De la serie “Sapo qlo”, entrega tres, aunque esta no trata del sapo que besará a Micco y lo convertirá en princesa. Se trata del sapo que tenía Micco para espiar a los trabajadores de la sede regional del Instituto de Derechos Humanos (INDH) en el Biobío. El sapo era el chofer y se supo por la demanda de tutela laboral que interpuso un funcionario en su contra.
Sergio Micco, director nacional del INDH tenía una infiltrado en la sede regional del Bío Bío. Puede ser la punta de un iceberg sobre las actuaciones fraudulentas y corruptas del oscuro democratacristiano encargado ni más ni menos de velar por el resguardo de los derechos humanos en el país.
El sapo que tenía Micco era el chofer que lo llevaba de visita a la región porque en aquella época de pandemia no habían tantos vuelos de Santiago a Temuco, ciudad que el director visitaba, muy frecuentemente. Es que ahora, todo huele mucho más podrido con el democratacristiano.
Los antecedentes son parte del escrito que presentó el abogado Fernando Leal a nombre de Harún Oda, en una demanda por tutela laboral en su contra. Oda ocupó el cargo de jefe en calidad de subrogante de la sede Bío Bío.
La demanda contra Micco, entre otra cosas, apunta al abandono de deberes, en particular, respecto del caso de la detención y desaparición de Geraldo Monares en Hualpén y por negarse, a tomar cartas en el asunto en relación a las múltiples denuncias contra carabineros por el uso ilegal de sustancias químicas en los carros lanza aguas durante el levantamiento popular en 2019.
El nombre del sapo es Marcelo Jara Salgado, su chofer. Con Jara Salgado tenía un buen trato. Este le entregaba información sobre lo que se hablaba en las reuniones de los trabajadores, conversaciones de pasillo y todo lo que pudiera aportar. A cambio, Micco se lo retribuiría en aumentos salariales. Los conversados viajes entre Micco y el chofer sapo habrían comenzado en marzo de 2020.
Aunque ya todos sus compañeros de trabajo estaban enterados de lo que hacía Salgado la situación se hizo insostenible recién este pasado 18 de octubre cuando la directora regional y jefa de Harún Oda, Carolina Chang, lo enfrentó directamente y le señaló que ya no podía confiar en el y lo interpeló por grabar las reuniones y enviárselas a Micco. El sapo reconoció que “si, lo grabé” pero lo hizo “por motivos personales”. Vaya, vaya… una sofisticada coartada.
Ahora lo que se hace cada vez más insostenible es la permanencia de Micco a la cabeza de una institución que, para ser honestos, no corta ni pincha y para ser más honestos, pesa menos que un candy. Aun así, como dice el dicho, muere de viejo, nunca de sapo.