Cada cierto tiempo en Latinoamérica nos tiene acostumbrado Estados Unidos a que seamos partícipes de sus políticas contra regímenes que considera que están contra la “democracia y la libertad”. Sus llamados tienen eco en un grupo de la sociedad que quiere ser parte del poder, los pequeños burgueses.
Lo que está sucediendo en el mundo con la Operación Especial Militar de Rusia contra Ucrania, no es nada nuevo para los países del tercer mundo, pues deben lidiar con la propaganda de los medios de comunicación burgueses que muestran una visión unilateral de las noticias, acaparadas por medios afines a Estados Unidos y sus aliados.
La campaña antirusa promovida por los Estados Unidos y secundada por la Comunidad Europea, muestra a que estadios de locura se puede llegar en países que se presumían con un nivel cultural más alto que el resto del mundo. Es una situación vergonzosa, pues cada empresa u organización de todo tipo, cree que tiene que dar cuenta de su adhesión no solo a favor de uno de los bandos del conflicto, sino que a favor de la defensa del capitalismo.
Esto no es nuevo para los pueblos más pobres, pues los países más ricos creen que estos pueden ser pisoteados y manipulados a través de sus regímenes de turno, con políticos corruptos que se interesan más en las compensaciones económicas que devendrán de su adherencia a las políticas que en sus pueblos.
Hemos visto como en Asia, Estados Unidos y sus satélites europeos no conformes con intervenir militarmente en los conflictos en curso, imponía sanciones de todo tipo a gobiernos como Irán, Siria, Yemen, entre otros, como una forma de castigo por no seguir las políticas indicadas por ellos.
En América Latina, la evidencia de esta forma de imponer sus políticas y hacer caso omiso de ellas, lleva a sanciones de todo tipo. Cuba es testigo de ello, pues por más de sesenta años ha sufrido un bloqueo para debilitarla ideológica, política, social y económicamente. De la misma manera, han sufrido diversos niveles de sanciones todos los países del continente y últimamente, lo sufrieron gobiernos como el de Nicaragua y Venezuela.
Respecto de Venezuela, los Estados Unidos tildaron a Maduro de “dictador”, y como fieles ovejas los gobernantes de turno y políticos latinoamericanos, para no quedar mal, repetían el mismo discurso. La OEA, la ONU, las ONG vinieron a avalar lo dicho por Estados Unidos y sus portavoces. Que no se respetaban los derechos humanos, que obligaban a sus connacionales a emigrar, que promovían el narcotráfico, etc. En Chile, todos los políticos “de general a paje” soltaban imprecaciones contra el presidente de Venezuela, incluso avalaban que se pusiera un gobierno paralelo títere de Washington, y también que se intentara derrocarlo. El presidente electo es uno de ellos.
Esa es la triste historia de los súbditos de los Estados Unidos, de un día para otro se quedan sin piso. Asi ocurre que por razones económicas relacionadas con las sanciones al petróleo ruso, EEUU ha debido comenzar a buscar nuevos proveedores, uno de ellos que pueden acceder rápidamente es Venezuela, aunque signifique dejar de lado todo el discurso y las sanciones que hasta el día de hoy estaban vigentes. Colombia un aliado estrecho yanqui ha quedado en la más absoluta confusión, pues solo ayer culpaba al régimen venezolano de promotor del terrorismo, de dictadura y, hoy con las negociaciones entre Estados Unidos y Venezuela tendrá que cambiar su discurso, pues su jefe ahora proclama que Venezuela vuelve ser aliado.
Testaferros existen en todos los países, hoy proclaman a los cuatro vientos la ignominia de un país, solo porque los yanquis lo vocean. Ellos salen a mostrar su anuencia a la destrucción de los malos, que no se respetan los derechos humanos y que no se respeta la democracia. Frases clichés, que cuando les toca llevarlas a la realidad, en sus propios países transan con los criminales de siempre y contra su pueblo. Para malestar de muchos, sabemos hoy quienes son los enemigos del pueblo, por opción u omisión.