Una cobardía muy especial

El continuado estado de excepción en las provincias de Arauco, Cautín y Malleco alcanza un nuevo hito con las declaraciones provocadoras del jefe de zona militar de la novena región. Ese general debiera saber que, como dice la canción, de ciertos temas, “mejor no hablar”.

El gran salto de su carrera, el general Luis Cuellar lo hizo en el norte. Fue jefe del estado mayor de la VI División y en 2019 fue ascendido a general de brigada y se le dio el mando de la 1ª Brigada Acorazada “Coraceros”. No fue raro, entonces, que, con el estado de excepción decretado con pretexto de la pandemia, asumiera como jefe de Defensa Nacional de la región de Arica y Parinacota.

En teoría, al menos, eso significa que manda todo.

Pero, hay que reconocerlo, el gobierno de Piñera no impuso más de un año de estado de excepción en todo el país, sólo para entregarle su dirección a los militares. Los jefes, al menos, se mantuvieron en un discreto segundo plano.

Pero cuando a Cuellar lo mandaron de la eterna primavera al sur, para que dirigiera la intervención militar en La Araucanía, ya se notó algo raro. Primero juró y rejuró que no iba a reprimir: “lo que están haciendo las Fuerzas Armadas -y es cosa de leer el decreto- es apoyo a las policías: apoyo a Carabineros y apoyo a la PDI en los procedimientos policiales que lo soliciten. Quien malinterprete o intente confundir a la gente, diciendo que hay represión, es porque no ha entendido nada de lo que estamos haciendo. Las Fuerzas Armadas son de todos los chilenos”, señaló.

Pero…, agregó, para que se supiera, “pero no están esperando que las ataquen, eso quiero dejarlo súper claro. Sin embargo, las fuerzas militares, están equipadas y están entrenadas para combatir. Si son atacadas, van a responder conforme a su doctrina”.

Con “doctrina”, Cuellar no se está refiriendo a un sistema de pensamiento, por supuesto. Usa el término a la usanza militar estadounidense; lo que antes, también en Chile, se llamaba simplemente “reglamento”.   

Entonces, lo que quiere decir, es que van a “responder”, si son atacados, de acuerdo a lo que dice el reglamento o los “protocolos” o las órdenes emitidas por los superiores. Esas tres cosas caben en la “doctrina”, pero no son lo mismo, ni contienen la misma “respuesta”.

Confuso.

¿Qué hacer? Para los subordinados, lo más seguro, ante la duda, es fiarse en lo último que les dijo el jefe.

Y allí, el jefe de jefes resulta que es nuestro general.

Y Cuellar, ahora, se encontró con un problema de aquellos. En Cañete, mataron a un hombre que estaba trabajando en unas faenas madereras “irregulares”, según informó la prensa. Y en Angol, cayó uno de los agitadores anti-mapuche más famosos, Joel Ovalle. Además, hubo otros incidentes complicados en otros lugares.

¿Qué pasa, general? ¿Dónde está el control?

Cuellar no sabe qué pasa. Y, ante la duda, optó por perder el control él.

Se instaló en la intendencia en Temuco, para hablar con la prensa. Esta vez, eso sí, no se puso el chaleco táctico con los dos cargadores, como lo hizo una vez, porque ¿para qué?

Y se lanzó: “nosotros no somos policías, nosotros somos parte de las Fuerzas Armadas. Quien habla, habla en nombre del Ejército de Chile. Somos una fuerza entrenada para combatir en la guerra. Nosotros aquí no estamos desafiando absolutamente a nadie.”

Pero… “pero si a nosotros nos disparan, la respuesta no es la que, a lo mejor, han tenido otras instituciones”, o sea, los pacos, que son unos cagones.

No, no, siguió nuestro general, “si a nosotros nos disparan… nuestra gente, que no usa munición de fogueo, va a centrar su arma, va a identificar blanco y van a haber bajas. Eso es una realidad, van a haber bajas”. ‘Haber’ es un verbo impersonal, no hace falta ir a la Academia de Guerra para saberlo; quizás quiso decir “van a ver bajas”.

“Por eso les digo y repito enfáticamente: aquí hay gente cobarde que mata civiles desarmados. ¿Por qué no se enfrentan con nosotros? ¡Los invito!” cerró su perorata, en que no estaba desafiando absolutamente a nadie, sólo invitando.

Cuellar ha seguido una trayectoria bastante estándar en el ejército. Como se estila hoy, los oficiales estudian. Por ejemplo, fue estudiante de la Universidad de Aconcagua, donde hizo un diplomado en Recursos Humanos. Además, hizo otro curso sobre política internacional en la Flacso, la misma que Kast quiso cerrar, si salía presidente. Ahí hacen clases todos los dinosaurios de la Concertación, ahora maestros del presidente electo, como Luis Maira o Genaro Arriagada. Pero, hay que decirlo, Cuellar: para el alto mando, para la tercera estrellita, hoy están pidiendo un master, mínimo, o un pe-hache-de, en España, aunque sea.

¿Será eso? ¿Le faltarán estudios a nuestro general? Porque ¿a qué mando responsable se le ocurriría, ante una situación en que él fracasa en la misión que se le ha encomendado, retar a un enemigo, que no es capaz de identificar, de atacar a sus hombres, con tal de que estos tengan un pretexto legal para que -siguiendo al léxico de Cuellar- “haigan bajas”?

¿Y si los cobardes aquellos son tan cobardes que le hacen caso, pero de un modo tal que sus hombres, que están bajo su mando, no alcancen a “centrar su arma”? ¿Qué va a decir entonces? ¿Que son súper cobardes los cobardes?

¿O será que nuestro general es un cobarde -o también un cobarde?

¿Será que está amenazando con tomar represalias, con matar, sobre seguro, a civiles desarmados y presentarlo, después, como un acto de legítima defensa, y que no tiene los cojones para decirlo abiertamente?

Porque algo así, un acto de cobardía semejante, cometido por personal militar, con doctrina y todo, nunca ha ocurrido antes ¿verdad?  

¿O será que esto no es, en realidad, algo personal, sino institucional?

¿Será que no es Cuellar, sino una institución, “entrenada para combatir”, pero que lo único que ha hecho, desde la Guerra del Pacífico, es asesinar, cobardemente, a chilenos?

¿Será eso?

¿Y será que, cuando sí les dieron combate a sus efectivos, por ejemplo, a aquellos con más alto entrenamiento -en cierta fecha del año 1986- salieron arrancando?

Sumo, Cuellar, Sumo. Es de su época: “No. Mejor no hablar… de ciertas cosas”.