Educar bajo fuego “enemigo”

Soy maestra. Hace dos años llegue a una pequeña localidad de la provincia de Arauco, sin redes de apoyo y sola con mi pequeño hijo. Cuando tomé la decisión de ir a trabajar a esta localidad, los comentarios negativos no se hicieron esperar – ¿no te da miedo? – preguntaban- ¡es peligroso allá! decían. Por allá queman escuelas -rumoreaban.

Recorrer la región alternando controles militares en la carretera que une las distintas provincias, es cuestión de todas los días. Vivimos en un territorio de bellezas privilegiadas, pero invadido por la empresa forestal. Acá es común ver que esos vehículos que parecen sacados de una película de guerra, se paseen amenazando e infundiendo temor, desde muchos años antes de que se declarara el reciente Estado de Excepción Constitucional – el cual da forma legal a la violencia que el Estado ejerce sobre este territorio los pichiqueche y sus familias. Y que el Congreso – además- aprueba cada 15 días desde ya hace un par de meses.

En ese camino, además de milicos, es normal ver ancianos campesinos quienes -azadón al hombro- se desplazan por kilómetros de a pie. Igual que en la ciudad, la vejez no está protegida y nuestros mayores deben seguir trabajando para poder subsistir. Igual que en la ciudad, se observan trabajadores a altas horas de la noche,con chalecos reflectantes esperando alguna locomoción para llegar a casa luego de largas jornadas de explotación propinadas por el mismo enemigo que arrasa con su vida, felicidad y territorio. Al igual que en la ciudad se observan decenas de tomas de terreno – la vivienda acá tampoco esta resuelta para el pueblo- la tierra fue arrebatada por forestales y mis vecinos y vecinas las recuperan para construir ahí sus rucos y sus sueños. Saliendo de la localidad esta misma realidad de recuperar las tierras arrebatadas por el enemigo se repite cada cierto tramo y cada vez mas seguido, anunciándose a través de lienzos que a medio desgarrar avisan “ Lof en Recuperación”.

Es difícil explicar a quienes ven de lejos esta realidad, que no tengo nada que temer del territorio al cual pertenecen mis estudiantes y del cual mi hijo y yo formamos parte. Al revés es necesario explicar como ellos , han sido sometidos a un daño irreparable. Han crecido bajo la violencia, bajo fuego enemigo, bajo constantes allanamientos de sus comunidades, siendo sometidos a la violencia legalizada en contra de sus madres, padres y de ellos mismos.

En muchas oportunidades debemos discutir acerca de esos temas, acerca de asesinatos de nuestro pueblo a tan solo 20 minutos de nuestro Liceo. Hablar esto no es simple, por lo general las y los estudiantes mapuche suelen guardar silencio, no quieren hablar, no quieren opinar. Es mas simple ponerse audífonos y mirar por la ventana.

Entender que esta actitud no tenía nada que ver con el desinterés por la situación que viven como pueblo, me costó mas de un año. Comprender que esa actitud tiene que ver con la protección que ellos mismos se generaban frente a los ojos extraños, inquisidores y que a lo largo de sus cortas vidas insisten en juzgarlos. Entender que su actitud es para protegerse de la traición que su pueblo ha vivido del winka a lo largo de la historia y que ese maltrato, que no tan solo proviene del Estado, sino también de docentes, compañeros, compañeras y vecinos del territorio. Entender que estos jóvenes de apellido y rostro mapuche, quienes cansados de haber sido maltratados por el Estado, cansados de ser llamados una y otra vez “indio conchetumare”. Cansados de ser llamados terroristas por los medios de comunicación, serán los que al igual que Leftraru se levanten en conjunto con todo el pueblo para liberarse del enemigo, el mismo enemigo que arrecia y golpea a chilenos y mapuche, pero que no es capaz de doblegarlos.

Es la hora, que esos dos rios, que se levantan generen un solo caudal que barra todo vestigio de explotación y la vergüenza la lleve donde viven los que explotan. Este conflicto debe resolverse por la lucha y el camino ya trazado por hombres y mujeres de esta tierra. Lo que se ha hecho por siglos, pero ahora con un horizonte común.