Hace un tiempo atrás se veían a sí mismos como “jaguares”. Después aceptaron que eran gatos, quizás de campo. Pero, hoy, la clase dominante en pleno se lamenta tanto de su suerte, que parece laucha, perseguida por algún felino. ¿Qué hay detrás de tanto llanto?
El verano tiene una calidad vivificante para los burgueses. No necesitan esperar febrero para viajar por el mundo. Eso lo pueden hacer en cualquier época del año. No, el tiempo estival está reservado para un ejercicio tradicional: juntarse. Hacer comunidad, diría alguien.
Los lugares han ido variando, por supuesto, en detrimento de esa costumbre oligárquica. En una época lejana, por ejemplo, Cartagena era el sitio perfecto a dónde ir o Viña o, antes aún, Limache. Hoy, las segundas o terceras o cuartas viviendas están mucho más dispersas. Unos están en su campo;otros en sur, en algún lago; y quedan los que aún van a la playa. Pero se las arreglan igual.
Este año, sin necesidad de conseguirse salvoconductos o certificados de residencia truchos, la junta anual de la clase social dominante ha estado más activa. Pero el ambiente, hay que reconocerlo, es malo, malo.
Porque esa gente no ha parado de llorar en todo el verano.
“¿Cuándo se jodió Chile?” se pregunta uno, con un gesto leve de inteligencia hacia su audiencia: está parafraseando a Vargas Llosa. Otra comensal salpica un poco del whisky al exclamar que, con la inminente abolición del Poder Judicial, ya no hay democracia posible: “separación de poderes ¿hello?”. Hasta que alguien sentencia, con la mirada fija hacia el horizonte a la hora del atardecer: “esto es el crepúsculo de la civilización occidental”.
Desde luego, estos son los exponentes más pretenciosos.
De hecho, un grupo de ellos, de los engreídos, encabezados por… ¿cómo describir a Cristián Warnken? ¿ex-divulgador literario? ¿ex presentador de TV devenido en youtuber? ¿columnista de El Mercurio?
Bueno, no importa. Warnken, entonces, ha armado un grupo que engloba todo el llanto burgués local.
Lo ha declarado un “movimiento” y lo ha bautizado “Amarillos por Chile”.
Ser amarillo es, en realidad, una cosa bastante distinta a lo que practica ese círculo, incluso si damos licencia para el empleo ligero y coloquial del término, como, por ejemplo, cuando se dice facho llorón, una acepción que, entre paréntesis, parece bastante más adecuada, en este caso, que la de amarillos. Pero no vamos a pedirle a Warnken, quien se llama a si mismo “intelectual” y “poeta”, que use bien las palabras.
El punto es que todo se armó mientras Warnken estaba en Frutillar. Vía whatsapp se fueron juntando, uno tras otro, con un cierto sesgo hacia los antiguos potentados de la Concertación y de la DC, para formar este círculo en que pueden lamentarse de juntos.
“Las grandes tragedias en nuestro continente y en el mundo entero”, reza el manifiesto, “han ocurrido cuando los amarillos hemos sido acallados o no hemos levantado con convicción suficiente nuestra voz (como ante la legitimación de la violencia política, por ejemplo), acomplejándonos ante quienes gritan más y construyen una versión de la realidad como un relato maniqueo, que divide el mundo entre buenos y malos y ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos”.
¡Ay, sí! Soluciones simples a problemas complejos ¡qué horror! O, mejor dicho: qué gran tragedia.
¿Qué quiere ese grupo? “Sentimos la pasión por lo posible que consiste en hacer las cosas bien hechas”, responden, “conseguir los cambios necesarios sin destruir lo bueno, apostar por un futuro mejor sin pensar que se parte de cero. Los amarillos creemos en esa frase del poeta W.B. Yeats: ‘Después de los sueños empiezan las responsabilidades’”, dicen Warnken y su séquito.
La referencia al gran poeta irlandés, sin duda, la introdujo Warnken, y no René Cortázar o Carolina Goic. Y se nota, porque la frase, primero, no es de Yeats y, segundo, está mal traducida. La expresión que Yeats citó como epígrafe de su obra “On Responsabilities” de 1916 dice “la responsabilidad comienza en el sueño”, lo que significa algo decididamente distinto a la sentencia que Warnken sacó de alguna página de Facebook con citas inspiracionales.
Pero así es nuestro intelectual: tan chanta como su ideario de “hacer las cosas bien” y no “mal”. Hay que entenderlo. En medio de tanto llanterío ¿quién puede formular una idea?
Estos peculiares amarillos, en todo caso, son sólo una expresión exagerada del lamento burgués, casi unos aprovechadores.
Varios, sobre todo del ámbito político, se dieron que cuenta de que los que componen el grupo de Warnken son, ya hace tiempo, fracasados seriales en sus emprendimientos políticos. Por ejemplo, el mismo René Cortázar, constituyente frustrado. Pese a tener la campaña con más financiamiento de todos los candidatos del país, perdió ante una ex dirigenta de la Cones, que le echó la foca en la salida del metro en Pudahuel. Ni los pacos le ayudaron a Cortázar, miembro de importantes directorios empresariales, en esa ocasión. Quizás entonces comenzó su infinita pena.
La verdad es que los burgueses, en general, no se fijan en la democracia, ni la separación de poderes, ni en la constitución, ni las “cosas bien hechas”, ni en el país, jodido o no.
Lo que les interesa es la plata. Por eso son burgueses.
Pero lo que los distingue de los pequeños burgueses, por ejemplo, o de un delincuente común, es que ellos, se supone, dirigen el país.
Y el que manda, no llora. Se supone.
¿Por qué están tristes, entonces?
No tiene nada que ver con la convención. Hasta la UDI, en palabras de su presidente, se ha convencido de que el “rechazo” en el plebiscito ratificatorio en septiembre próximo, “está destinado al fracaso”.
La nueva constitución no será ningún problema para la burguesía. Si no es primera vez en la historia y en el mundo en que la clase explotadora se ha encontrado con leyes y normas constitucionales que no le gustan tanto. No pasa nada. Igual le encuentran la vuelta. Siempre lo han hecho.
En ninguna constitución moderna se plantea algo así como: “artículo 1; habrá una clase dominante que explotará a la mayoría de la población, que manejará el Estado para proteger sus intereses e imponer su dominio político y social, saltándose, incluso sus propias leyes”. No, pues. No lo dice en ningún lado.
Pero es así, en la realidad.
Lo que los tiene amargados, deprimidos, bajoneados, desesperanzados y tristes a nuestros burgueses, es que, por esa misma razón, no le encuentran salida, tampoco con una nueva constitución regionalista, ecologista, paritaria, plurinacional, etc., a su gran problema.
Y ese es si podrán mantener su poder.
Y va siendo hora de que los liberemos de tanta miseria.