Cuando se da la espalda…

Quien se coloca en contra de los intereses de las mayorías, no debería extrañarse de las consecuencias, aunque sean ingratas, inconvenientes o inadecuadas. El presidente de la República, Gabriel Boric, recibió hoy en La Serena un recordatorio físico de esa regla.

“¡Ay!” Eso dolió. Pero no al primer mandatario, sino a su asesor personal, a quien su kilométrico nombre, Matías Alonso Meza-Lopehandía Glaesser, no protegió de una piedra, casi perfectamente esférica y del tamaño de una pelota de béisbol. Meza, diremos, para simplificar, recibió el proyectil en su pecho como un cátcher superado por un poderoso pitch. Pero, en este caso, fue porque Meza estuvo atento: prácticamente se interpuso entre la piedra y la espalda de su jefe, como Kevin Costner con Whitney Houston. La pétrea pelota rebotó en su cuerpo y, ya más suavemente, continuó su camino hacia la espalda presidencial, hasta hacer un leve “¡pak!” y caer al suelo.

El destinatario del lanzamiento ni se dio cuenta. Estaba más concentrado en recibir, aparatosamente, los saludos de su claque incondicional -muchos funcionarios públicos en horario laboral- frente a la intendencia, mientras del otro lado de la calle vallada sonaban los gritos de unos “socios”, que le reprochaban su “traición” por el quinto retiro y otras…, pues, traiciones.  

En ese grupo estaba el presunto responsable del lanzamiento, un hombre de 31 años, según la policía, “sin antecedentes”, que fue prontamente detenido. Los pacos dijeron que, en todo caso, la piedra no era “de grandes dimensiones”. Sí, sí. Igual, se supone que los PPI que resguardan a las autoridades deben estar un poquito “más vío”, sin importar el tamaño de lo que le tiren.   

Todo ocurrió en La Serena, en una gira del presidente Boric al Norte Chico o “al territorio”, como él dice, y durante los ya acostumbrados saludos que recibe y dispensa en los accesos a los locales en que se realizan los actos y ceremonias que encabeza.   

La última vez, en Cerro Navia, nadie le tiró nada, pero también se le hizo ver lo dañino y contrario a los intereses populares de las políticas de su gobierno. En esa ocasión, Boric reaccionó con la expresión “¡Ey, socia!”, que no fue bien recibida.

Ahora, sus ayudantes y guardaespaldas alejaron rápidamente a un confundido Boric del peligro que, hoy por hoy, constituye para él moverse entre la gente común y corriente.