Sin duda una de las demandas más sentidas del pueblo ha sido la vivienda. Vivir bajo un techo, donde el viento y el frio no cale los huesos, donde la lluvia no entre por el techo o se cuele por el piso. Donde la humedad no nos enferme ni dañe los pocos muebles que se tienen. Es un anhelo y una demanda que cada vez se hace mas urgente.
Y es que ¿Quién no ha anhelado tener su espacio para llegar y descansar los huesos luego de una larga jornada de trabajo? Y aunque los ministros digan que en el mercado se encuentran casas por 10 millones de pesos – monto que claramente una familia trabajadora no tiene – o cuando afirman que la mayoría de las familias trabajadoras “ tienen dos o tres viviendas”, sabemos que la realidad de la clase trabajadora dista mucho de lo que vociferan de forma tan absurda los políticos corruptos.
Si a esto le sumamos las políticas del ministerio de vivienda que se caracterizan por el abaratamiento de costos y la delegación de responsabilidades a empresas constructoras, quienes operan y malversan fondos de manera impune gracias a la falta de fiscalización. Como resultado, el pueblo obtiene – los que tienen la suerte de hacerlo- viviendas reducidas con bajos estándares de calidad, sin espacios para la recreación , esparcimiento ni menos áreas verdes
Es así como en Villa futuro de Chiguayante, Cerro Centinela de Talcahuano, Boca sur en San Pedro de la Paz – por nombrar algunos de los sectores – han tenido que desarmar viviendas sociales una vez entregadas. Llega la lluvia y el mal tiempo y las falencias quedan a la vista. Si bien hay proyectos de mejoramientos urbanos y habitacionales, la información nunca es clara, tal es el caso de Michaihue 716, en donde todo es incierto, se dice que va haber expropiación para ampliar los departamentos, pero no se dice donde se van las familias, no se sabe el tipo de construcción y la calidad de las viviendas que serán entregadas, tampoco dónde estarán ubicadas, ni a quienes serán destinadas, esto hace tener a los vecinos y vecinas del sector – 716 Familias – en una constante incertidumbre.
Similar fue la situación de los conocidos Bloques de lata, que en el mismo año de su entrega en el 2000, sus dueños se percataron de las deficiencias: filtraciones de agua, problemas de impermeabilidad y malas conexiones eléctricas, entre muchas otras fallas. 10 años tuvieron que vivir en esas condiciones para que luego del terremoto del 2010 – el que ocasionó daños aún mayores- se declararan finalmente inhabitables, y luego de años de espera, las familias fueron erradicadas a otros sectores. El año 2021, aun existian 160 familias habitando allí, la mayoría de ellas desesperadas, recurriendo a ocupar los departamentos para así poder ofrecer mejores condiciones a sus familias .
La demanda de la vivienda se hace cada vez más sentida, la crisis del capital apremia los bolsillos de las familias trabajadoras. la nula solución de parte de los gobiernos de turno, la perdida de fuentes laborales, el no poder resolver en lo inmediato los arriendos o dividendos hace que proliferen – con justa razón – las tomas de terreno y campamentos en muchas de las poblaciones de San pedro de la paz y de todo nuestro país.
Pero todos aquellos que durante este tiempo han lucrado con la felicidad del pueblo, se olvidaron de un gran detalle. Las familias trabajadoras desde el siglo XIX hasta hoy, han debido sobrevivír en condiciones inhumanas, enmarcadas en la pobreza, marginalidad y la exclusión. Los ranchos, los cuartos redondos, los conventillos, las poblaciones callampas, las tomas de terreno han sido las formas en que el pueblo ha debido criar a su prole, ha resuelto la demanda de la vivienda y hoy, nuevamente al alero de la lucha por la casa, crece, se fortalece, se organiza y se levanta el poder de la clase trabajadora instaurado en las calles desde el 18 de octubre y que hoy se lanza a luchar por cambiarlo todo.