Guerra económica en contra del pueblo

El gobierno se ha decidido a apostar su suerte política a impedir un quinto retiro de los fondos previsionales. Al igual que Piñera, emplea todos sus recursos en defender a las AFP y al gran capital.

Se dice que la definición de la locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar un resultado distinto. La frase es atribuida muchas veces a Albert Einstein, pero parece que proviene, en realidad, de un manual de Narcóticos Anónimos, lo que parece bastante adecuado, si uno lo piensa bien.

Sea como sea, si eso es cierto, este gobierno está más loco que una cabra. Ya ha habido cuatro intentos legislativos de autorizar el retiro de 10% de los fondos previsionales de los trabajadores.

Tres fueron exitosos, pero todos terminaron por hundir al gobierno que se opuso a ellos.

El gobierno de Boric enfrenta ahora el mismo dilema y, al parecer, cree que, si lo hace él y del mismo modo que antes, esta vez, todo va a salir bien.

Piñera justificó sus fracasadas maniobras con varios argumentos que se desplomaron uno tras otro. Primero, alegó que el retiro del 10% estaba prohibido; el parlamento no tiene facultades para proponer cambios a la legislación de seguridad social, Constitución del ’80 mediante. Eso se cayó rápidamente, porque el proyecto superó los quórums de una reforma constitucional.

Mientras, predecía que todo se iba a hundir, las acciones iban a caer, el dólar se dispararía, reinaría el caos. Eso tampoco ocurrió, porque el primer retiro se convirtió en el equivalente de los programas de estímulo económico llevados adelante por otros gobiernos, pero al que Piñera se resistía.

Cuando ya tocaba el segundo retiro, dijo que era “poco equitativo”. Es decir, se beneficiarían las personas con ingresos más altos, mientras que centenares de miles o millones de personas ya habían agotado sus fondos después del primer retiro. Eso tampoco era cierto, porque los ricos de verdad, como todos saben, no trabajan y, por ende, no cotizan en la AFP. Y, además, la pequeña minoría de personas que sí reciben súper-sueldos, tienen un tope imponible, de algo más de dos millones pesos. O sea, aunque gane como ministro o diputado, cotiza y – sus fondos en la AFP- son como si su sueldo fuera de dos palos. En fin.

Puro cuento.

Después decía que era mejor que el Estado diera ayudas económicas. Y ese, por supuesto, no daba nada. Al final, tuvo que comerse el tercer retiro y, ya pidiendo agüita, conceder los IFE.

Y con el cuarto, como coincidió con el aumento de la inflación y la presión era, acaso algo menor, debido al dinero que las personas recibían, justamente, del IFE, lanzó la idea de que los retiros eran la causa de las alzas. Allí, tuvo algo más de éxito y, también de ayuda, porque el proyecto fue rechazado en el parlamento. El que ahora es el oficialismo tampoco insistió demasiado. Querían que todo terminara como un mal sueño.

Bueno, la pesadilla volvió.

Y el nuevo oficialismo intenta frenar el quinto intento de recuperar los fondos de los trabajadores que están bajo el control de las AFP con sus propios cuentos.

Estos, sin embargo, no son muy originales. Las alzas están destruyendo día a día el nivel de vida de los chilenos. Y el gobierno tiene a uno de los principales proponentes de la teoría de que los retiros causan inflación en el gabinete, el ex presidente del Banco Central y actual ministro de Hacienda, Mario Marcel.

¿Qué dice él? Que la inflación actual fue causada por los retiros pasados. Ajá. O sea, la inflación de marzo de 2022 se debe a la plata recibida en julio o diciembre de 2020 o hace un año.

Se trata de una teoría económica bastante loca, porque no sólo atribuye las alzas actuales a momentos en que no se provocó inflación, sino que además niega los factores que provocan aumento de los precios en todo el mundo, excepto, se entiende, de Chile.

Cuando alguien le dice a Marcel que eso no parece muy racional, responde -siempre con números- que el “99,9% de los economistas” están de acuerdo con él.

Pero ¿por qué tendrían razón? ¿En qué se basan?

Los monetaristas, siguiendo a Milton Friedman, creen que la inflación se debe a un aumento de la cantidad de dinero en la economía. Esa teoría es bonita, pero no es verdad. Desde la gran crisis del 2008, las grandes potencias industriales han estado aumentando la cantidad de dinero en la economía en grados superlativos. Le han llamado a eso -que la maquinita de imprimir billetes haga brrr, brrr- “relajamiento cuantitativo”. Y ya vamos en más de dos décadas en que no ha habido inflación, sino, en ocasiones, el fenómeno contrario, deflación. Hasta ahora.

