Tanto en Chile como en Argentina hay individuos que han querido esconder o eliminar la figura de los habitantes originarios de sus países. Para ello han sumado historiadores proclives a un pensamiento de negación del pueblo mapuche.
En Chile, la lucha del pueblo mapuche comenzó mucho antes que hoy.
Su génesis está en el periodo precolombino, cuando las tropas del Tahuantinsuyo ingresan a territorio dominado por los mapuches, cerca de 1470, enviados por el Inca Túpac Yupanqui. Esos sostienen los primeros choques con los mapuche.
Después caería el imperio incaico a manos de los españoles y estos seguirían los pasos de los incas y llegarían a tierras chilenas. Otra vez, chocarían con los mapuches.
Por cerca de 300 años se sucederían las confrontaciones armadas. Luego, una vez independizado el país, se siguieron sucediendo alzamientos en territorio mapuche, que fue “terminaron” con la “pacificación de la Araucanía”.
Y hasta hoy día sigue vigente el “problema mapuche”.
En Argentina, el pueblo mapuche vivía en el Puelmapu, que era el territorio al otro lado de la cordillera de los Andes. Al igual que en Chile, en ese país también se trató de eliminar a los mapuches, mediante la “conquista del desierto”, un eufemismo para encubrir la matanza de indígenas por tropas federales en la década de 1880.
En Chile, los mismos conquistadores españoles tuvieron en estima la valentía y la defensa de su tierra de los mapuches. Incluso hicieron cantares sobre ello, como La Araucana de Ercilla.
El propio Bernardo O’Higgins, que hablaba mapudungun, reconoció sus símbolos y puso la estrella de Arauco en la bandera de Chile, a la vez que reconoció a los mapuches como chilenos y viceversa, pues los llamados “mestizos” son hijos legítimos o putativos del pueblo mapuche.
La burguesía, en general, aborrece a este pueblo, porque ha sido un obstáculo para sus pretensiones económicas durante siglos.
De manera que, incluso, algunos historiadores proclives a esta clase social han tratado de argumentar que los mapuches no existen, sólo son “araucanos mestizos con fuerte carga blanca”, como opina Sergio Villalobos. Por ello, sería mejor aprender bien castellano o chino que el mapudungun porque es una “lengua moribunda”, según el académico.
En el lado argentino cunden los hijos de Europa. Parece que con ellos comenzó la república. No se acuerdan mucho de que sus cambiantes caudillos utilizaban a los indígenas para las contiendas y luchas por el poder.
En la actualidad, eso ha devenido en una crisis nerviosa de la burguesía argentina cada vez perciben las demandas de los mapuches argentinos. Para ellos no existen como pueblo originario. Argumentan que los pueblos originarios de verdad fueron mapuchenizados por este pueblo que venía del otro lado de la cordillera.
Debido a ello, no hay que darles nada; “son chilenos”, dicen, con desprecio.
Quizás sea un pequeño problemita para estos “verdaderos argentinos” que ellos llegaron muchos siglos después, si le hacemos caso a sus teorías. Para estos, los mapuches son invasores chilenos que quieren reivindicar territorios ganados siempre con “el engaño y la violencia del Estado a su favor”.
La noción de Wallmapu es tan rechazada por estos “nacionalistas” argentinos como el término mapuche Puelmapu, u otros.
Lo que temen es que los mapuches reivindiquen en algún momento el territorio en el que estos señores hacen sus negocios. Lo mismo pasa con los “patriotas” chilenos. Son de la misma calaña.
Deberían ser cuidadosos. No vaya a ser que, algún día, “las palabras creen realidades”.
Los jóvenes liberales en el gobierno quieren quedar bien con todos. Así cometen errores.
Tratan de congraciarse con el pueblo. Pero, rápidamente, se dan cuenta de que, siendo populares, sólo les alcanza para subir algunos peldaños.
Luego, tienen que encaramarse a otro árbol. El de los que tienen el poder económico. Y a esos no se les contradice. Se les obedece.