Perú lleva años en una crisis política. Las diversas fórmulas que se han implementado no han podido suprimir la inestabilidad de los gobiernos que han pasado por la casa de Pizarro.
Desde antes de asumir, las fuerzas de derecha han tratado de botar al gobierno de Pedro Castillo. Utilizan todas las vías posibles y desde el Congreso tratan de forzar la renuncia. No les ha resultado, pero, una y otra vez, lo intentan. Lo acusan de desgobierno, ineptitud en la administración y de carencia moral.
Ahora quieren capitalizar las movilizaciones sociales en contra de las alzas, presentándose como sus impulsores de ella. Pero, en la realidad, no manejan a las masas que han salido a la calle.
La política errática de Pedro Castillo ha significado que un 76% lo rechace. Pero, del mismo modo, el Congreso Nacional es repudiado por el 82% de las personas.
No le ha ido bien a Castillo, pues ha tratado de negociar gobernabilidad con la derecha. Eso no ha tenido réditos. Al mismo tiempo, se ha alejado de las demandas populares que lo llevaron a la presidencia. Trata, de algún modo, de ir por el centro, pese a que la población exigía cambios radicales que impulsarían al país a salir del entuerto político en que se halla inmerso desde hace años.
En general, sigue contando con un apoyo de organizaciones populares. Pero eso no le satisface a Castillo, que quiere manejar el país con el Congreso.
Pero éste se niega a colaborar. Por eso, su gobierno debe contentarse con medidas que no sean cuestionadas por el parlamento y la burguesía.
Para el pueblo, el gobierno no está haciendo nada frente a la crisis económica actual y comienza a manifestarse.
La respuesta, absurda y atolondrada, fue represión y toque de queda.
Por otro lado, Vladimir Cerrón, el líder del partido Perú Libre, que llevó a la presidencia a Pedro Castillo, más mesurado en la visión de lo que está sucediendo, interpreta las manifestaciones como netamente populares, y que sus demandas son razonables, pues los combustibles se han encarecido, los peajes han subido su valor, los campesinos se han visto afectados.
El gobierno no es capaz de reaccionar. El ministerio de economía y finanzas es conducido por “neoliberales y caviares” que no son capaces de ponerse en los zapatos de los trabajadores. Como ejemplo, el primer ministro, Aníbal Torres, dijo que “si no hay pollo, consumamos otros productos alternativos como pescado”. Para rematarla, elogió después a Hitler y Mussolini, provocando desconcierto general.
Cerrón propone el cierre del Congreso, pues la única solución sería una Asamblea Constituyente para acabar con los abusos y la discriminación.
La solución a la crisis en el Perú, que ya se arrastra por cerca de treinta años, al igual que en el resto de los países de nuestro continente, sólo puede ser resuelta si se involucra al pueblo en las decisiones políticas.
Las líneas reformistas, populistas, liberales o de derecha, que han regido por décadas los designios de los países, sólo han agudizado la pobreza y la desesperanza, han incrementado la riqueza de las burguesías internas y transnacionales, han promovido la depredación irracional de los recursos naturales, han profundizado la corrupción y el saqueo del Estado y, en muchos casos, han seguido la política de Estados Unidos por sobre los intereses de la población.
Las movilizaciones en Perú deberían ser un aliciente para que el gobierno implemente medidas de cambio a favor del pueblo, que lo apoyará si prevé soluciones inmediatas a los problemas más apremiantes, pero se volcará en su contra si su respuesta es más represión.