Alto drama, baja intriga, otra vez sopa

Que el gobierno de Boric no iba a poder sustraerse de la crisis del régimen político dominante, era algo que nosotros decíamos mucho antes, para enojo de sus adherentes más fanáticos. Pero es algo objetivo. Si el sistema no sirve, el intento de mantenerlo andando con discursos, tampoco va a funcionar. Vayan acostumbrándose.

Izkia Siches, lo hemos dicho aquí, es un fenómeno raro. No es una política profesional, aunque ha hecho sus armas en los laberintos del Colegio Médico. Pero como ahí la tarea, dentro de todo, es fácil -defender los intereses, sobre todo económicos, del gremio- asumir como ministra del Interior, jefa de gabinete, zarina del orden público, queen de Wallmapu, sí es un contraste importante.

Eso ha llevado a que la aproximación de Siches a la política sea un tanto, digamos… cruda. Y eso que el resto del personal no es muy refinado que digamos.

Pero Siches se pasa.

“Mis felicitaciones al gobierno anterior que tuvo la capacidad de tapar esto con tierra, no sé cómo”, declaró y, manifiestamente, sin ironía alguna, sobre el complicado asunto del avión fantasma con los venezolanos que iban y venían.

A Siches se le olvidó -o nunca supo- que eso no se dice. Se piensa, pero no se dice. Pero la doctora es de esas personas que, cuando alguien discretamente intenta impedir un desaguisado suyo, exclama, para que todos escuchen: “¡ay! ¿por qué me estás pateando debajo de la mesa?”

Y tampoco se da por enterada de que, en el gabinete del presidente Boric, ella carece de algo fundamental: un partido. Todos lo tienen. Giorgio Jackson y Camila Vallejo. Antonia Orellana, la ex asesora de Boric y ahora ministra de la mujer, que no sólo tiene un lugar en el comité político, sino que también ha podido instalar funcionarias en todos los ministerios que le responden directamente a ella. El subsecretario Monsalve. Y así.

¿E Izkia? ¿Qué tiene? Partido, no. Pero, quizás, en medio del caos del régimen político burgués eso ya no hace tanta falta. Por lo pronto, tiene a su lote del Colegio Médico, que están instalados en su ministerio, pero, además, en el Minsal, un monstruo del Estado que dirige a más de 200 mil funcionarios.

Además, Izkia ha hecho varios amigos en los años pasados. Ella convocó, solita, en 2020, a una “comisión de expertos”, transversal, por supuesto, para hacer un plan económico en medio de la crisis sanitaria. Eso permitió al gobierno de entonces mantener un ajuste económico en medio de la crisis que favoreció ampliamente al gran capital, hasta que todo se vino abajo con los retiros de las AFP.

También hizo una interesante alianza con Piñera para el plan de reabrir los colegios. Eso tampoco funcionó, porque la pandemia se descontroló.

Apenas asumió -¿o habrá sido antes?- se convirtió en la gran protectora y encubridora de los pacos, contra viento y marea.

Y ahora, que dejó la escoba y, digámoslo con respeto, pero también con franqueza, simplemente, por weona, recibió el delicado apoyo de todos los grandes de la ex Concertación, a la cabeza José Miguel Insulza.

Hay un patrón aquí ¿verdad?

La doctora se revela como una catrasca (eso significa, lo diremos para los que no saben, por primera y única vez: “cagada tras cagada”) clásica, pero nadie la puede tocar.

El presidente que, si tuviera la más mínima fuerza y autoridad, habría reemplazado, por simple sanidad mental o elemental conveniencia, a esa “colaboradora”, como él la llama, decretó que Siches seguirá “en todas sus funciones” y su tropa de asesores médicos, también.

Y mientras tanto, sus colegas y rivales en el gobierno la seguirán odiando y armando intrigas, y Siches seguirá haciendo de las suyas.

Es lo que hay, amigues.

Sopa.

Es lo mejor que tienen en el menú.