La reunión entre los cancilleres rusos y ucranianos en el balneario turco de Antalya, prevista para este jueves, representa la primera seria señal de que el conflicto pudiera transitar por una vía política. A pesar de la ofensiva propagandística y las sanciones en contra de Rusia, es el régimen ucraniano el que se va quedando sin opciones.
La iniciativa turca sigue a otros intentos de mediación, como el realizado por primer ministro israelí, Naftali Bennett, quien se reunió en Moscú con Vladimir Putin, sin resultados inmediatos. Israel tiene estrechos vínculos con los grupos económicos que sostienen al presidente ucraniano, Volodimir Zelensky.
El encuentro en el balneario turco de Antalya constituye el primer acercamiento político entre los dos contendientes. Los diálogos realizados en Bielorusia, entre delegaciones de funcionarios más subordinados, no han tenido efectos concretos.
Los corredores humanitarios acordados entre las partes no se han podido establecer, debido al sabotaje de las fuerzas ucranianas sitiadas.
El régimen de Kiev y sus aliados occidentales, en cambio, culpan a Rusia de impedir la evacuación de civiles y de, incluso, atacar o minar las vías de desplazamiento. Esas versiones, sin embargo, pasan por alto de que, más allá de las consideraciones -justamente- humanitarias, es Rusia quien tiene un interés militar en la salida de la población civil, porque ello facilitaría las operaciones para ocupar los grandes centros urbanos sometidos a un cerco.
En los hechos, son los mandos ucranianos en terreno los que han obstaculizado la salida de los civiles. Temen que, sin la cobertura que les da la presencia de la población local, el asalto ruso sobre sus posiciones será aniquilador.
Si todo marcha de acuerdo a plan, a la misma hora en que el canciller ruso, Sergei Lavrov, y su contraparte ucraniana, Dmytro Kulebasi, conversen en Antalya -uno de los sitios históricos de la expansión de la civilización griega en la antigüedad-, en Versalles, símbolo de absolutismo monárquico, estarán reunidos los representantes de la Unión Europea.
Pero mientras el desenlace de las negociaciones turcas es aún un misterio, las decisiones de la cumbre de la UE ya han sido tomadas. Y no son favorables para las pretensiones del régimen de Kiev.
Se espera que en el encuentro se inicie el proceso de acceso de Ucrania, pero también de Georgia y Moldavia, a la Unión Europea. Ese gesto hacia afuera, sin embargo, contrasta con las decisiones internas. Alemania ya planteó su posición: Ucrania no puede entrar a la Unión. Sabe que, al margen de cómo termine el conflicto, la presencia de un país con 40 millones de habitantes en el bloque europeo, sólo serviría para debilitar su posición relativa dentro de la UE.
Habrá, entonces, gestos, pero Kiev ya está notificado que esa vía le está cerrada. La UE, para empezar, no tiene un proceso rápido o fast track para el ingreso de nuevos miembros. De hecho, sus emisarios en la reunión de Antalya podrían aprovechar de preguntarle a los anfitriones de cómo funciona eso: Turquía inició su proceso de postulación… ¡en 1999! Y aún sigue afuera de Europa. El veto es el mismo: Alemania.
Kiev tampoco puede hacerse esperanzas de que las sanciones económicas en contra de Rusia golpeen los propios intereses europeos: las importaciones de petróleo y gas. En el caso del petróleo hay proveedores alternativos. Se podrían reducir las compras a Rusia, como ya lo han anunciado algunos países.
Pero el gas natural está fluyendo al cien por ciento de capacidad. Los precios están en las nubes.
De hecho, en medio de la guerra, el gas ruso cruza todo el vasto territorio ucraniano, y en cantidades incrementadas, a Eslovaquia. Los actos bélicos y acciones de sabotaje, sólo han interrumpido el suministro en redes secundarias, destinadas al consumo domiciliario en Ucrania y en la República Popular de Lugansk. El gobierno ucraniano anunció la suspensión de sus compras de gas a Rusia, abasteciéndose a través de envíos de gas licuado desde la Polonia. Pero la exportación de gas ruso a Europa a través de Ucrania sigue, como si nada.
Hay algo ahí ¿no?
A Kiev se le acaba el tiempo. La propaganda en los medios de comunicación, la agitación en contra de Putin, los gestos simbólicos y las sanciones que existen hasta ahora, nada de eso es suficiente para cambiar la situación.
Así las cosas, el encuentro en Turquía se vuelve más relevante.