La derrota de Kiev

Poco a poco, los medios de comunicación occidentales van reduciendo su cobertura del conflicto ucraniano. La derrota del régimen de Zelensky se vuelve evidente. Lo único que falta saber es cuándo claudicará. Estados Unidos, sin embargo, presiona a los países europeos para aumenten la presión económica y política sobre Rusia y, así, extender el conflicto.

El ataque a los batallones nacionalistas que defienden la ciudad de Mariupol está en su fase final. Sus fuerzas ya han sido separadas, lo que hace más fácil su aniquilación. En los últimos días, los mandos habían hecho un llamado a los efectivos ucranianos remanentes a que abandonaran la ciudad en pequeños grupos. De ese modo, podrían ser evitar la captura por las milicias de la república popular de Donetsk y el ejército.

Pero parece que eso ya no es posible. Sólo les queda seguir adelante y enfrentar las consecuencias por los crímenes que cometieron en ocho años de guerra civil en contra de los ciudadanos ucranianos de ascendencia rusa.

Para Rusia, la liberación de Mariupol sirve de ensayo para la toma de ciudades como Jarkov, Odessa o Kiev. Se debe adecuar el trabajo de lucha urbana con amplia movilidad, bombardeo de objetivos de fuego, eliminación de unidades en edificios de altura y uso de armamento de alto poder destructivo, como el que se usó en las guerras de Chechenia y de Siria.

Cuando la contienda está perdida, lo racional sería capitular de la forma más honrosa posible. Pero Kiev se aferra a la ilusión de una operación de salvataje que involucre tropas de países europeos. Pese a que significaría el riesgo de una guerra continental y mundial, hay círculos políticos que avivan ese espejismo.

El gobierno de Zelensky está atrapado por los logros de su propia campaña de propaganda. El exitismo y la ocultación de la verdad son parte de la guerra. Pero es el bando perdedor el que debe ocultar las bajas y las derrotas. Los que van ganando, en cambio, generalmente, se benefician de mostrar la situación con realismo.

El conflicto avanza raudamente hacia una definición, en que el ejército ruso tome control total del territorio ucraniano, incluyendo zonas que no han sido tan golpeadas por los bombardeos.

Es posible anticipar cómo la “operación militar especial” rusa puede devenir en el control de las grandes ciudades, de las fronteras y en la desmilitarización del país, es decir, de la reducción sustantiva y permanente de las fuerzas armadas ucranianas.

Pilotos rusos de helicóptero revisan el aparato antes de salir a una nueva misión contra objetivos ucranianos.

Actualmente, Rusia puede condicionar los movimientos civiles y militares dentro de Ucrania. Para convertir esa capacidad en un control pleno, sin embargo, necesitará de la anuencia de sectores ucranianos que validen un cambio en el régimen dominante en el país. Es lo que Moscú llama la “desnazificación”.

Volviendo a los sucesos propios del conflicto, hasta hoy, las fuerzas rusas han destruido 184 aviones y helicópteros, 255 vehículos aéreos no tripulados, 189 sistemas de misiles antiaéreos, 1564 tanques y vehículos blindados de combate, 158 lanzadores múltiples, 627 cañones y morteros y 1367 vehículos militares especiales del enemigo.

Las operaciones presentes se centran en la destrucción de los remanentes aéreos de Ucrania, piezas de artillería, instalaciones militares, depósitos de armas y centros de acumulación de tropas.

Esa parte de la campaña causa un debilitamiento de la moral combativa de las tropas estacionadas que ven como destruidas por misiles, sin poder entrar en acción.

Este es el caso del ataque en Nikolaev, a la brigada aerotransportada 79 de Ucrania, en la que murieron casi 300 soldados, y no 80, como lo dicen los medios extranjeros.

El efecto de este tipo de golpes ya se vio cuando se atacó un recinto militar situado cerca de la frontera con Polonia. Los mercenarios que estaban siendo adiestrado allí, escaparon por la frontera, luego de que el bombardeo causara 200 muertos, entre ellos, muchos extranjeros.

El uso de armamento de última generación ha provocado pérdidas en las huestes ucranianas, pero también temor, pues el poder de destrucción es enorme y la intercepción es nula, como lo señaló el propio presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, cuando explicó las características del misil hipersónico Daga. Otros misiles usados son los Bastión, de corto alcance, que llegan a objetivos por sobre los 600 kilómetros de distancia.

Mientras, este jueves, el presidente Biden se reunirá con los gobernantes europeos en Bruselas. Se espera que se anuncien nuevas sanciones económicas, esta vez, dirigidas en contra de las reservas en oro pertenecientes a Rusia, y un incremento de tropas de la OTAN en su flanco oriental. Sin embargo, las presiones para un boicot a las importaciones de hidrocarburos rusos enfrentan la oposición de Alemania. El canciller federal, Olaf Scholz, indicó que “no estaba en el interés de nadie dañar la base económica” alemana.