Nuevo año, nuevas luchas

Los partidos políticos, el gobierno y la burguesía celebraron el fin del 2021 como pocas veces. Están sumamente alegres, porque creen que han podido recuperarse del golpe que el pueblo les propinara en octubre 2019. Cuando empiece el nuevo año, deberán percatarse que han sacado mal las cuentas.

Algunos bromean que la tercera es la vencida y que ahora comienza un nuevo intento por completar el año 2020, en referencia a las consecuencias de la pandemia y del levantamiento popular de 2019. En realidad, la idea de que los dos últimos años están fuera de lo común refleja un factor muy saliente: la última parte del 2019 significa la entrada del poder del pueblo en el escenario nacional.

Ese protagonista no ha abandonado la escena desde entonces. Demostró su energía a través de históricas movilizaciones nacionales y nivel territorial, que han significado un fortalecimiento de la conciencia y de la lucha por las demandas populares. Ese gran impulso dejó al descubierto la precariedad del régimen.

La represión generalizada mostró la debilidad de ese régimen. El gobierno, ante su fracaso, debió firmar un pacto con las fuerzas políticas que lo sostenían -incluyendo a las del presidente electo- para salvar al régimen. Los partidos vieron en la seguidilla de elecciones previstas y las especialmente convocadas para la ocasión, una posibilidad de estabilizarse políticamente. Sin embargo, el protagonismo del pueblo reflejó también en ese terreno una nueva correlación de fuerzas, que se manifestó en el plebiscito del apruebo y que también se evidenció en la elección a la convención constitucional, en que los partidos debieron rendirse ante las opciones independientes.

Al mismo tiempo, ese mismo régimen buscó aplacar ese poder del pueblo con tipo todo de concesiones: empezó con cajas de alimentos, continuó con los retiros del 10% y siguió con el IFE y otras medidas, durante el período de la pandemia que, a su vez, contribuyó a ralentizar y frenar la organización popular.

Aun así, la fuerza de un movimiento popular que se había puesto en marcha no pudo ser apaciguado, y continuó su camino.

A fines del año 2021, los partidos políticos trataron de sellar, con las elecciones, la idea de que ellos todavía dirigen al país. En un ambiente diseñado y limitado por ellos, con sus candidatos, trataron de levantar nuevos líderes de su clase, pero no lo lograron. En la primera votación se hundieron todos: la derecha, la antigua Concertación, y también fue derrotada la nueva Concertación.

En la segunda vuelta, el terror jugó su parte. Una enorme masa se movilizó votó por un candidato para impedir que saliera el otro. Nuevamente, el régimen termina condicionado a ese pueblo en movimiento.

¿Qué trae el nuevo año?

Será el tercer año en que el poder del pueblo se delinea en un aumento de la confianza en sí mismo, en su unidad, en la lucha y en las victorias que va alcanzando indefectiblemente. Será el tercer año en que se exprese, ya no la antigua sumisión, sino la posibilidad de un nuevo poder.

Esa monumental fuerza deberá enfrentarse a un régimen que ya ha agotado sus opciones y que ahora intentará aplicar una política anti-popular, de ajuste, de despidos, de miseria y de represión. Se verá pronto que el barniz legitimador de una elección, que las promesas y los discursos, poco aguantan cuando, en los hechos, se confronta al pueblo para favorecer los intereses de la clase dominante.

Algunos se desengañarán, pero la gran masa de nuestro pueblo no tendrá tiempo para detenerse en esas menudencias. Deberá dedicar su esfuerzo a organizarse, a luchar, y a prepararse para tomar el poder que le corresponde, y que le es negado por la fuerza y por mentiras, y cambiarlo todo.