Más de 200 mil dólares se habrían robado unos estafadores que timaron al Banco Central de Chile, según una denuncia conocida este sábado. Sin embargo, qué exactamente ocurrió está envuelto en el más misterioso de los misterios. Entre medio, el Banco Central, con el mismo método del misterio, le pidió una platita rápida al FMI: casi nada, 3.500 millones de dólares.
El Banco Central, se nos ha dicho, es el organismo más confiable y eficiente del Estado. Esa afirmación descansa, sin embargo, en que nunca se mire con demasiada detención qué hace ese organismo. Con el mito basta.
Y sobra. Su ex presidente, Mario Marcel, fue elevado al gobierno. Su mera presencia, se sentenció, hizo bajar el dólar.
En la convención constitucional, los defensores de la autonomía del Banco Central lograron que mantuviera su estatus protegido de cualquier escrutinio.
Pero, de cada tanto en tanto, se conocen los manejos del Central.
Y este sábado, temprano, fue uno de estos casos. En un comunicado, el instituto emisor reportó que había presentado una denuncia ante la fiscalía. El timing lo es todo. Si la noticia cae un fin de semana, se evita alguna reacción sorpresa en las bolsas.
¿Qué pasó? Nada: les habían robado. La suma que falta asciende a 205 mil dólares.
Según el relato oficial, el pasado 11 de mayo, “un proveedor internacional de servicios de consultoría” había reclamado al Banco Central por un pago pendiente por “servicios prestados en 2021”. “Ustedes nos deben plata”, dijo la compañía que, hasta ahora permanece anónima. Qué servicios fueron los contratados, tampoco se sabe.
Y, curiosamente, ese mismo “proveedor internacional de servicios de consultoría”, había alertado, ese mismo día, que -parece, puede ser, habría que ver- alguien había estado “intentando” suplantar sus cuentas corrientes.
“No vaya a ser que les haya tocado a ustedes”, Banco Central de pequeño país tercermundista en alguna esquina austral del mundo… “porque igual nos deben”.
Bueno, nuestro Banco Central, debidamente alarmado, inició una frenética revisión. Y luego de nueve días de ver y revisar, determinaron que sí, que habían caído redonditos en una estafa y habían depositado el dinero que era para el misterioso “proveedor internacional de servicios de consultoría” en una, no menos misteriosa, cuenta falsa de otra misteriosa gente, que se robó la plata.
¿Por qué tanto secreto? ¿Qué se quiere esconder?
Fue el gobierno el que ayudó a desentrañar, al menos, parte del enigma. Y lo hizo para cubrir sus propias espaldas.
El ministerio de Hacienda, en un comunicado igualmente críptico, celebró la “diligencia” con la que habría actuado el Banco Central luego de que les birlaran el dinero como giles. Luego de esas gentilezas retóricas, pasó al business: los fondos soberanos de Chile no están en peligro, declaró el ministerio.
¿Fondos soberanos? ¿Quién habló de fondos soberanos? ¿No eran unos “servicios de consultoría”?
Parece que no.
Cabe deducir que la estafa ocurrió en los tratos entre el Banco Central, que actúa, como recuerda muy incisivamente el ministerio de Hacienda, como agente fiscal, con los bancos de inversión que mueven los fondos del Estado chileno en los mercados financieros.
Lo de “agente fiscal” es una clave para decir que el daño va a tener que pagarlo el Central y no el fisco.
¿Qué quieren que les digamos, señor Mario Marcel, ex presidente del Banco Central y actual ministro de Hacienda, y señora Rossana Costa, ex directora de presupuestos de Piñera y recién nombrada presidenta del instituto emisor?
A juzgar por la manera en que ustedes están actuando -rara, muy rara- pareciera que esta historia es sólo la punta de un iceberg. Y que sería bastante adecuado que algún organismo independiente, si es que existe en el Estado, investigara la verdadera magnitud del robo y quienes están metidos.
Los fondos soberanos se han ido reduciendo a nada en los últimos años. Uno de ellos, el llamado fondo de estabilización económico social llegó a sumar 27 mil millones de dólares, pero el Estado ya ha gastado 24 mil millones. Su retorno anualizado, medido en pesos chilenos, es menos 12,4 por ciento. Pura pérdida.
¡Excelente gestión!
Y, de paso, podrían explicar los dos por qué el Estado chileno, el mismo día en que Banco Central presentó su denuncia, recurrió a la línea de crédito de corto plazo del Fondo Monetario Internacional -un equivalente al peligroso avance en efectivo de la tarjeta de crédito- pidiendo unos rápidos y urgentes 3.500 millones de dólares.
¿Por qué? ¿Qué está pasando?
Sería hora de que dijeran la verdad sobre el estado de las finanzas públicas.