Una pléyade de mandatarios de países latinoamericanos trató de mostrar sus cualidades de líderes mundiales exhortando a la finalización de un conflicto en las antípodas del mundo. Muchos de ellos han tratado a su pueblo de la misma manera en que Ucrania trataba a su población del Este, violando sus derechos humanos, encarcelándolos y matándolos.
Mucha gente nunca había escuchado hablar de Ucrania, hasta ahora. Pocos conocen su historia o saben que el actual conflicto es la culminación de una guerra que comenzó hace ocho años.
En América Latina se pueden observar tres bloques o tendencias sobre el conflicto: unos que apoyan incondicionalmente a Estados Unidos; otros que rechazan lo sucedido, pero no quieren tomar partido por uno u otro bando, esperando su conveniencia; y aquellos que apoyan las decisiones adoptadas por Rusia.
En el primer bloque se están aquellos países que, por afinidad ideológica, se supeditan a los intereses norteamericanos. Tratan de sacar algún beneficio a futuro o, simplemente, se sienten seguidores de la cultura yanqui.
Uno de ellos es Colombia, que “rechaza categóricamente el ataque premeditado e injustificado que se ha perpetrado contra el pueblo ucranio por parte de Rusia, que no sólo atenta contra su soberanía sino amenaza a la paz mundial”. El gobierno de Duque incluso antes había visto la injerencia del fantasma ruso en sus elecciones.
Uruguay, un país que pequeño que pretende ser portavoz de la razón conservadora, rechazó el ataque de Rusia contra Ucrania, pues atenta contra el derecho internacional y llamó a una negociación para resolver el conflicto. Costa Rica, otro país pequeño que se estima como paradigma de “neutralidad”, sin embargo, se alinea en la “condena el uso de la fuerza y la violación de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”.
Un caso vergonzoso es el de Chile. Su presidente, un derechista que sigue los lineamientos yanquis y que actuó sin pudor reprimiendo y matando ciudadanos chilenos, tiene el mismo punto de vista de la situación que el mandatario entrante: “Rusia ha optado por la guerra como medio para resolver conflictos. Desde Chile condenamos la invasión a Ucrania, la violación de su soberanía y el uso ilegitimo de la fuerza”. Gabriel Boric fue después, incluso, más allá que el propio Piñera, al alabar al presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, alineándose de manera abierta con uno de los bandos en conflicto.
En el centro, están todos los países que, por situaciones internas o externas no quieren inmiscuirse por ahora en problemas que no los aquejan directamente. Su postura es el rechazo a lo que sucede, pero en cualquier circunstancia el diálogo es lo fundamental, añaden.
Tal como dijera Víctor Jara “no son ni chicha ni limoná”. Aquí se encuentra Ecuador que expresó su disposición a apoyar las decisiones que tome el Consejo de Seguridad de la ONU; Perú, que “manifiesta su profunda preocupación por la evolución de los acontecimientos en Ucrania, rechaza el uso de la fuerza y reitera su llamado a cesar todas las hostilidades y violaciones al alto al fuego en Ucrania”; Bolivia, que llamó a la paz y a la búsqueda de soluciones político-diplomáticas; República Dominicana que hace “un enérgico llamado al gobierno ruso a retirar sus tropas de Ucrania y a retornar a la mesa de negociación, en aras de encontrar una solución diplomática al conflicto”.
En este mismo bloque, pero tomando distancia y siendo más pragmáticos, están los tres grandes países de Latinoamérica. Argentina, que no considera aplicar sanciones económicas a Rusia, como lo había pedido el encargado de negocios de Ucrania; y México, que ha planteado su posición “muy enérgica en favor de la paz, de una solución pacífica, de la política en lugar de la fuerza”. No se plantean la ruptura de relaciones con Rusia. Brasil pidió “el cese inmediato de las hostilidades y el inicio de unas negociaciones que conduzcan a una solución diplomática”.
En el tercer bloque están los países que deben mostrar su postura frente a cada suceso político que los afecta y que están ligados a otros países que son aliados. Esos países han comprendido la necesidad de Rusia de contener y evitar una masacre a las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk.
Asumen una opción política que les puede traer problemas, pero no pueden quedarse callados frente al asentimiento irracional de los gobernantes que sólo tratan de mostrarse serviles frente a quienes quieren mostrar una visión única del mundo.
Es así como Cuba criticó a Estados Unidos por imponer “la progresiva expansión de la OTAN hacia las fronteras de la Federación Rusa” y pidió una salida diplomática al problema. Venezuela planteó que “rechaza el agravamiento de la crisis en Ucrania producto del quebrantamiento de los acuerdos de Minsk por parte de la OTAN. Llamamos a la búsqueda de soluciones pacíficas para dirimir las diferencias entre las partes. El diálogo y la no injerencia son garantías de paz”. Nicaragua también apoyó el paso dado por Rusia.
La mayor parte de América Latina no es capaz de tener una voz propia frente a los problemas que pueden acontecer en el mundo. Lo único que hacen es iterar lo que viene ya delineado por Washington. Van desde los presidentes cándidos hasta los que no les importa mancharse con sangre para seguir en el poder.
Quizás por ello, el mismo Joseph Biden, inquilino actual de la Casa Blanca afirma, al igual que sus antecesores, que América Latina “sólo es el patio de Estados Unidos”. Sea trasero o delantero, como dice Biden ¡qué importa!
Es sólo un gran y triste patio.