Raro.

Y si la teoría ya es extraña, la práctica es media espinuda para Marcel.

Porque se entiende que los fondos de pensiones también son dinero cuando los controlan las AFP y no sólo cuando los trabajadores obtienen una parte de ellos. Aunque cambie de manos, sigue siendo la misma cantidad ¿o no es así?

El hecho concreto es que el único que ha aumentado la cantidad de dinero en la economía es el Banco Central, bajo el mando de Marcel, por cierto, que adelantó a las AFP los fondos que éstas debían pagar a los trabajadores. Y, eso sí, lo hizo con la imprenta de billetes.

Pero hay otro argumento económico que usa Marcel. Ese consiste en la siguiente fórmula: más plata en manos de los trabajadores-más consumo; más consumo-mayor demanda; mayor demanda-aceite a cinco lucas.

Entonces, la solución a la inflación sería: para que la gente pueda comprar pan y porotos, hay que bajar la demanda, o sea, el consumo, o sea, la plata que tienen para comprar… pan y porotos.

Brillante.

¿El dinero no le alcanza, señora? No hay problema, se lo quitamos. Y todo va a estar bien.

Lo increíble de esta teoría es que hay gente -¿será el 99,9% de los economistas?- que la divulgan como si fuera una religión, en circunstancias de que los hechos muestran exactamente lo contrario.

La inflación mundial -y Chile, aún en contra de los deseos del gobierno, sigue siendo parte del mismo planeta- se ha incrementado incluso en los países en que los programas de estímulo, es decir, aquellos que impulsaban la demanda, han terminado o nunca existieron. Porque la principal causa de las alzas actuales radica, no en lo que las personas consumen, sino en la producción, en la inversión… o sea ¡en la oferta, pues!

Y ahí tenemos bastante. La guerra en Ucrania es un shock a los precios de las materias primas y los alimentos. Y eso se basa sólo en la pura proyección futura -o en la constatación de que ahora, en el período de la siembra en uno de los mayores productores de grano del mundo, nadie está trabajando. Antes de eso, tenemos el colapso de la producción y, especialmente, la explosión de los costos de los fletes internacionales, como sabe el 99,9 por ciento de… ¡todo el mundo!

Excepto, por supuesto, el gobierno de Boric, su ministro de Hacienda, y los demás defensores de las AFP que, por una vez, pueden escudarse detrás de esta nueva “primera línea” del gran capital.

A ese contingente de choque se van sumando más y más guerreros. En esto, que se asemeja una lucha final en contra de los trabajadores, se agrupan ahora los dirigentes del Partido Comunista.

Ellos repiten el dogma de que los retiros causan la inflación y agregan de su cosecha: si se aprueba el quinto retiro, el gobierno no podrá realizar sus “reformas estructurales”.

Eso plantea un problema muy interesante. Porque, si ese argumento estuviera dirigido a los trabajadores, éstos tendrían reflexionar qué se alinea más con sus intereses: recuperar ahora el dinero que las AFP les expropiaron… o ajustarse el cinturón, a la espera de que Boric y compañía les den, en 40 años más -todo gradual, todo prudente-, un sistema de pensiones en que a ellos se les descontará casi el doble en forma de cotizaciones y en que las AFP seguirán subsistiendo, pero bajo otro nombre y con enfoque de género, ecológico e intercultural.

Vaya dilema ¿verdad? ¿Qué hacer?

Por suerte, el Partido Comunista no les habla a los trabajadores, sino que sólo a sus diputados y a sus aliados del oficialismo. Y lo que están diciendo es: no toquen al capital, porque, de lo contrario, nos va a mirar mal la gente y los grandes empresarios. Y, si los dos, capital y trabajo, nos odian, rapidito vamos a perder todas las pegas que hemos conseguido…, perdón, perdón, debe decir: se va a comprometer la viabilidad del proyecto de transformaciones.

Mejor que nos odie la gente, nomás, se dicen.

Así es la cosa con los dilemas -blanco o negro, bueno o malo, chicha o limonada, de un lado o del otro, sin matices, sin intermedios: hay que elegir.

Los que van en contra del pueblo, no sólo lo perjudican en este punto particular.

Favorecen una guerra económica que está en marcha: mediante la depresión de su nivel de vida, deprimir paulatinamente sus salarios en beneficio de las ganancias de los burgueses.

Eso es lo que está en juego ahora, no sólo el quinto retiro, que es una batalla más en este enfrentamiento.