En los próximos días debería comenzar la segunda etapa de la operación militar especial de Rusia. Enfrenta la propaganda occidental y el discurso triunfalista de Kiev, un continuo flujo de armas hacia Ucrania y la opción estratégica de Estados Unidos de convertir la guerra actual en un conflicto indefinido y extenso.
Mientras las fuerzas rusas continúan la preparación para su ofensiva, que podría desencadenarse en cualquier momento, Ucrania persiste en golpes en contra de población civil en el Este del país y en territorio ruso.
Además, se anotó como un éxito propagandístico el hundimiento del crucero “Moscú”, el buque insignia de la flota del Mar Negro de la marina rusa. Según la versión occidental, la nave habría sido alcanzada por un misil Neptune, una modificación reciente de los Kh-35 soviéticos. Sería la primera vez que ese modelo se haya usado en una operación bélica. El ministerio de Defensa ruso sólo se remitió a informar de un incendio en la nave, sin precisar sus causas, que habría causado la explosión de la munición que transportaba.
La pérdida del “Moscú” no altera el dominio naval ruso en el Mar Negro. El uso de sus capacidades de lanzamisiles en un eventual ataque anfibio sobre Odesa habría consistido en la protección de las naves que intervinieran directamente en la operación.
Sin embargo, el exitoso uso del misil ucraniano, que debió haber sido direccionado a muy baja altura para sortear los radares y las defensas antiaéreas, demuestra nuevamente el apoyo de Estados Unidos, que ha brindado a Ucrania avanzada y precisa información de inteligencia sobre blancos rusos.
Moscú declaró que, de continuar los ataques en su territorio, Ucrania deberá enfrentar una respuesta sobre sus “centros de decisión”, en una alusión, apenas velada, al palacio presidencial de Zelenski y otras instalaciones del gobierno ucraniano.
La amenaza es en sí misma significativa. Rusia se ha abstenido de realizar siquiera acciones de hostigamiento en contra del régimen ucraniano, indudablemente, por su pretensión de mantener abierta una vía diplomática y política.
En ese sentido, tampoco puede haber dudas de que las recientes visitas de mandatarios, como el premier británico, Boris Johnson, y sus estrafalarios paseos por la capital, no descansan sólo en la pericia de sus guardaespaldas, sino, esencialmente, en garantías otorgadas por Moscú.
La espera antes del inicio de la segunda etapa de la guerra toma ribetes inesperados. La cautela del régimen ruso por contener las muertes de civiles choca con el lado ucraniano, que trata de “elaborar” matanzas y atrocidades para inculpar al enemigo, con el respaldo invaluable de la prensa internacional.
Pero parece que eso está llegando a su fin. En el Donbas, la mayor parte de los pueblos y ciudades donde se concentran los nacionalistas están casi desocupados. Sin embargo, esas tropas no cejarán en su resistencia.
Esperan la embestida rusa a zonas en que han emplazado una serie de obstáculos y fortificaciones con las que buscan frenar el empuje ruso y ganar más tiempo para el proceso armamentista impulsado por los europeos y Estados Unidos.
Sin embargo, el armamento que reciben tiene limitaciones. Las partidas de las modernas armas antitanques portátiles, que tanta utilidad les han brindado en sus operaciones, son limitadas. Abunda, en cambio, el material declarado obsoleto por los ejércitos occidentales. Y en general, las armas tienen un empleo esencialmente defensivo. Además, nada es gratis, ni siquiera entre aliados. En muchos casos, Ucrania deberá pagar por ellas al finalizar el conflicto.
Lo que se aproxima ahora es una guerra más intensa y ofensiva por la parte rusa.
Si se sigue el aprendizaje realizado en Siria, deberían aniquilar los bastiones enemigos, en que se concentran las tropas más experimentadas ucranianas. Ese impulso debería desplazar a esas fuerzas hacia el oeste, lo que llevará a un desequilibrio permanente que afectará a los países limítrofes como Polonia y, en un corto plazo, al conjunto de Europa.
La perspectiva que abre la guerra es el fin de Ucrania en su actual forma y es la apertura de una serie de disputas internas -entre distintos jefes de militaristas que se disputarán el poder- y conflictos externos, como con Polonia, que proyecta la anexión o el control de las zonas occidentales de Ucrania que antiguamente pertenecieron a ella. Igualmente, se manifestará con más claridad el conflicto, ahora tapado por la borrachera belicista, entre la OTAN -o sea, Estados Unidos- y la Unión Europea -o sea, Alemania y Francia- por el dominio político de su flanco oriental.
Una muestra de esto quedó en evidencia en Mariupol, con la rendición de más de 1.350 infantes de marina ucranianos. Rodeados en la planta de metalúrgica de Ilich, vieron que, si persistían, serían aniquilados. Otro grupo, compuesto por soldados ucranianos de la misma 36ª brigada de infantería de marina, que quiso forzar su salida, en un convoy con tanques y vehículos blindados y más de un centenar de soldados, fue destruido. Hubo 70 muertos y 42 efectivos fueron hechos prisioneros.
El último bastión de resistencia en Mariupol es el reducto de Azovstal, una vasta zona industrial, que puede caer en cualquier momento. Allí, se mantienen aún miles de soldados nacionalistas y mercenarios que no saben cómo escapar del lugar. El recuento total de capturados es de 2.673 efectivos ucranianos.
La intensificación de la guerra aumenta las posibilidades de un bombardeo táctico o estratégico con el arsenal nuclear ruso. La ya mencionada advertencia de golpear los “centros de decisión” ucranianos, varios de ellos situados en búnkeres secretos fortificados, cuya destrucción efectiva podría requerir del empleo de armas atómicas tácticas de bajo alcance, es un signo ominoso en este sentido, al igual que posibles operaciones en contra de los convoyes con armamento que se desplazan desde la frontera occidental hacia centros de acaparamiento y las zonas de combate.
Un paso semejante vuelve más cierta la amenaza de una guerra total.
Mientras eso no suceda, los objetivos de la segunda etapa son la captura de las ciudades de Mariupol, Odessa y Jarkov, además de la aniquilación del frente Este y su desplazamiento hacia Kiev.