Mientras se realizan las negociaciones entre Moscú y Kiev, la lucha continúa en todos los frentes de batalla. En los próximos días veremos la aniquilación de las fuerzas que defienden Mariupol y el avance de los cercos a las tropas de ucranianas.
En el frente oriental los avances se aceleraron luego del bombardeo realizado por fuerzas ucranianas en contra de zonas habitadas en Donetsk. 21 civiles murieron en el ataque, en el que no había objetivos militares cercanos. Esto significó la repulsa y rabia de los milicianos de las repúblicas populares que quieren expulsar a los nacionalistas sus tierras.
Más de 30.000 civiles fueron evacuados el miércoles, tras la derrota de las fuerzas ucranianas en los suburbios de Mariupol. En la ciudad se libran cruentos combates. Aun así, las milicias de las repúblicas populares lograron dividir a las fuerzas ucranianas, lo que augura que en los próximos días se podría declarar una batalla de aniquilación en contra de los batallones nacionalistas en ese puerto.
Cada día se liberan más asentamientos que estaban bajo el control ucraniano en la zona del Donbas. 16.000 soldados ucranianos corren el riesgo de ser rodeados en esa zona.
El desarrollo ininterrumpido de la guerra muestra los crecientes costos de la resistencia ucraniana, que enfrenta no sólo una creciente destrucción material, sino también la degradación de la capacidad operativa de sus fuerzas.
Las bajas entre los soldados ucranianos aumentan -20.000, según versiones rusas. Además, han muerto unos cientos de extranjeros mercenarios, como el supuesto “mejor francotirador del mundo”, un canadiense que decía que iba a matar 40 rusos diarios. Resultó que murió a los pocos días de llegar al país, en un bombardeo.
Respecto del armamento incautado a los ucranianos, todo el material está siendo traspasado a las repúblicas populares, que comenzaron a recibir tanques, vehículos blindados, y todas las armas extranjeras, sobre todo armas antitanque.
En relación a los equipos destruidos a los ucranianos, se cuentan 111 aviones, 68 helicópteros, 166 drones, 1.367 tanques y vehículos blindados, 132 sistemas de lanzamiento múltiple, 502 piezas de artillería y morteros, 1.156 vehículos militares especiales, además de la destrucción de pistas de aterrizaje, fábricas de armamento, cuarteles militares, depósitos de municiones y acumulaciones de equipo militar.
En tanto, en el exterior, se conoció la negativa de los trabajadores del aeropuerto italiano Galileo Galilei de Pisa a cargar aviones con armas y explosivos con destino a Ucrania, vía Polonia. El motivo es que la carga está etiquetada como “ayuda humanitaria”. Pero no se trata de alimentos o medicinas, sino de armamento letal.
Vladimir Putin declaró que el conflicto pudo haberse evitado, revelando así iniciativas diplomáticas pocos días antes del inicio de la “operación militar especial”. La exigencia rusa era que Kiev ordenara el retiro de sus tropas del Donbas. Pero el régimen ucraniano se negó, porque creía que Estados Unidos y los miembros de la OTAN lo respaldarían.
Si uno se guía por la propaganda occidental, parecería que Ucrania estuviera venciendo o, al menos, resistiendo.
En la realidad, no es así. La destrucción de los objetivos militares ha dejado una estela de infraestructura irreparable que crece con los días, pues los edificios de altura, en los que se emplazan francotiradores o armamento antitanque, se transforman en objetivos militares, la igual que las ubicaciones de los vehículos blindados cerca de sitios civiles. El costo de los ataques aéreos rusos en áreas pobladas recae sobre la población civil.
El periódico británico Financial Times afirma que en las negociaciones entre las partes se ha avanzado en un principio de acuerdo sobre un futuro estatus neutral de Ucrania y la prohibición de emplazar bases militares extranjeras en su territorio. El diario cita a personeros “conocedores de las conversaciones”, y menciona entre sus fuentes anónimas a funcionarios del gobierno israelí, país que respalda a las facciones del régimen ucraniano que levantaron a Volodimir Zelensky como su cara pública.
Pese a la perspectiva de una salida diplomática y pese a que los días del régimen ucraniano están contados, Estados Unidos y los miembros de la OTAN siguen enviando armas. Intentan ganar tiempo para quedar en un mejor pie para negociar o esperan que se produzca un hecho que cambie la correlación de fuerzas en el conflicto.
Esperan un milagro.