Para el mundo los rusos son los grandes culpables del conflicto militar con Ucrania. El apoyo al gobierno ucraniano llegó desde todos los confines del mundo y, por supuesto, de Europa. Pasado unas semanas del acontecer bélico, muchos comienzan a ver una cara diferente de aquellos que se mostraban como “víctimas”.
Empieza a cundir el terror entre los partidarios del régimen ucraniano. Ya no se muestran tan cándidos como en los primeros días de la operación militar especial de Rusia en su contra, cuando mostraban al mundo el horror de ser invadidos por otro país, atacados y bombardeados, sin tener la culpa de nada. O eso decían.
Ahora, se están mostrando en su faz verdadera, como han sido siempre.
Es el caso de los voluntarios civiles acompañados de tropas policiales que desatan en racismo permanente en una parte de la sociedad. De esta manera, son amarrados a postes y árboles las gitanas. Se les pinta la cara de verde para humillarlas, que sirva de escarnio. A los ladrones les pasa lo mismo. Los desnudan y torturan.
Este tipo de agresiones son recurrentes en muchos países en que la justicia hace caso omiso de su labor. Pero no es lo que sucede actualmente en Ucrania. Lo que ocurre es la búsqueda de chivos expiatorios que puedan ser atacados, en vez de hacerlo con el enemigo real.
El gobierno incentiva estos pogroms, al darle cobertura legal a la búsqueda de “saboteadores rusos”: cualquier persona puede ser agredida si es considerada sospechosa de algún tipo de crimen. Los jueces son los mismos captores. Ante cualquier duda, lo más simple para estos milicianos nacionalistas es disparar.
En otro caso, el jefe un servicio médico militar ucraniano, Gennadiy Druzenko, un abogado que fue parte de la llamada “operación antiterrorista” contra Donbas, señaló que había dado la orden de castrar a los rusos heridos, “porque son cucarachas, no son humanos”. Una frase similar utilizaban los alemanes nazis en la segunda guerra mundial para referirse a los que no eran de raza aria.
En el gobierno ucraniano, las diatribas no son menos altisonantes. Zelensky mantiene constantes conversaciones con los líderes de los “gobiernos libres” del mundo. Les dice que no sólo se vive de apoyo abstractos, sino que necesita ayuda urgente para revertir la derrota militar que sufre.
Insiste en sus llamados a la intervención de terceros países en el conflicto. Sin resultados.
Trata de mostrarse sereno y como representante efectivo de los ciudadanos. Eso se contradice con algunas de las decisiones que ha tomado en estos días, como la suspensión de 11 partidos políticos que tienen “vínculos con Rusia”, amparado en la ley marcial. En 2015 ya se había prohibido al Partido Comunista de Ucrania.
Lo que sucede actualmente es sólo la demostración del estado impuesto desde el 2014 en Ucrania. Ante la cesión del poder a grupos pro europeos y los posteriores hechos que terminaron con la anexión de Crimea a Rusia y el separatismo en el Este del país, el Estado ucraniano promovió a diversas organizaciones políticas que lo apoyaban en su “guerra antiterrorista”. Estas pudieron acceder al poder político y militar, creando milicias nacionalistas que operaban en el campo de batalla como grupos de exterminio.
La idea de una unión con Europa, la suma de las consignas nazi, sumadas al nacionalismo ucraniano, son parte de lo que vemos hoy día en el conflicto actual. La exaltación de sí mismos, la mentira como arma política, el uso de la propaganda y la alianza con amigos inescrupulosos, es una receta destinada a una derrota apocalíptica. Antes, la misma receta y mejorada, la usaron los nazis. Luego fue usado por diversos regímenes en las dictaduras latinoamericanas, y en la actualidad Israel maneja un esquema similar contra los palestinos.
Como en todos los conflictos y guerras, lo primero que se oculta es la verdad. No significa que no esté, lo que pasa es que está velada ante nuestros ojos. No la vemos, porque queremos creer en lo que nos dicen, porque simplemente por ignorancia aceptamos como válido algo que desconocemos.
Lo patético sería que ante las pruebas, sigamos defendiendo lo injusto.