Por Amanda Soledad Suárez
Fui invitada a un duelo, un duelo de escritura para un 8 de marzo.
Someterse a un duelo de escritura, para nosotras las mujeres es toda una aventura.
Son tantas ideas arremolinadas en la cabeza, emociones dobladas prolijas como las sábanas de la cama que se deben lavar, porque mientras consolidamos los ambientes de nuestra historia se cruzan las tareas pendientes, los cuadernos de la criatura escolar que debemos llegar a revisar porque las tablas de multiplicar esperan impacientes en la boca de la profesora que las evaluara desde la próxima semana, a veces el cuento a medio escribir se inmiscuye entre la lista de compras para el almuerzo del día siguiente, mientras pensamos como resolver que la protagonista de la historia decida dar el vamos de su aventura, otro ítem de preocupación y vamos sacamos cuentas del sueldo de fin de mes que debe llegar hasta fin de mes, como el chicle que debe esperar hasta la hora de almuerzo durante una mañana laboral.
Es sentarse a escribir un rato a escondidas en la pega o reírse del cuarto propio de la Woolf porque con suerte las mujeres trabajadoras tenemos habitación, a veces el lugar por excelencia es la cocina aunque sea solo para hacerse un tecito en la pausa del día, en el momento previo antes de dormir, confieso que me encanta el afán de cuestionamiento de su momento histórico y la valentía de sus decisiones.
Aquel duelo de escritura será un ejercicio de libertad y mientras no pueda ejercerlo los dedos se secan cuales tallos espinosos de maleza entre las rosas, no podrás dormir pues en el sueño vendrán a atacarte los fantasmas del final que aun rondan pendientes entre las orejas y la nariz, serán tus peores pesadillas al mismo tiempo con los miedos cristalizados por el fracaso, apenas te sientes a escribir la historia se marcharan esquivos burlándose de tanta bulla a tu alrededor.
Mientras te lavas los dientes aquellos kilos de más serán la sombra detrás del espejo del baño, asaltando groseramente los contornos de antaño que tantos besos han recibido, las canas en el cepillo se enredaran en las fantasías de las que te llenó la cabeza la Austen y la Bronte, revolucionarias para su época, pero llena de mariposas romantizadas, igual me encantan pienso, porque su lengua ya fue libertad en aquella historia pasada de sombreros con flores y vestidos de corse cristiano y patriarcal.
Me levanto y ya es 8 de marzo, entre tanta felicitación explico en afán de profesora los orígenes macabros que lo gestaron, que las rosas deberían estar las tumbas de las compañeras que por la mano del poder en vida y luego a través de la muerte las sometió, dejándolas en la tierra húmeda atrapadas en la lista de femicidios, dejándonos un doloroso vacío en el centro del cuerpo. También explico que los abrazos deben ser para aquellas quemadas vivas por el patrón junto a sus crías, mujeres textiles e hilanderas de mortaja blanca, irónicamente inmortalizadas por su mano asesina.
Pero en este duelo de escritura, en este 8 de marzo, no hay juez ni jurado, no habrá ministerio de fe pues por ella hemos sido esclavas, ¿cómo plasmar en una crónica el dolor de un aborto o la decisión prehistórica que nos fue arrebatada?, ¿cómo retomar el camino de una Eva nombrada por la Belli en su biblia reescrita? ¿de dónde escribir los sonetos de la Mistral, para besar sus manos generosas y grandes, tomar su cabello y lavarle el rostro sufriente, compensar en su nombre la indiferencia oligárquica de este país?, ¿cómo volvernos piedra para cimentar un futuro nuevo para nuestras hijas e hijos? ¿De qué baile nos relatará la Alanis en sus cuentos de vida? Esa escritora popular que sin editorial ni editor se atrevió publicar y vender su libro en la conversación, en el mirarse a los ojos, en el andar por la ciudad ingrata santiaguina, ¿Cómo cultivaremos tus crónicas Amanda? impregnadas de tantas manos, labios y sueños, que en la noche después de la marcha por Santiago, entre las tablas de multiplicar y la colación de mañana, entre la caricia dulce por esa mano amante y atacada por los espíritus de los textos que faltan por escribir que vendrán a recordarte la aventura de reinterpretar los sueños, las letras, la idea de escribir en este duelo, aunque en eso se nos vaya la vida, pero jamás la libertad.
No hay duelo que resista un 8 de marzo…