¡A cerrar el Senado!

Fabiola Campillai, elegida por el pueblo, fuera de los partidos políticos, plantea que el Senado debe ser eliminado. Tiene razones poderosas y justas.

En la antigua Roma, los plebeyos, es decir, las personas comunes y corrientes, formaban una asamblea popular, el Concilium Plebis, y elegían como sus dirigentes a los tribunos. Paralelamente, los grandes propietarios, los aristócratas, descendientes de las familias patricias, se organizaban políticamente en el Senado.

La democracia burguesa moderna desdibujó y falseó las antiguas asambleas populares. Decidieron que ellos mismos, los burgueses, serían los portavoces de toda la nación que, curiosamente, coincidía siempre con sus intereses. Los parlamentos modernos son expresión de ese proceso. Pero en algunos países, eso no fue suficiente, especialmente en aquellos en que la clase dominante adquiría una forma oligárquica.

Y es así como resucitaron el antiguo Senado. Empezaron en Estados Unidos, a fines del siglo XVIII, y lo adoptaron también las repúblicas sudamericanas. No por nada llamaban al Senado “la cámara conservadora”. Ahí, se tomaría la decisión final sobre todos los asuntos públicos.

En Chile, pocos hacen, a estas alturas, una distinción muy fina entre Senado y la Cámara de Diputados. Las diferencias no son muy notorias. Y son igual de malos. Pero históricamente, el Senado ha sido el símbolo del poder oligárquico.

Y eso queda en evidencia a través de sus actos.

Uno de los más recientes fue el “acuerdo por la paz” para proteger el gobierno de Piñera, saldado con un posible cambio de la constitución. Allí, de chincol a jote se arreglaron para que no cayera Piñera, incluido Boric.

Este ejemplo, dentro de todo, es uno de los más limpios, porque los otros que cierran en el Senado… ¡madre mía! Acuerdos para que políticos de la UDI no sean incriminados como pederastas, acuerdos para que no se investigue más a culpables de sobornos en el caso SQM, corrupción a favor de las salmoneras, de la pesca industrial, de las mineras transnacionales, coimas a los parlamentarios y partidos políticos… La lista podría ser interminable.

Estos “honorables” se dedican a defender los intereses de sus amos. Se entrelazan en círculos corruptos para afianzar su poder personal y a los intereses económicos que saquean al país.

Uno de estos mentecatos planteaba que se conformaba con “el raspado de la olla”, que eran varios millones de pesos, pero que lo salvaban para seguir siendo senador.

Cuando ocurrió el levantamiento popular del 2019, los senadores se recluyeron en su edificio en Valparaíso. Estaban aislados del mundo, sabían que no representaban a nadie y, aun así, seguían complotando en contra del pueblo. No les importaron los muertos, los cegados, los torturados, apaleados y arrestados. Lo único que querían era salvarse ellos y a su sistema corrupto.

Contaban con que el gobierno seguiría reprimiendo a los manifestantes, incluso apoyaban la violación de los derechos humanos, aduciendo que todo debería volver a “la normalidad” que tanto ansiaban.

Es esta “fronda política”, en el sentido más burdo de la palabra, la que hoy ha sido cuestionada por Fabiola Campillai.

Ella es senadora. Pero, en realidad, es un tribuno del pueblo.

“Ayer me sentí muy mal”, comenzó su alocución. Expresaba así el desconsuelo por la indignidad de un senador, Manuel José Ossandón.

Este sujeto, que se viste de moderado, de que conoce a las personas comunes, al igual que todos los de su clase, busca ganancias políticas a costa del pueblo.

Se acercó a Fabiola para plantear que él apoyaría la amnistía para los presos del levantamiento popular del 2019, si ella, a cambio, apoyaba la libertad de los presos de Punta Peuco.

Fabiola prosiguió: “ayer me faltaron el respeto terriblemente”. Parece que Ossandón no se acordaba de que ella estuvo al borde de la muerte y quedó ciega por la acción de Carabineros. Esos mismos, juntos con funcionarios de las Fuerzas Armadas, mataron a miles de chilenos. Incluso, hasta hoy, muchos siguen desaparecidos. Decenas de miles fueron encarcelados, torturados, exiliados, apaleados por ser contrarios a la dictadura militar.

Una porción mínima de los criminales ha sido juzgada. El resto goza de una impunidad, avalada por los mismos políticos que ahora quieren liberar a asesinos que no tuvieron ninguna compasión cuando cortaban la garganta de una mujer con un corvo, cuando mataban niños, cuando asesinaban a personas desarmadas.

Ninguno de estos animales se arrepintió de sus crímenes. Es más, trataron de ocultar información para llegar a los desaparecidos, los botaron al mar, en minas, los enterraron en lugares remotos, los quemaron para que no los encuentren.

Fabiola agregó que Ossandón “y creo que la derecha completa, quiere la libertad de esos delincuentes. Se me dijo que soy un símbolo y que me saltaría quizás cuántas cosas pidiendo esa libertad de esos presos que no lo merecen. Jamás la pediría porque le faltaría el respeto a un país completo”.

En un llamado de dignidad, Fabiola solicitó a la presidenta de la Convención Constitucional “que, por favor, el Senado se elimine. Por favor, no lo necesitamos, ahí se entrampan las leyes y no quieren reparar todo lo que pasó”.

Eso es, por si les interesa, una manifestación de autoridad. Así hablan -y sólo así-, por si quieren saber, los hombres y mujeres realmente honorables. Son, siempre, aquellos que le dan voz y expresión a la moralidad de nuestro pueblo.