el frío de las manos mientras esperaba la micro. Si lo hubieran escuchado a Gaspar, le habrían llovido tomates.
Desde esa hora y en adelante, durante todo el día, en el minúsculo mundo de Gaspar, circularían por los medios de comunicación los distintos representantes de todos los partidos del régimen para expresar su indignación ante tamaña mala educación. No invitar a un ex presidente. ¡Habrase visto!
“Dadas las dificultades existentes ante el aforo que debe respetarse, les rogaría que no consideren mi nombre (…) para dar lugar a personas que, con menos oportunidades de participación e interacción durante el trabajo de la Convención, puedan participar del evento”, escribió una misiva, haciéndose el irónico, el megalómano Ricardo Lagos.
Bien cebollento, el convencional de derecha, Roberto Vega (RN), señaló que la carta de Lagos “es muy triste, como de un padre que fue invitado a última hora al matrimonio de su hija y prefiere no asistir para no incomodarla”.
¿En serio, señor Vega?
Pero en el pequeño mundo de Gaspar, horas más tarde todo quedó subsanado: la directiva de la convención acordó pedir a Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera que -por favor- asistan al evento del próximo 4 de julio.
Frei no va. Tiene que ver cómo consigue plata luego de que su hermano se llevara todo, todo, para la casa y se lo gastara en juegos de azar y mujerzuelas. Los chinos, que antes lo contrataban para ciertas gestiones especiales hace tiempo no tienen necesidad de sus servicios.
Piñera tampoco. No hace falta explicar por qué, aunque, siendo como es, igual le gustaría. Su entorno hizo circular la versión de que, si los otros van, el no faltaría.
Lagos tampoco. Ya vimos la carta, pasiva-agresiva, en que pide que, por favor, “no lo consideren”. El hombre lleva casi 20 años ofendido de que no se le rinda la pleitesía que él cree que se merece.
¿Y Bachelet? Tampoco, aunque sí le gusta jugar al misterio. Renunció a su cargo en la ONU y, si junta los días administrativos y las vacaciones acumuladas, de más que se podría dejar caer en Teatinos con Morandé.
Pero seamos honestos. ¿Quién quiere ver desfilar a estos carcamales parásitos que, a falta de vergüenza, escrúpulos y humanidad, se llevan $ 9 millones cada mes, cada uno, como sueldo vitalicio en un país al que le cuentan el cuento de la inflación y la guerra para negar la calefacción en los liceos? Eso, para empezar…
Sí, mejor que no vayan.